lunes, 12 de julio de 2010

En la cima de los sueños

Nada puede superar las expectativas generadas cuando alguien es solamente un niño. Es en esa época cuando la ilusión, la esperanza, los momentos y los ídolos se convierten en legendarios mitos dorados a los que aprendemos a adorar gracias al exagerado ejercicio al que sometemos a nuestra memoria. Es entonces cuando se aprende a soñar, cuando se quiere aprender a vivir y cuando la risa, por espontánea e inocente, le sabe mucho mejor a quienes nos rodean.
Cuando yo era sólo un niño vi una procesión de cabezas caídas remontando las avenidas de mi barrio. El mundial, algo que yo veía como un espectáculo colorido en el que se practicaba un juego de once contra once y al final ganaba Italia, se jugaba en casa. Hubo quienes quisieron creer que por tener condición de anfitriones íbamos a ser capaces de ponernos el mundo por montera y ligar pases de faena memorable. No fue así, y más que cortar oreja nos cortaron las alas y regresaron los toreros a la enfermería con una cornada en el orgullo de trayectoria casi mortal.
Decían que era nuestro destino. Los mayores, mientras apagaban las colillas de sus cigarros con la punta del zapato, hablaban de un tal Cardeñosa, del espíritu de un tal Pirri y de lo fácil que nos resultaba perder. No debía ser tan feo aquello de perder porque jamás les vi llorar, simplemente resignarse.
Aprendimos a vivir asombrados por las mejores leyendas de nuestro fútbol. En ellas era el Real Madrid quien aparecía siempre por delante de los demás, alguna vez nos contaban alguna victoria del Barça o nos relataban aquella hermosa derrota del Atleti a manos de unos alemanes que, como Atila, no hacían crecer la hierba allá por donde pasaban.
Alemanes, italianos, brasileños. Supimos enseguida que aquello de los mundiales era propiedad privada de un puñado de elegidos. Salvo genios como Maradona o Zidane, ningún otro fue capaz de meterse en mitad del club de los privilegiados. Aquella copa quedaba lejos y nosotros seguíamos jugando a ser campeones en un descampado o en interminables partidos de chapas. Los mayores no dejaban de pronunciar la palabra "cojones" y los que ya habíamos aprendido a distinguir los vocablos prohibidos dentro del diccionario popular no éramos capaces de asociar los atributos masculinos a un deporte que giraba en torno a un balón.
Quizá era algo parecido a lo que mostraron aquellos alemanes que nos aburrieron en el noventa o a lo que jugaron los brasileños que nos dejaron fríos como témpanos de hielo en el noventa y cuatro. Yo, que ya había aprendido a ser un romántico sin remedio, seguía prefiriendo el fútbol a aquello que llamaban "cojones". Por algo me había quedado prendado de la Francia de Platiní y de la Brasil de Zico en aquel verano español del ochenta y dos. Por algo seguí soñando con que algún equipo consiguiese alzar la copa del mundo jugando al fútbol como lo hacían aquellos tipos vestidos de amarillo; bailando la samba, moviendo el balón, ganando con una sonrisa en los labios.
Porque nada puede superar las expectativas generadas cuando eres solo un niño, porque hemos ganado como lo hacía la brasil de antes de los dungas, porque hemos despreciado los cojones para agarrarnos al fútbol, porque ya no nos resignamos a perder si no que nos convencemos de ganar. Porque somos los campeones del mundo, permitidme seguir llorando. Alegrías como esta, orgullos semejantes solamente erizan la piel una vez en la vida. Nosotros estamos en ese momento. Somos los reyes del mundo. Somos un sueño alcanzado. Somos el fútbol. Somos España.

3 comentarios:

Moisés García dijo...

Esta Selección es una de las cosas más grandes que he visto en mi vida. Primero fue la Eurocopa y ahora el Mundial, menudos dos años!!

Te interesa un intercambio de links?

http://elbalonenvenenado.blogspot.com

Te enlazo en mi lista.

Saludos ;)

Alvaro dijo...

La mejor generación de futbolistas que he visto, y eso que he visto pocas, Pablo. Me ha encantado el artículo, tú siempre haces que estas cosas sepan aún mejor. España está en la cima del mundo, o el mundo está a sus pies, como se quiera ver. En definitiva, somos bicampeones como antaño lo fuese Francia. Viva el fútbol de toque. De ganar Holanda, hubiese sido lo más injusto de la historia de un Mundial.

Un saludo!

Matías Rodríguez dijo...

que mas que felicitarlos e intebntar copiar el ejemplo de españa, constancia y voluntad le hicieron un lugar entre los grandes, un saludo