Las crisis
de identidad conducen a un momento crítico, casi fatídico, en el que tienes que
replantarte mil cosas, pero casi todas las dudas conducen a una misma
bifurcación ¿Seguir así o retroceder? ¿Hacerle caso a la gente que me dice que
ahora estoy más guapo o regresar al look desaliñado y seguir conquistando
lugares por imposición? Cuando la gente dispone, generalmente ya se han
dispuesto todas las cartas y es en la jugada perdedora, generalmente, cuando
lanzan el reproche de condena. “La has cagado, chaval”. Ese puñal en la espalda
con el que habrás de sobrevivir mientras buscas un nuevo punto de partida.
La
muchedumbre invicta, toda aquella prole de opinadores que nunca pierden porque
siempre hablan al calor del resultado, le han afeado a Simeone lo contrario de
lo que le venían afeando durante los años anteriores. Cuando se ganaba mucho se
ganaba mal y ahora que, según ellos, se estaba ganando bien, resulta que el
camino de baldosas amarillas no conduce a Oz sino al precipicio. Audacia lo
llaman ahora. Cuando lo realmente cierto es que el equipo se ha envejecido en
la contención y se ha rejuvenecido tanto en la creación que debe asumir que
quizá esté cerrando un ciclo y debe tener paciencia a la hora de iniciar un
nuevo que, quizá por ser distinto, no tiene por qué ser peor.
Los que
reclamaban el regreso de Koke al costado son los mismos que hace un mes
aplaudían su capacidad para generar fútbol entre líneas. Decían que por fin el
Atleti había encontrado un metrónomo y despreciaban, sonrisa lacónica, aquellos
tiempos en los que Tiago era capitán general de la nave porque para ellos, un
Atleti más débil defensivamente es un Atleti más incapaz de ganar. El problema
está en pensar que el cambio de estilo puede hacerte más débil defensivamente.
Dejar de creer significa dejar de sentir. Dejar de sentir significa dejarte
matar en cada balón dividido.
En una de
los lances del partido ante Las Palmas, y que sirvió de inicio para la
regeneración, Correa corrió como un poseso en busca de la pelota en un
contragolpe rival. Cuando Calleri se asomaba al área y masticaba el gol, el argentino
metió la pierna y rebañó la pelota. Eso es el Atleti de Simeone. Once soldados
capaces de morir en defensa por proteger su guarida. Sin eso, más allá de
sistemas y disposiciones, el equipo está destinado a morir. Sin esa implicación
pueden jugar de mil maneras y en todas de ellas saldrá perdiendo. El zorro
puede perder los dientes, pero nunca debe perder la manera de morder.
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