martes, 19 de junio de 2018

Anillo al dedo

La confusión nos suele conducir hacia términos dispares. Cuando el foco mediático apunta lo extradeportivo, es cuando solemos disparar contra los actos antes que contra el rendimiento. Algunos se precipitaron pidiendo la cabeza del bautista en una bandeja de plata y quienes vieron al equipo nacional privado de su mejor delantero, se deleitaron porque creyeron haber ganado una batalla que en el fondo les satisfizo más por el ruido que por la consecuencia.

Conviene poner el foco en el rendimiento antes de echar por tierra la reputación de un futbolista. En el tema más candente, la adaptación de Diego Costa a la selección española, no era difícil hallar el resultado; el futbolista no había cuajado con el estilo. Bien porque se encontró partidos poco propicios, bien porque jugó en épocas donde la forma física no era la adecuada, o bien porque, como parece ser, el futbolista no ha sabido interpretar el sistema, el caso es que, hasta ayer, el delantero hispano brasileño no ha sido capaz de cumplir con las expectativas generadas. De aquí que, aprovechando su comportamiento pendenciero en ocasiones, los salvaguardas de la patria se lanzaran a decir que el jugador no merecía la camiseta y que para defender el escudo hacían falta algunos valores y otros tantos sentimientos. Todo muy bonito.

Candente el tema de la selección española donde Costa ha hecho méritos para llegar pero no para permanecer, vayamos un poco más allá y analicemos el mal endémico que atosigó al Atlético durante tres temporadas y que no fue otro la falta de un delantero. Cuando uno analizaba partidos desastrosos del pasado, era cuando terminaba de ser consciente de la importancia que tuvo Diego Costa en la magnífica temporada cuajada culminada con el título de liga. Uno veía al pobre Vietto pelear sin premio contra la defensa rival y no podía menos que añorar aquellos cuerpeos ganadores en los que Costa se llevaba por delante a los defensas a base de fe, fuerza y habilidad. 

No hace falta analizar mucho el sistema de juego del Atlético para darse cuenta del impacto que un delantero como Costa tiene en el juego. Durante las últimas temporadas el equipo se reforzó bien en puestos importantes, pero no encontró ese elemento diferenciador que le situó entre uno de los cinco mejores equipos del continente. Mientras Costa se pegaba con medio mundo en la Premier League con mayor o menor fortuna, el Atlético iba buscando un remedio a su escasez de gol. No cuesta mucho recordar el puñado de partidos que el equipo ganó hace cuatro temporadas con un solitario gol de Diego Costa. Aquellos partidos valieron una liga. No cuesta mucho entender por qué Simeone, cuando le dieron a elegir, solicitó su regreso. Puede tener muchos detractores. Quizá sus defensores se exceden en su valoración. Lo que ofrece pocas dudas es que ahora mismo, Costa, al Atlético, y, por qué no, a la selección, les viene como anillo al dedo.

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