miércoles, 12 de septiembre de 2007

En la frontera de una nueva época

1974 marcó la historia de nuestra vecina Portugal. Desde sus puestos y portales, los carros de combate, los fusiles y los corazones tomaron la calle con un clavel prendido en el alma y apuntando hacia el cielo. Allende nuestras fronteras, China firmaba un decreto por el cual se prohibía la entrada al país a turistas extranjeros, los soldados israelíes abandonaban el Canal de Suez tras años de ocupación ilegal, los países islámicos más desarrollados acordaban ayudar a los países en vías de desarrollo y un terrible terremoto asolaba la capital de Perú. En su particular guerra de las galaxias, EE.UU. ponía en órbita el Mariner para conocer la superficie de Mercurio y un poco más cerca, en la localidad francesa de Suresnes, el clandestino Partido Socialista Obrero Español proclamaba a Felipe González como su nuevo Secretario General.

El séptimo arte lloró la pérdida de Vittorio de Sica y mientras el gobierno franquista ejecutaba a Salvador Puig Antich, las salas de cine estrenaban la gran obra maestra de Francis Ford Coppola, "El Padrino II". En el plano deportivo, el Barça ganaba la liga tras catorce años de sequía y Mohammed Alí se citaba con George Foreman en Kinshasa para disputar el combate del siglo. Miles de kilómetros al norte, las figuras del fútbol mundial se concentraban en Alemania para disputar el décimo mundial de fútbol.

Fue un mundial en el que no estuvo Albania. Realmente nunca estuvo en uno, pero en su fase de clasificación había dejado una histórica victoria frente a Finlandia consiguiendo, así, la primera victoria en sus cuarenta y tres años de práctica futbolística. También hizo historia, pero de manera más negativa, Baldomero Gigán, presidente de la Asociación del Fútbol Argentino, quien en puertas del mundial decidió prescindir del eterno Sívori por desavenencias, para tomar del brazo a Vladislao Cap y hacerle firmar su nuevo contrato como seleccionador en una pequeña oficina situada tras las boleterías del Teatro Ópera de Mar del Plata.

Fue un mundial desastroso para Argentina en todos los conceptos y una tumba infinita para "el polaco" Cap, quien, semanas antes de viajar a Alemania dirigía los destinos del América de Cali y de buenas a primeras se encontró con un grupo de jugadores cuyas personalidades desconocía y con quienes le faltó mano izquierda e ideas orientativas.

Adidas irrumpió en el fútbol derribando muros y tradiciones. Monopolizó el balón, la ropa y el comercio. Incluyó, por vez primera, el número de cada jugador inscrito en el pantalón y fabricó para la ocasión un balón impermeable, con lo que los partidos con lluvia dejarían de ser tan pesados. Equipamiento que, junto a futbolistas, periodistas, aficionados y hasta los conjuntos folklóricos que actuaron en la inauguración, quedaron aseguradas, por vez primera, por una póliza millonaria y es que toda precaución era poca una vez que la acción terrorista de "Septiembre Negro" en las olimpiadas celebradas dos años antes, había dejado el recuerdo más triste en las ciudades alemanas.

Pero el único recuerdo negro que dejó el mundial fue el de la participación de dos selecciones exóticas que pusieron guinda, color y globalización a un deporte que llevaba años dominando cabezas, almas y corazones. Una de ellas fue Zaire, quienes tras caer derrotados ante Escocia en su esperado debut, decidieron convocar una asamblea de brujos, pagarles billete de avión y alojarles en el mismo hotel en el que se encontraban los jugadores para permitirles idear un conjuro que les condujese hacia la victoria en su siguiente enfrentamiento contra Yugoslavia. Como daba la casualidad de que Vidinic, el seleccionador de Zaire, era yugoslavo y no creía en fantasías, denegó el acceso de los brujos a sus jugadores consiguiendo la cólera de aquellos y la pública acusación de traicionar los valores de quienes le pagaban para favorecer a los de sus paisanos. Finalmente, sin brujos, sin conjuro y sin motivación y en medio de una disputa interna, Yugoslavia venció por nueve a cero y poco más se volvió a saber de Vidinic y sus futbolistas.

La otra selección exótica fue Haití, quien tuvo en Enmanuel Sannon a su héroe nacional. Tras batir a Italia y a Polonia, las derrotas cosechadas habían quedado en simple anécdota, y en plena felicidad participativa, se enfrentaron a Argentina para juzgar la capacidad de los albicelestes de cara a clasificarse para la siguiente ronda. Argentina ganó y esperó que Polonia hiciese lo mismo con Italia para sacar el billete que le alejase de la deploración.

