jueves, 10 de enero de 2019

Lo de siempre

El problema de ver la paja en el ojo ajeno antes que la viga en el propio va más allá del principio de consideración. La fe en los bulos conducen hacia una creencia ciega en los complots y la omisión de la realidad lleva a la creación de universos paralelos. En Narnia, opinan algunos, se debe vivir mejor.

Nadie se había detenido a convertir el debate sobre el VAR en una reunión de pastores hasta que el invento perjudicó al equipo de todos. Más allá de consideraciones, cabe decir que la interpretación no es lo mismo que la observación y que, ante la duda, permanece siempre el criterio del árbitro. El VAR en el caso del penalti (o no) de Rulli a Vinicius tuvo una duda razonable; había una clara probabilidad, aunque difícilmente visible, de que el portero hubiese tocado la pelota. Hasta ahí debería entrar la comprensión y desde ahí debería acabarse el debate. El problema llega, como siempre, cuando el circo entra en escena.

Se ha convertido en costumbre, porque vende y porque mola, el vender el papel del Madrid como el mártir ante la humanidad. Ellos que tienen más poder que nadie, más dinero que nadie y más títulos que nadie. Sólos contra el mundo, nos dicen. Y la prensa afín se encarga de proclamar una soflama victimista con el fin de aunar a los madridistas de bien en su campaña contra el enemigo. El resto, los cabales, aquellos pseudomadridistas que bautizó Mourinho, no tienen cabida en el bautizo porque para ellos no será el reino de Cibeles.

El problema de hacer proclamas absurdas es que ello les llevará irremediablemente hacia el ridículo. Anoche mismo, en un disputado partido de copa, el Madrid se adelantó en el marcador con un penalti bastante riguroso; pero hoy las portadas son para Vinicius. No hay que olvidar los mantras: si es en contra, pataleo, si es a favor, silbar y mirar hacia otro lado, porque la verdad, tristemente, no vende papel y no fabrica oyentes. Es el país que hemos fabricado; un país de forofos que no saben sentarse a debatir. Seguimos todos en la barra del bar haciendo mucho ruido mientras dejamos las monedas. "¡Esta la pago yo!". Pero si te digo que no es penalti me echas. Porque el ruido y las nueces, en ocasiones, van juntitas de la mano. Unos engordan y otros pelean. Vamos, lo de siempre.

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