miércoles, 26 de diciembre de 2018

Lo intangible

Hay elemento intangible que diferencia a los buenos futbolistas de los mejores, algo inherente al talento pero que vive más allá de él, algo separado de la cotidaniedad que resurge en el cuerpo más improbable porque, generalmente, vive en el cerebro más preparado.

El fútbol es un juego que se ejecuta con los pies pero que se juega con la cabeza. Con una premisa tan sencilla, futbolistas, que a primera vista se vieron como víctimas del agravio físico, hicieron carrera en un deporte que, a priori no era para ellos. Es el don de los elegidos, aquellos tipos que conocen el misterio del juego y, por ello, saben descifrar cada jugada con el pase más sencillo. Es el juego del rompecabezas; primero buscar el espacio vacío, después colocar la pieza.

En el juego del pragmatismo más eficiente, triunfaron hombres como Guardiola, Xavi e Iniesta, generaciones escalonadas que pusieron firma a un modelo futbolístico que creían haber patentado en la Masía azulgrana. Nada más lejos de la verdad, lo que ellos sublimaron, hubo otros que también lo supieron manejar. Así, en la coetaneidad de Guardiola, creció Paul Scholes, junto a Xavi, Pirlo se convirtió en alter ego y la frecuencia mágica de Iniesta fue replicada con el magisterio de Modric. Todos, directores de juego en un mundo de lobos, se convirtieron en corderos indomables que terminaron doblegando a la manada. Importa ser el más fuerte, el más hábil o el más rápido. Importa mucho ser el más certero. Pero ante, todo, impera ser el más listo.

La capacidad para manejar el espacio y el tiempo es el terreno minado sobre el que se depositan las esperanzas de Riqui Puig. Tal es el anhelo de lo que perdieron, que en Can Barça prefieren rasgarse las vestiduras y apostar, en el ideario colectivo, por un chico al que han visto en tres lances pero que parece destilar un fútbol de alto grado. No es fuerte, ni rápido, tampoco especialmente hábil, aunque tiene un enorme margen de mejora, pero es listo como pocos y sabe pasar la pelota, siempre, al compañero mejor colocado.

Hay algo en el pase en corto que recuerda a Guardiola, algo en el giro cuando recibe de espaldas que recuerda a Xavi y algo en la manera de conducir que recuerda a Iniesta. Todo son recuerdos y comparaciones y esta será la gran barrera que tenga que saltar Puig cuando alguien decida darle, de verdad, la camiseta del primer equipo. Si llega, si se afianza y si triunfa, deberá hacerle saber al mundo que no existen las copias perfectas y que solo un jugador es sí mismo si consigue imponer aquello tan insustancial, pero tan esencial, como es lo intangible. Ese halo de misterio que vive en las botas de los elegidos y que consiste en saber jugar al fútbol sin necesidad de tener un cuerpo de atleta.

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