lunes, 3 de diciembre de 2018

El mucho ruido y las pocas nueces

La reverberación del eco suele ensombrecer la magia de la luz. El ruido, ese lugar común donde los críticos aúnan esfuerzos para analizar el fracaso, tapa demasiadas veces la verdad de los resultados. Peferimos hacernos propietarios de la polémica y dejamos de lado, la mayoría de las veces, problemas más consecuentes con tal de poder unirnos a la marea de opinión y decir que quizá alguien, en algún momento, se ha terminado equivocando.

Dembele es un chico que no ha parado de hacer ruido desde que llegó al Barça. Bien por su disperso modo de vida, por sus despistes fuera del campo o por ciertas actitudes dentro de él, se ha puesto siempre en el disparadero de la opinión pública. Bastó que su entrenador no contase con él en un partido para que todas las especulaciones estallasen como bombas de racimo. Se habló de cesión, de pérdida de confianza, de fracaso, de dinero tirado a la basura.

Pero nadie se había parado a analizar con causa la situación. Nadie se había parado a contar números y actuaciones y comprobar que, de unos meses hacia acá, Dembele había aportado goles decisivos y asistencias cruciales. Todo el ruido que había provocado servía para tapar el verdadero problema que acuciaba al Barça desde el otro costado; el poco ruido, en general, que venía haciendo Coutinho.

Más allá de las boutades personales, Dembele nunca se ha escondido. En las buenas, en las malas y en las regulares, aparece para pedir la pelota y retar en carrera a su marcador más cercano. Tiene buen pie y así lo acreditan alguna de sus combinaciones, y tiene un buen físico como también lo acreditan sus esfuerzos, a veces extralimitados. Todo lo contrario ocurre con Coutinho. Dotado de una majestuosa calidad técnica, el brasileño tiende a esconderse tras la segunda línea del rival y apenas aparece si no es para tomar libertad en una jugada limpia. Cuando todos han hecho el trabajo constructivo, él aparece, ímpido y letal, acostado en la izquierda, para determinar un último pase o una última opción.

Todo esto sería muy eficaz si no se tratase del jugador de un equipo que ha destacado siempre por tener los mejores generadores de juego. Coutinho tiende a inhibirse en la creación, algo peligroso si tenemos en cuenta que el Barça, poco a poco, a ido perdiendo a sus referentes y ha ido perdiendo, sobre todo, consistencia donde siempre destacaba por su solvencia. La inhibición de los centrocampistas obliga a Busquets a multiplicarse y obliga a Rakitic a contenerse. Uno es un gran mediocentro y otro es un gran volante; el poco vuelo de Arthur y la poca consistencia de Vidal, les está obligando a multiplicarse, penalizando al equipo en muchas fases del juego. Resulta demasiado curioso decirlo, pero el Barça está empezando a perder su poder en el lugar donde se consagró como irrepetible; la parcela ancha.

Por ello, convendría replantearse ciertas consideraciones. Si necesita vértigo, Dembele es un arma potente porque asegura verticalidad y sorpresa. Si necesita balón, Coutinho debería refundirse igual que hizo en el Liverpool de Klopp y sacrificar el gol por el juego. Porque al final se ha terminado generando una situación done el mucho ruido sólo lo pone uno, pero las pocas nueces corresponde, en su totalidad, al otro.

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