lunes, 4 de noviembre de 2019

Desde Moncada con elegancia

Había un tipo tan elegante como competitivo. Jugaba de cierre, al que llamaban hombre libre, de tipo escoba que barría balones sueltos y los sacaba jugados como el mejor centrocampista. Tranco largo, pelo ensortijado, mirada periférica. Era un goleador inhabitual porque siempre ganaba los córners, porque siempre que entraba en el área contraria era para dejar cuenta de su munición.

Pero su punto de encuentro era el área propia. Allí encontraba el hábitat y desde allí hacía fluir el juego. Formó pareja con Arias, encontró sociedades con Saura y Subirats, se convirtió en el sentido del oído del murciélago valenciano, siempre intuyendo el peligro, siempre con la cabeza arriba, siempre con la aventura más audaz entre una ceja y la otra.

Cuando el Madrid recuperó el poder económico viajó a Valencia para traer al enemigo que les había hecho perder una liga con un cabezazo imponente. El Madrid creció y el Valencia menguó hasta ver sus huesos en la segunda división. En la Castellana se encontró con Maceda, el tipo que le había negado la internacionalidad durante los años anteriores y con Sanchís, el tipo que habría de negársela durante los años posteriores.

En Madrid engrosó su palmarés y encontró mucho respeto, pero jamás recuperó el cariño que había dejado en su tierra. Marchó a Burgos para jugar un último año y dejó que la cátedra la sentasen nuevos tipos con nuevas formas de ver el fútbol. La suya era manera periférica porque tenía el campo entero en su campo de visión. Salía desde atrás, tiraba paredes, se encontraba en la frontal y siempre encontraba la ventaja para poder decidir. Y en cada balón parado era el hombre del saco, porque nada daba más miedo que su frente dispuesta.

La historia suele ser más justa con aquellos tipos que alcanzaron la gloria en equipos de leyenda. Muchas veces creemos recordar a alguien sólo porque estuvo ahí en un momento puntual. Miguel Tendillo formó parte del Madrid de la Quinta del Buitre, pero antes de ello había formado parte de un Valencia colosal que, Kempes mediante, le había plantado cara a los equipos más poderosos de España.


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