miércoles, 16 de octubre de 2019

La persona y el futbolista

La tendencia a la confrontación se ha convertido en una necesidad tan demandada que solemos ocupar el espacio de opinión mucho antes de analizar aquel está ocupado por la información. Nos detiene el titular y, sobre todo, nos detiene la palabra ajena porque generalmente sólo la analizamos desde dos perspectivas opuestas: o dice lo que pensamos y entonces aplaudimos, o dice lo que no pensamos y, entonces, berreamos.

No estoy de acuerdo con Guardiola; España no me parece un estado opresor. Han pasado muchos años desde aquello y está claro que entre la nostalgia y el poco olvido, seguimos disparándonos en el pie mientras nos empeñamos en pasar página. Tenemos muchas cosas que mejorar ¿Quién no? Pero ni oprimimos por decreto, ni encarcelamos por sistema.

No estoy de acuerdo con Xavi; Qatar, siendo una dictadura que reprime a los homosexuales, que discrimina a la mujer y que condiciona a los niños, no puede funcionar mejor que España. Nunca. Se puede dar el hecho de que no te gusten cosas de tu país ¿Quién está de acuerdo con todo? Nadie. Pero de ahí a cuestionar el funcionamiento del mismo en comparación con un estado represor media un mundo.

Ahora bien, hemos de tener en cuenta de que cada vez que proferimos un insulto lo hacemos ante un personaje que no conocemos como persona. Y hay que tener en cuenta, sobre todo, que el desdén personal debería estar separado, siempre, de la admiración profesional. Estoy en profundo desacuerdo con ellos en su hipótesis acusativa pero puedo llegar empatizar, que no coincidir, con ciertos puntos de vista. Aquí es donde entra el carácter peyorativo del análisis: no nos gusta pensar, sólo nos gusta saber quién y cómo nos contrarian.

Seguiré admirando profundamente al entrenador; para mí, el mejor de lo que llevamos de siglo, y seguiré admirando profundamente al futbolista, para mí, el más importante en la historia de nuestro país. Porque a mí no me gusta confundir profesionalidad y juego con personalidad y pensamiento ajeno al mismo, porque una cosa es lo que dicen y otra es lo que hicieron cuando el fútbol dependió de ellos. Ojalá España y Cataluña encuentren una posición común desde la que sentarse a hacer las paces, ojalá algún día Guardiola y Xavi sepan reconocer lo que su país ha hecho (o ha dejado de hacer por ellos), pero, sobre todo, ojalá la gente supiese separar lo personal de lo profesional porque, palabras más o palabras menos, los dos han sido los mejores en lo suyo y eso no habrá declaración que lo empañe nunca.

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