El error era la única esperanza del Barça. El Chelsea defendió bien;
cubrió los pasillos centrales, taponó los carriles, ahogó a Messi y no
permitió a Suárez recibir de cara. Por ello, una vez se hubo puesto por
delante, fueron muchos los que se vieron abocados al desastre porque el
Barça jugaba en un rondo perpetuo pero carecía de profundidad. Un equipo
plano, muy correcto en la circulación y muy preciso en la triangulación
en corto, pero que veía como las luces se apagaban en
la zona de tres cuartos. El mérito, claro está, era de un Chelsea que
había trabajado el partido desde hacía meses, que conocía a fondo los
secretos el Barça y que alejó a Messi del área no concediendo faltas en
la frontal y cortocircuitando el pase hacia los laterales. De aquella
forma sólo el error se presentaba como espontáneo aliado de un Barça que
picaba pero no horadaba, que insistía pero no asustaba. Y el error
llegó de la peor manera; porque una defensa que había dado un clínic de
seguridad, olvidó los preceptos básicos del fútbol y jugó un balón en
horizontal dentro de su propio área. Si Iniesta y Messi están por medio,
el error es un caramelo. En la vuelta, a priori, el Barça parece
favorito, porque cuenta con la ventaja y con el factor campo, pero ojo,
que nadie se olvide que, nos guste más o menos, este Chelsea tiene un
plan. Y anoche, durante muchos minutos, comprobamos que lo sabe
ejecutar.
Que salga el sol por Antequera
Hace 15 horas
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