lunes, 6 de febrero de 2012

La Masía

En los primeros años de la década de los cincuenta, el Fútbol Club Barcelona adquirió un solar en el barrio de Les Corts, justo al lado de su estadio de fútbol, con el fin de erigir un nuevo templo, más grande, más fastuoso y donde cien mil barcelonistas pudiesen ver en acción a Kubala cada dos domingos. Anexo al mismo e incluído en el lote, había una vieja masía payesa construída en el siglo XVIII y a quien el Ayuntamiento de Barcelona no daba ninguna utilidad. Rehabilitada la misma, el club la utilizó como taller de confección de la maqueta del nuevo estadio y, una vez inaugurado éste, como sede social del club. Pero una vez que el club mudó su sede social a su actual ubicación junto a la pista de hielo, quedaron en el aire muchas dudas acerca de qué hacer con la vieja masía. Fue en 1979, bajo el mandato de José Luis Núñez, cuando se tomó una decisión que cambiaría, para siempre, la historia del club. Tras una nueva rehabilitación, la masía se convirtió en una residencia para jugadores de las categorías inferiores. Allí se gestó la historia de un centro del campo que se ha convertido en seña de identidad y en marca registrada; Guardiola, Xavi, Iniesta, Cesc, Thiago. Vendrá otro igual de bueno o mejor, todos con su testigo preparado para la siguiente generación, todos con el mismo concepto en la cabeza; la pelota por encima de todas las cosas.

La vieja masía cerró sus puertas el año pasado. Eran muchas las necesidades de una cantera universal y demasiado vetustas las instalaciones de quien vio crecer a la flor y nata del fútbol mundial. Junto a la ciudad deportiva de Sant Joan Despí se inauguró una nueva "masía"; un fascinante edificio que rinde memoria al padre adoptivo de todos los genios; Oriol Tort.

Oriol Tort fue un viajante de farmacia reconvertido a descubridor de talentos gracias a su instinto y su don para encontrar al futbolista universal. En una época en la que el Barça no había encontrado su estilo y vagaba por el mundo de entrenador en entrenador, Tort se las hubo de ingeniar para encontar jugadores que sirvieran igual a Weisweiler que a Michels, igual a Menotti que a Venables. Durante años dictó cátedra junto a niños que lo miraban con la boca abierta y aprendían todo el fútbol y media vida en una charla y media docena de entrenamientos. Él, apodado "el profesor", los mimaba, los escondía de la farándula y les aconsejaba que se mantuviesen lejos de los flashes. Temía que la popularidad echase al traste cada proyecto y se enorgullecía de cada nombre que terminaba integrando el plantel del primer equipo. El día que le rindieron homenaje, una vez que el tabaco había firmado su acta de defunción, Josep Mussons, veinte años presidente del fútbol base azulgrana, dijo que "si tuviésemos que escribir el nombre de todos los jugadores que descubrió, la lista daría la vuelta al estadio". Nosotros nos quedaremos con tres, al azar: Guardiola, Xavi e Iniesta, casi nada. Le dijeron que eran livianos, que no eran fuertes, que no podrían chocar. El miró a los ojos de los agoreros y les preguntó ¿Acaso no véis como manejan la pelota?

Tort formó equipo inigualable con Joan Martínez Vilaseca (entrenador del filial primero y coordinador general del fútbol base después), Joan Oliver (preparador de juveniles), Carles Naval (delegado del primer equipo y dueño de todos los secretos del club) y Toni Alonso (delegado del Barcelona B). Eran los intocables de un Eliott Ness particular que luchaba contra los prejuicios. Al frente de todos ellos, como director general de talentos, estuvo Laureano Ruiz. Él fue el tipo en quien pensó Núñez el día que decidió refundir la cantera del club. Ruiz, cántabro de nacimiento y futbolero de profesión, había sido entrenador del primer equipo en 1976 y Cruyff se había quedado prendado de aquel método de entrenamiento con balón al que él llamaba "rondo". Había nacido formador de futbolistas y por ello no se amilanó ante el reto. Reformó su nuevo despacho y descolgó un viejo cartel que decía "si vienes a ofrecerme un juvenil que mida menos de 1,80, no hace falta que entres". El respondió con seguridad aquello de que "lo que importa es el talento" y, desde entonces, la masía se convirtió en una fábrica de grandes futbolistas. En una de sus últimas entrevistas, ya retirado de los flashes y empeñado en seguir enseñando a los niños, definió el fútbol como "engañar, jugar a la primera y saber colocarse" ¿Os suena de algo? Cerrad los ojos y rememorad a Messi, a Iniesta, a Xavi. Engañan, juegan a la primera y saben colocarse. Son futbolistas de verdad.