Y en el deseo nació otra historia. Cuando el partido llegó al descanso con victoria polaca por dos goles a cero, varios jugadores azurri se acercaron a sus rivales para ofrecer diez mil dólares por un empate. No fue la dignidad lo que causó el rechazo polaco sino una mejor oferta recibida horas antes, según la cual recibirían un montante de veintidos mil dólares por la victoria. El acuerdo lo habían sellado el delantero polaco Grzegorz Lato y la AFA utilizando como intermediario a un reportero gráfico del diario "La Razón". Polonia ganó el partido, pero pasaron los años y ningún jugador recibió la cantidad prometida. Algunos dicen que el reportero se marchó con el dinero y nunca más se supo de su presencia. Hay otros que señalan a Lato como el dueño del negocio y el guardián definitivo de la prima.

Pero no llegaron más lejos las intenciones Argentinas. En parte porque se encontraron con Brasil pero, sobre todo, porque se encontraron con Holanda. Y es que Holanda era fútbol puro jugado a toda velocidad, exigente con cada lance y espectacular en cada concepto. Ante el asombro general, hubo quien se atrevió a preguntar a Cruyff por aquel nuevo y revolucionario sistema y Cruyff fue claro al tiempo que conciso; "No hay sistema". No había sistema porque cada jugador ocupaba el lugar preciso en el momento correcto, no había sistema porque no había táctica capaz de acaparar tanta precisión a tanta velocidad, no había sistema porque cada futbolista era un espíritu libre en ataque y un perro de presa en defensa. Holanda borró a Argentina y mientras un pequeño país celebraba sus días de vino y rosas, un gran país lloraba un nuevo fracaso. Y ya eran demasiados.

Y si en la victoria habían tenido que celebrar el pase a regañadientes por una velada acusación de incentivación ajena, en la derrota hubieron de sufrir la noticia de la muerte de quien, durante décadas, fue líder político y espiritual del país. Desde luego, no fue un mundial tranquilo para Argentina y mientras algunos futbolistas, como Houseman, lloraban la muerte del general Perón, a otros el disgusto les llegó más por el velo que por la pérdida. Cuentan que Babington y Perfumo jugaban un disputado partido de ping pong y en pleno empate a veinte puntos alguien vino a avisarles de que debían abandonar la concentración para guardar luto y honor a su presidente. "El Mariscal" apretó los puños y escupió una maldición incómoda; "La puta. Ya no podremos terminar la partida".

En la final, a la asombrosa Holanda le esperaba la rocosa Alemania Federal. Era un enfrentamiento entre dos estilos; entre lo clásico y lo moderno y, en un análisis mucho más mediático, entre Johan Cruyff y Franz Beckenbauer. Ganó Alemania y ninguno de ellos fue héroe. De Cruyff recordaremos su omnipresencia y de Beckenbauer su dirección ejemplar, pero la final la ganó Gerd Müller quien, con su gol ratonero, daba el título a su país y batía un record de dieciséis años. Nunca nadie había conseguido anotar catorce goles en fases finales de un mundial y hasta el pasado año, de nuevo en Alemania, cuando Ronaldo anotó su gol número quince, nunca nadie lo había logrado superar. Aunque para hablar del delantero brasileño necesitaremos redactar otro capítulo de estas curiosas historietas de la historia.

lunes, 10 de septiembre de 2007

Patada Atómica

Con zurdas así resulta difícil no alcanzar el cielo. Del Brasil del 70 nos queda la leyenda contada mil veces de una delantera de cinco dieces acoplados de forma perfecta a un sistema dibujado para triunfar. Jairzinho, Pelé, Gerson, Tostao y Rivelino. De este último conocemos su facilidad para patear el esférico, su habilidad para regatear a sus rivales en el espacio ocupado por una baldosa y la felicidad que aportaba a un fútbol de esplendor.

Del partido de cuartos de final ante Perú recordamos al maestro Didí conteniendo las lágrimas ante el himno brasileño mientras apoyaba los puños en el banquillo enemigo y el poso de un partido para el recuerdo cargado de goles y cientos de detalles. El primero de ellos lo dejó Roberto Rivelino. Al de Sao Paulo le apodaban "Patada Atómica" por su peculiar e imparable forma de golpear el balón. Zurdo cerrado, con una soberana presencia física y una magnífica relación con la pelota, cada vez que intuía la presencia del cuero no pensaba dos veces el disparo. Y así lo hizo.

