lunes, 3 de abril de 2017

La disyuntiva

La disyuntiva es esa herramienta de doble filo que el entrenador debe manejar con soltura y habilidad con ambas manos. La mano derecha, como rey en plaza, debe ser usada para que los vasallos, convertidos en este mundo mediático, en niños ricos con hambre de acaparación, cumplan sus órdenes a rajatabla y solamente se salten el guión para producir excesos maravillosos. La mano izquierda, al contrario, debe ser usada con precisión para lograr que no quede suelta ninguna pieza del engranaje. Ya sabemos como se las gastan los futbolistas; a más prensa más ego, a más ego, más necesidad de sentirse imprescindible.

Durante la segunda temporada de Ancelotti como entrenador, el Real Madrid funcionó como un reloj desde septiembre hasta enero. Encadenó una racha de triunfos tan impresionante que hizo temblar los cimientos del libro Guiness de los records. Su contundencia, establecida en la parte superior del vértice de ataque, se acomodaba en la línea de creación. Allí, mientras a Kroos le respetó el físico y a Modric le respetaron las lesiones, se bulló un fútbol vertiginoso y, en ocasiones, deslumbrante.

En aquella línea de creación, apareció el colombiano James Rodríguez para dotar al equipo de una nota de distinción que lo convertía definitivamente en diferente. Muchos disintieron del fichaje debido a su alto precio. Daba la sensación de que se pagaba ochenta millones por un tipo por el simple hecho de haber hecho un par de apariciones espectaculares en el mundial. Pero el tiempo, una vez más, fue ese imparcial juez que dio razones a quienes creyeron en el colombiano.

James es un tipo listo que conoce como pocos los conceptos del juego. En su caso, del buen juego. Aprovecha su falta de velocidad para tirarse a un costado y arrancar hacia adelante con paredes. En su caso, encontró dos socios perfectos en Benzema y Marcelo. Sabe poner la pelota en el área en el momento preciso y, si se presenta la ocasión, golea con belleza porque tiene un toque de balón excepcional.

Todo pareció venirse abajo cuando James se lesionó del tobillo recién nacido el año 2015. Quedaba un mundo por disputarse y de los pies del colombiano habían nacido casi la mitad de las jugadas de gol del equipo. Pero la preocupación se tornó en menor cuando apareció en liza el malagueño Isco Alarcón.

Isco es un futbolista completamente diferente. Menos centrocampista que James, es más habil en la conducción, más desequilibrante en el regate y más rápido para filtrarse entre líneas. Mientras Modric y Kroos sujetaron al equipo, Isco pudo jugar con libertad y mostró lo mejor de su repertorio. Se hizo habitual de los vídeos de Youtube y la red se inundó de sus pequeños detalles: rabonas, caños, taconazos, sombreros.

Pero Isco es un jugador menor cuanto más se aleja del área. Cuando hubo de asumir más responsabilidad en la creación es cuando se vieron sus carencias. Falto de físico y de entendimiento, sus conducciones se convertían en interminables y cuando llegaba al borde del área encontraba al rival armado, por lo que le costaba un mundo convertirse en el genio creativo de meses atrás.

Comprobadas las carencias, resultó lógico que Ancelotti volviese a apostar por James cuando este se recuperó de su lesión. El equipo no volvió a la fiabilidad de antaño porque Modric seguía en la enfermería y a Kroos se le acabó la gasolina. Pero durante algunas semanas se atisbó la esperanza de que el equipo podía regresar a la excelencia del primer tercio de curso. Quedaba claro que para el 4-4-3, James era más útil porque era mejor como centrocampista.

Ahora, sin embargo, hemos comprobado que las piezas, para Zidane, encajan de una manera completamente diferente. El francés le ha utilizado, con éxito, en el 4-4-2 que pergeña cada vez que el malagueño hace acto de aparición. Teniendo en cuenta de que la BBC sigue siendo poco más que innegociable y que el medio sigue siendo gobernado por Modric y Kroos, Zidane, que habla poco pero piensa bien, ha sabido adaptar las condiciones de Isco a los partidos menores.

Y es aquí donde aparece la disyuntiva de Zidane y su capacidad para manejar al futbolista con ambas manos. Para un puesto donde el mediapunta juega con respaldo, Isco es un futbolista ideal, porque podría convertirse, bien arropado por detrás y con dos o tres tipos por delante, en una versión reciclada del mejor Valerón que vimos en el Dépor. Un regateador insultante y un pasador excelso con una gama de recursos a la altura de los mejores. James, por el contrario, sería capaz de aportar al equipo ese factor que tan contento pone a los entrenadores: equilibrio. Y, además, ese punto de fantasía que vive en su pierna izquierda y que le convierte en distinto a los demás. Pero más allá de las características queda el poso del peso que ambos jugadores tienen en la plantilla. A día de hoy, con James apartado de la competitividad y con Isco en fulgurante ascenso, queda saber cual es el papel real de ambos en la mejor plantilla del mundo, porque más allá de su ordinario o extraordinario rendimiento, queda la sensación de que cuando el equipo se juega los garbanzos, ambos son carne de banquillo y que el once de gala de verdad, ese que se recuerda de carrerilla por jugar clásicos, derbis y finales, no cuenta en ningún caso con su presencia.

Zidane tiene, pues, a dos peloteros únicos y un esquema que parece invariable. Es un tipo enfrentado a una disyuntiva maravillosa. Querría saber cómo encajarlos y pese a su rendimiento aún no sabe en qué lugar situarlos. Algunos creen que entrenar tantos egos es un ejercicio de maquiavélica habilidad, un viaje en la cuerda floja con el éxito como único objetivo. Pero habría muchos lobos de banquillo que venderían su piel por estar en el pellejo del francés.

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