Pero si hubo un punto de inflexión en la historia de las categorías inferiores del Barça, este fue la llegada de Johan Cruyff al banquillo del primer equipo. Hasta entonces, la cantera había dado media docena de buenos futbolistas; Carrasco, Rojo, Calderé, Pedraza, Sánchez..., pero sin un patrón concreto. Cruyff introdujo un modelo similar al del Ajax; el talento por encima del físico, el balón por encima de la resistencia, la mente por encima del cuerpo. Todos los equipos de las inferiores pasaron a jugar como el primer equipo: mismo sistema, misma filosofía, misma mentalidad. Consensuó la elección de técnicos y el tiempo, poco a poco, le fue dando la razón.

El primer gran ídolo de masas salido de la cantera era un chaval flaquito, de aspecto débil y mirada desafiante. Decían que era medio organizador y nadie le veía quitándole un balón a la media del equipo rival, pero lo hacía. No por fuerza, si no por inteligencia, por colocación, por su peculiar lectura del juego. Pep Guardiola fue el precursor de una estirpe de futbolistas que escribieron con letras de oro la historia reciente del club. Había nacido un modelo de jugador, el que tiene el partido en la cabeza, el que lee la jugada a la perfección, el que raramente se equivoca, el jugador al que buscan todos para encontrar una solución al problema. Tras Guardiola llegó Xavi y el alumno superó al maestro. Y tras Xavi, sucedieron dos llegadas que cambiaron para siempre el devenir del club.

Tras la disputa de un torneo alevín a nivel nacional, los dos principales clubes del país se lanzaron a por la contratación de un enjuto chaval al que llamaban Andrés. Alcanzar un acuerdo con su club, el Albacete, fue fácil, el siguiente paso era convencer al padre. Tuvo preferencia el Real Madrid, equipo con ascendencia sentimental en la familia y todos se fueron a la capital a escuchar al equipo al que animaban cada domingo. El club les abrió la ciudad deportiva y les enseñó un cuarto en una pensión cercana donde el chaval podría dormir y continuar con sus estudios. Era una buena opción. De Madrid viajaron a Barcelona y el club azulgrana les mostró su cartas: Instalaciones deportivas de primera, una residencia de futbolistas de primer nivel, profesores particulares, una idea, un concepto. No hubo que negociar mucho más. El corazón del chaval cambió del blanco al blaugrana en unos días y la historia de ambos equipos se ha diseñado con caminos opuestos.

Pocos años después hubo un viaje relámpago a Argentina. A José María Minguella le habían contado que habia un niño en Rosario que no paraba de marcar goles y regatear rivales. La primera impresión fue impactante; un niño demasiado pequeño para su edad pegado a un balón tan grande como sus piernas. Habló con el padre y encontró el problema; el niño tenía una enfermedad ósea que le impedía crecer con la normalidad de otros niños. Existía un tratamiento, pero era demasiado caro. El acuerdo fue rápido, el niño viajaba a Barcelona, el club se hacía cargo del tratamiento y le firmaba un contrato. Así fue. Pasaron unos días y el niño, que entrenaba con el equipo alevín, ni recibía el tratamiento ni había firmado contrato alguno. El padre pidió una reunión con Minguella y con el secretaro técnico del club, Carles Rexach, y fue tajante: "O se cumplen las promesas o nos buscamos otro equipo". Rexach, que había visto al niño y sabía que allí había crack para rato, se jugó el puesto y actuó a espaldas de su presidente. Tomó un bolígrafo, cogió una servilleta, y escribió lo siguiente: "En Barcelona, a 14 de Diciembre del 2000 y en presencia de los Sres. Minguella y Horacio (Gaggioli), Carles Rexach, Secretario Técnico del F.C.B., se compromete bajo su responsabilidad y a pesar de algunas opiniones en contra a fichar al jugador Lionel Messi siempre y cuando nos mantengamos en las cantidades acordadas". Gaspart, que no quería gastar dinero en un niño de once años, hubo de tragar con el trato y obedecer las consignas de su secretaría técnica. El pequeño Messi recibió el tratamiento, firmó un contrato y se convirtió en el mejor jugador de la historia del club.

Tras él llegaron otros; regresaron Piqué y Cesc, hijos pródigos que se fueron en busca de fortuna y regresaron en busca de gloria y regresó a escena Pep Guardiola. El niño flaquito se había convertido en un hombre, un entrenador de ideas claras y una revolución en su cabeza. El equipo jugó como nunca, los canteranos asumieron su rol, nunca se vio un fútbol igual y, mientras iban deleitando al personal, fueron naciendo otros proyectos que se consolidaron al calor de un estilo patrimonial: Busquets, Pedro, Thiago, Cuenca, Tello... la lista sigue siendo larga, el trabajo sigue siendo impecable y las bases siguen siendo las mimas. El talento por encima del físico. Engañar, jugar a la primera, saber colocarse. Dictados de precisión, mandamientos de un club que creció cuando decidió tirar sus complejos a la basura. Historias que nacieron tras las paredes de un viejo caserón payés del siglo XVIII, historias que perdurarán tras las paredes de un moderno complejo situado a las afueras de Sant Joan Despí. No importa el lugar, importa la idea.

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