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Existen tipos de olfato fino que no necesitan interpretar el juego para
conocer los secretos del área. Otros, más sofisticados, prefieren
interactuar con los centrocampistas
antes de hacerse invisibles y aparecer en el área y fijar su objetivo en
la red de la portería rival. Los hay más rápidos, más listos y más
fuertes. El catálogo es tan extenso que cualquiera puede condicionar su
juego en función de las cualidades de su delantero; lo realmente difícil
es encontrar un tipo que se amolde a cualquier circunstancia y a cuya
mano puedas agarrarte en el borde del precipicio.
Hay jugadores que, por inesperados, constituyen un soplo de ilusión en
el sueño constante de cada afición. Durante los dos últimos años hemos
ido viendo la evolución del Manchester City de un equipo dominador a
otro dormido para pasar de nuevo a un quiero y no puedo que le está
castigando por la ausencia de finalización. Una vez que Agüero ha
perdido el hambre y que Iheanacho sigue siendo un proyecto de
finalizador sin la necesaria consistencia, a Guardiola no le queda otra
que agarrarse a la tabla de Gabriel Jesús para salvar unos muebles que
la corriente del río está arrastrando hacia una catarata infinita.
En Gabriel Jesús se adivinan las grandes condiciones de los mejores
delanteros brasileños, que es casi como nombrar la biblia del gol. No
solamente es rápido y hábil, condiciones con las que ya cuentan muchos
de los delanteros de la actualidad, sino que también sabe interpretar el
juego de posición. Se tira a la banda para dar oxígeno al centro del
campo, juega de primeras en la zona de tres cuartos y acompaña la jugada
siempre de frente para encontrar el gol en las mejores condiciones.
No es de extrañar, pues, que la lesión del brasileño haya caído como un
puñal en el corazón de un equipo que amagó con reinventarse y ha tenido
que regresar al juego posicional. El fútbol gira en torno a Silva
porque no hay un mediocentro creativo sobre el que posar el juego, De
Bruyne es más un contragolpeador que un director y Sterling y Sane
dependen del espacio en un equipo que no los encuentra. Sin alas y sin
director, Agüero se ve abocado a su propia melancolía. Durante un par de
meses, Gabriel Jesús iluminó el camino de un equipo encerrado en un
callejón sin salida. Ahora solamente falta saber qué ocurrirá en su
vuelta para terminar de saber si el problema del City es estructural o
simplemente coyuntural.
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