Las reivindicaciones de verdad, esas que quedan
plasmadas con el tiempo en la retina del aficionado, se hacen en los escenarios
difíciles, contra rivales de enjundia y en partidos de pronóstico reservado.
Una de las virtudes del buen entrenador es la de
percibir aquellos detalles intangibles, que parecen insustanciales pero
terminan resultando claves, y manejar sus cartas en base a cambiar un naipe
pero no variar el rumbo de la jugada.
El centro del campo del Barça funciona,
generalmente, como un reloj. Y lo hace porque
Busquets e Iniesta se erigen en monarcas del juego y porque hay un tipo que
ejerce de peón abnegado y rompe el dibujo prefijado para incorporarse al medio
y paliar, así, las nefastas consecuencias que podría acarrear la inhibición de
Coutinho como medio defensivo.
La actuación de Sergi Roberto, ante rivales
difíciles y en estadios otrora inaccesibles, suelen ser un marco para la
abnegación. Aparece siempre para ofrecer un auxilio, juega casi siempre de
primeras y muestra un dinamismo que le hace convertirse en casi invisible para
los centrocampistas rivales.
Por ello, cuando Messi sale a escena, son muchos
los que obvian el paroxismo de los secundarios. Valverde, como Luis Enrique
antes, ha captado ese detalle que parecía insustancial pero que termina
resultando fundamental. Sergi Roberto se reivindica cada fin de semana. Fue el
ingrediente secreto que utilizó el entrenador asturiano para apuntalar un
centro del campo exigido de auxilio y es la torre de marfil sobre la que Valverde
juega a los enroques en sus partidas más importantes.
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