lunes, 14 de diciembre de 2020

Un jugador de los de antes

Los ojos grandes, avispados, el rostro enjuto, incluso hasta arrugado cuando esprinta, porque parece un

tipo mayor a pesar de tener tan sólo diecinueve años y conducir el balón como si fuese un genio de los de antes, un tipo de extremo ya en desuso que gusta de encarar, driblar y poner el balón al área, como aquellos número once que nunca faltaban en los equipos de chapas de nuestra niñez, siempre colocados junto a una raya pintada con tiza, siempre dispuestos a correr con agonía hasta la ganar la línea de fondo.

Bryan Gil es un jugador de los de antes. Con esa delgadez extrema podríamos imaginarle incluso con un pitillo en los labios después de cada partido, sonriendo satisfecho por el trabajo bien hecho y mordiéndose una uña pensando en el siguiente partido. Porque con esa manera tan natural que tiene de correr, cualquier diría que no piensa en el rival sino simplemente en regatearle, en seguir viviendo en forma de zig zag, llegar hasta el final y levantar la cabeza para poner un centro de gol.

Porque de eso han vivido siempre los extremos, de ganar duelos, de aprender recursos, de tirar de manual y de forzar, hasta el último suspiro, al lateral del equipo contrario. Bryan Gil amaga con salir hacia adentro y rompe hacia afuera, si se cae se levanta y cuando recupera el equilibrio sigue siendo vertiginoso porque en su manual solamente se conjuga el verbo atacar. La verticalidad es una virtud y la pelota en los pies es la mejor manera de manejarla.

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