Acostumbrados, durante años, a la tiranía excelsa de Messi y Cristiano, todo parecía allanado para que dos tipos de tan opuesto repertorio como Mbappe y Haaland, se disputasen el trono de mejor jugador de la próxima década; uno por velocidad y otro por apabullamiento, se miraron a los ojos creyendo no tener a nadie por detrás, pero de lo inesperado surge siempre el outsider y desde el talento extremo, surge siempre el futbolista diferencial.
Durante un lustro, al menos desde que Cristiano marchó a otras tierras, nos acostumbramos a ver al Madrid sobreviviendo gracias al ángel de Courtois, al mando de Modric y a la sapiencia de Benzema. Estos tres tipos, que por sí solos podrían haber construído un monumento futbolístico, se vieron abocados a entender a un extremo brasileño que, tras la duda primero y tras la mofa después, se ha convertido, con su permiso, en el futbolista más diferencial del equipo y, visto como está el Madrid, quizá en el futbolista más diferencial del planeta.
Vinicius aúna las virtudes de los grandes futbolistas de siempre; talento, velocidad, descaro y una capacidad especial para convertirse en imparable. Conocedor de los defectos de los laterales modernos, se sitúa siempre a la espalda para encontrar el pase preciso e iniciar una carrera que le conduce siempre hacia el área contraria. Pero no sólo del desmarque vive el brasileño; cuando trata de encarar en estático, tiene recursos de sobra para salir airoso y ganar la línea de fondo, ya que tiene una culebra en la cintura y dos propulsores en los pies. A tan alto nivel ha llegado su fútbol que se ha convertido, casi sin quererlo, pero con total merecimiento, en el principal arma ofensiva del mejor equipo del mundo.
Con Mbappe en la cuneta y Haaland en el horizonte, Vinicius afronta un mes crucial para convertirse, por derecho, en el máximo candidato a esos trofeos de fin de año que coronan a los mejores futbolistas del planeta. Para ello ha de seguir driblando y sortear las trampas que le pondrá Guardiola en la Champions y los autobuses a los que deberá enfrentarse en una etapa final de la liga en la que el miedo tiene más poder que la ilusión. De su capacidad para seguir saliendo airoso de las trabas dependerá su consagración definitiva como futbolistas. Porque el día a día otorga admiración, pero cuando se es diferencial en los días grandes, es cuando se inscribe tu nombre en los libros de historia.
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