Antes de convertirse en el semi dios que se consagró como el gurú del barcelonismo moderno, Cruyff era un tipo de caprichos excelsos que llegó a extasiar, y mucho, a la grada del Camp Nou. Cierto día se le antojó el fichaje de un paraguayo del que nadie había escuchado hablar. Llegó a mitad de temporada, le puso de titular en un partido contra el Real Madrid y apenas se volvió a saber de él. Sabemos que le marcó un gol al Málaga porque quedan imágenes que así lo atestiguan. Aquel debió ser su único y último partido como titular. De posición incierta, en uno de sus vaciles habituales, Cruyff le puso el número cuatro y le situó en una situación intermedia entre el centro del campo y la delantera. En el mismo lugar en el que Bakero, durante los siguientes años, sentaría cátedra y escuela.
Que salga el sol por Antequera
Hace 15 horas
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