lunes, 3 de septiembre de 2018

Las alarmas

Para quien dice que Simeone no recibe críticas, basta con leer los editoriales posteriores a la última derrota. Como todos los estilos, cuando triunfan, el suyo también tiene un séquito de apostadores de la espera que se esconden agazapados tras la esquina del rencor. Nadie es capaz de alcanzar la cota más sublime sin haber pisado terreno escarpado, nadie es capaz de redimirse sin haber pasado antes por la calamidad de la derrota. Lo que necesita el Atlético, más que condiciones, es juego y, sobre todo, saberse en posición de afrontar los retos desde la altura que le corresponde. Desde luego, con este inicio nada prometedor, lo único que parece claro es que las alturas dan vértigo y las responsabilidades producen sordera.

Es preocupante el juego y es preocupante, sobre todo, el estado físico de algunos jugadores. El mismo grupo que hace tres semanas le aguantó un envite a cara de perro al mismísimo Real Madrid, ahora arrastra sus excesos por el césped. El sábado, en un partido sin trueno ni guión, el Celta condicionó el juego y, sobre todo, condicionó el resultado porque supo ser más preciso y, sobre todo, más incisivo. Nadie sabe si la tendencia será a la baja o si, como el analgésico que vive de la efervescencia, el Atleti está pasando por un periodo de baja presión. Es la parte baja del tobogán del éxito, la borrachera es difícil de digerir y los periodos de resaca suelen dejar más suciedad y malestar que advenimiento y concordia. Y este Atleti, como Fuenteovejuna, necesita ir siempre todos a una.

Que nadie se engañe porque la fórmula del éxito perpétuo no está en manos de ningún alquimista. Igualmente, que nadie se alarme, porque la filosofía de Simeone, más allá del fútbol, se extiende a la vida. Jugar como se vive, vivir como se sueña. Trabajo, fe, esfuerzo. Y saber que, tras cada esquina, como le ocurre a los triunfadores del estilo contrario, habrá una pléyade de tipos que, más por inquina que por procedimiento analítico, estarán deseando su fracaso. Porque la vida no es una alfombra mágica sino una montaña rusa. Y cuando se disparan las alarmas, pesan más los miedos que las esperanzas.

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