Los intereses espurios, las ganas
de dividir, el ansia por el titular, y sobre todo, la batalla por la
destrucción ajena, ese fin tan común del ser humano que, guiado por la rabia,
tiende a odiar el éxito ajeno porque sabe que cada conquista de su vecino es
una muesca contra su parcela de orgullo personal.
Estar por delante del más
poderoso siempre estuvo mal visto. Durante años, fue motivo de mofa fácil eso
de tener un compañero atlético en la oficina. Cada lunes, por haber sido
cómplice silencioso de un ridículo nacional, el compañero indio era la presa
más fácil dentro de la jungla de la diversión. Mientras callábamos éramos más
guapos porque sabían que su superioridad, aunque intosible, más que
prolongarse, lo que hacía era perpetuarse. Cómo iban a imaginar ellos que les
iba a salir un grano en la plenitud de su nalga.
Nos han ganado dos finales de
Champions, nos han apeado otras dos más en las rondas, han ganado una liga
ganándonos en campo propio y aun así sigue recelosos de quien nos devolvió el
orgullo. Porque hubo un tiempo en el que el Atleti no le peleaba la liga, no le
peleaba la copa y, lo que es peor, no le peleaba la Champions. Era más cómodo
tener un despojo por vecino, tener un residuo al que devolver, después de cada
previa de derbi, al cubo de la basura.
Por ello, cuando encuentran un
motivo para la desestabilización, saltan como buitres porque para ellos, la
carroña es su plato favorito. No hace mucho que fue el propio Fernando Torres
quién salió a decir que no permitiría una división en el atlético entre él y su
entrenador. Dio igual. El entorno y aquellas chinches de lunes negro ha pasado
al ataque porque para ellos es más útil un Espanyol que un Inter de Milán. No
quieren compartir la tarta y prefieren dividir porque saben que en aquel
precepto romano del “divide y vencerás”, pueden encontrar un motivo de
discordia, el punto de soldadura donde quebrar la fusión generada entre una grada agradecida y un entrenador apasionado.
Deberían saber que aquí no existen torristas ni cholistas, que no hay dos bandos porque nosotros no somos de esa especia de pseudoaficionado al que de manera tan sibilina quiso bautizarles uno de sus últimos entrenadores. Aquí, el único bando, la única misión, el único sentido de nuestras aspiraciones es uno y se llama Atlético de Madrid. Que lo sepan los metemierdas, que lo sepan los interesados, que lo sepan los hijos de la pataleta. Si no les basta con ganar, que aquí no vengan a pisotear. Ni dos, ni mil; somos uno, somos propios.
Deberían saber que aquí no existen torristas ni cholistas, que no hay dos bandos porque nosotros no somos de esa especia de pseudoaficionado al que de manera tan sibilina quiso bautizarles uno de sus últimos entrenadores. Aquí, el único bando, la única misión, el único sentido de nuestras aspiraciones es uno y se llama Atlético de Madrid. Que lo sepan los metemierdas, que lo sepan los interesados, que lo sepan los hijos de la pataleta. Si no les basta con ganar, que aquí no vengan a pisotear. Ni dos, ni mil; somos uno, somos propios.
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