jueves, 11 de agosto de 2011

Mili en Gijón

Durante años me sentí un joven adulto encerrado en el cuerpo de un niño al que negaban la condición de hombre. Eran años de casta hombría, de barbas ralas y cigarrillos de tabaco negro penduleando sobre la comisura del labio. Bajaba al pueblo en las fiestas de guardar y tras cada esquina siempre había un anciano o una anciana dispuesta a asaltarte para escrutarte en dos preguntas "¿Y tú de quién eres?", "¿Ya has hecho la mili?". Tras la primera respuesta, tardaban poco en dar por satisfecha con la curiosidad, pero, tras la segunda eran mayoría las veces en las que me examinaban de arriba a abajo con esa solemnidad marcial que imponen los años y sentenciaban tras sus pasos una vez te habían dejado sin decir adiós: "Pues hasta que no hagas la mili no serás un hombre".

Nunca hice la mili, por lo que aún hoy me asaltan algunas dudas acerca de si realmente terminé convirtiéndome en un hombre o estas ilusiones mías de medianoche siguen siendo el reflejo de un fantasma infantil que se niega a abandonar mi cuerpo. De igual manera, pero en busca de un vestuario donde sentirse importantes, muchos futbolistas abandonan su hogar para forjarse un nombre en cuarteles lejanos de césped recién regado, gradas llenas de recuerdos y aficionados dispuestos a examinara hasta el último paso de su instrucción. La mili, en fútbol, llega siempre en forma de cesiones.

La Masía azulgrana a abundado siempre de chicos precoces cuyo primer mandamiento se reflejaba en el trato del balón. De esta manera, cada delantero y cada defensor salido de la escuela azulgrana, guardaba siempre en el interior el alma de un centrocampista. Fueron pocos, aunque soberbios, los que alcanzaron las mieles de la gloria en el primer equipo, menos aún fueron los que sobrevivieron a la voracidad de la fama y muchos los que tuvieron que buscar cobijo en otros lugares lejos de casa.

A Gijón llegó hace un par de años un imberbe y espigado murciano que había hecho su rodaje en Barcelona y buscaba consolidarse en el Sporting. Tan gratas fueron sus aptitudes que la cesión se convirtió en compra y la promesa de un buen puñado de partidos se transformó en la realidad de un chico indiscutible e imprescindible. Alberto Botía, defensa central de profesión y alma de centrocampista en la intimidad, sabe tratar la pelota porque le enseñaron a amarla, sabe fletar el espacio aéreo porque es audaz en el salto y sabe dominar la anticipación porque conoce los secretos de la colocación. Orden, nobleza y talento. Cualidades de un chico que no hace mucho fue campeón sub 21 y que hoy escucha con ilusión los cantos de sirena.

Anoche, España jugó sin centrales. Albiol hubo de multiplicarse y Del Bosque hubo de parchear la zona con dos centrocampistas que conocen el oficio pero no han nacido para dominarlo. Quizá haya que ir pensando en renovar la zaga. Nuevos aires llegan al centro del campo (Thiago) y nuevos aires limpian de rivales la zona de ataque (Mata). Quizá sea la hora de dar alternativas en defensa y Botía parece una opción. Es joven y ya ha aprendido a ganar. La mili en Gijón le ha hecho un hombre. Ese es el gen de nuestro nuevo fútbol.

2 comentarios:

FERNANDO SANCHEZ POSTIGO dijo...

Me ha extrañado que no haya vuelto al BArcelona. Se trata de un central, por ejemplo, mejor que varios del Atleti.

futbollium dijo...

A mí tambien me choca Botía siga en Gijón , cuando el Barça no anda sobrado de centrales y algún club como el Valencia rastrea el marcado en busca de central , quizá eche una mirada a El mOlinón antes del cierre del mercado .

Unsaludo