lunes, 3 de enero de 2011

Ocho minutos y una remontada

El quince de diciembre del año 2001, mientras el invierno atenazaba con sus uñas los parajes españoles y amenazaba con días blancos y hielos de tres meses, la prensa deportiva se hacía eco del runrún que por entonces recorría los despachos de la planta noble del Valencia Club de Fútbol. El equipo, más herido que impetuoso por sus últimos resultados aciagos, visitaba el estadio de Montjuic con la intención de rascar un punto y marcharse a las vacaciones navideñas con la sensación de que aún no estaba todo perdido. Para el consejo de administracion, con Jaime Ortí al frente, los días de Rafael Benítez como entrenador del equipo estaban cumplidos. Se le tendió una envenenada espada de Damocles sobre su cabeza y se le dio un partido más de plazo; o Montjuic o nunca. Y bien que pudo haber sido nunca.

Porque el Espanyol comenzó adelantándose en el marcador con gol de Palencia mediada la primera mitad y, en las postrimerías de la misma, Alex Fernández hizo el dos a cero para desesperación del entrenador madrileño. Benítez, que había llegado a Valencia como el sucesor de Cúper, fue sentenciado en el túnel de vestuarios. En una rápida conversación, los directivos que habían viajado a Barcelona acordaron cesarlo y buscar un nuevo capitán para la nave. Pero resulta que el fútbol también tiene caminos inexcrutables, que los gatos también tienen siete vidas y que la piel del oso no se vende hasta que se caza.

Fueron ocho minutos, los que transcurrieron desde el cincuenta y siete hasta el sesenta y cinco, los que necesitó el Valencia para anotar tres goles y remontar un partido que ya se había dado por perdido. Con el dos a tres final, el Valencia avanzó un puesto en la tabla, los jugadores se fueron de vacaciones conscientes de su valía y Rafa Benítez fue ratificado como entrenador del equipo. Los acuerdos, como los papeles garabateados, se los llevó el viento y el camión de la basura. No hizo falta un nuevo entrenador, ni una nueva reunión del Consejo, ni una nueva portada invocando al pesimismo. Desde esa decimoséptima jornada el Valencia solamente perdió tres partidos más, cantó el alirón en Málaga en la penúltima fecha y se catapultó hacia sus días de vino y rosas. Un par de años después, el equipo celebraba el doblete tras la consecución de la liga y la Copa de la Uefa y un año más tarde Rafa Benítez levantaba la copa de campeón de Europa como entrenador del Liverpool.Entonces ya era un tipo célebre y un entrenador de moda. Su historia había cambiado cuatro años atrás, una noche fría en Barcelona, cuando Rufete e Ilie habían anotado tres goles que habían salvado su pescuezo y catapultado su destino.

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