Corría el minuto once, Perú era un rival digno de aquel equipo legendario; intentaba parar el juego, dominar el balón y aprovechar el talento de sus atacantes. Perú era un buen equipo pero Brasil era mejor. Tostao recibió dentro del área, como en su imaginación cabían toda clase de conceptos, el defensor decidió marcarle de cerca aún a riesgo de cometer un error que le dejase en evidencia, pero el nueve no se complicó, descargó hacia atrás y en el borde del área apareció Rivelino. El resto es historia. Un zurdazo raso, con curva, pegado al palo, imparable. Un zurdazo perfecto. La senda quedó libre de matorrales incómodos, Rivelino abrió el camino a la semifinal y Tostao y Jairzinho se encargaron de adoquinarlo. Les esperaba Uruguay, otra vez Uruguay. Pero esa, como tantas otras, es otra historia.


jueves, 6 de septiembre de 2007

La leyenda que reivindica y la novedad que deslumbra

Existen personas que gustan de echar mano de la estadística para apoyar sus legítimas defensas. Los que prefieren hechos recientes son los que suelen hablar en voz baja y con mayor posesión de la razón en su uso de la verdad. Luego están los oportunistas, meros estudiosos del momento que durante meses abrochan sus labios con cremallera y de repente salen desde cualquier rincón para reprochar la falta de fe en el ídolo caído.

Con Raúl, como ídolo de un madridismo en constante estado de crecimiento, nunca se aplicó la moderación a la hora de examinarle. Cuando los goles caían de su cuerpo como fruta madura, los aduladores de su entusiasmo exclamaron a gritos los máximos galardones para el chico de sus sueños. Cuando el ángel que durante años residió en su alma decidió coger las maletas para arrojarle al pozo de la necesidad, la guardia pretoriana que durante años dio la cara por él se dividió en dos frentes contrapuestos; los que preferían recordar y los que optaron por olvidar.

En la defensa desmesurada de los primeros se escondía un apretón de dientes que delataba rabia y deseaba el regreso. En la crucifixión de los segundos había un discurso despectivo que en ocasiones rozó la falta de respeto. Y cuando parecía que ni unos ni otros se iban a poner nunca de acuerdo, el siete decidió asomar la cabeza de nuevo y deslumbrar, con goles, la penumbra que le asolaba.

A los que somos tipos de paz, devotos del presente e ilusos del futuro, el tema Raúl nos parece un debate rancio y fuera de contexto. De Raúl siempre admiré su constancia, a Raúl siempre le aplaudí por su inteligencia fuera de lo común, sobre Raúl he hablado tanto que ya tengo la memoria cansada. Cuando Luis decidió apartarle de la selección actuó con la valentía que les faltó a cada uno de los entrenadores que pisaron el banquillo blanco durante los últimos cinco años. Claro es que contaba con la ventaja de no tener que aguantar la presión diaria de un capitán escudado por una leyenda, pero no era menos cierto que la selección, en la vorágine de su continuos fracasos, no necesitaba una leyenda, ni un mar de alientos, ni tampoco un maratón por partido, sino que necesitaba goles. Esos mismos que un día hicieron de Raúl una institución incuestionable y cuya ausencia le entromenten hoy en el circo de los debates.

Ocurre que ahora que el capitán recupera el juego, el grupo ha aprendido a jugar y ganar alejando de su entorno la sombra del que fue su guía. Ocurre que ahora que el siete recupera el crédito, Luis ha encontrado un once que no quisiera desquebrajar. Ocurre que ahora que Raúl recupera el gol, tiene que comtemplar, impotente, como Silva, Villa y Torres le han adelantado en su carrera por la gloria.

Y mientras Raúl señala su número y aprieta en el sprint por alcanzar a aquellos que osaron obviar su fama y fortuna, el circuito, siempre dispuesto a formar promesas, nos presenta un nuevo bólido de carrocería brillante y combustión arrebatadora. Como nos encanta eso de forjar nuevos ídolos al tiempo que arrojamos a la basura aquellos que ya no nos valen, nos deslumbra el arrojo, el descaro y el talento natural de Bojan Krkic, un chaval nacido para triunfar y una de esas estrellas que de vez en cuando aparecen en el firmamento para volver a guiarnos hacia el Belén de nuestros sueños.

Y es que en el Bojan de hoy descubrimos los valores del Raúl de ayer. El adolescente que irrumpe derrumbando puertas, saltando fases y acribillando porterías. El descaro juvenil de un talento imparable y el reconocimiento unánime de un jugador distinto. Mientras nos empeñemos en seguir mirando hacia atrás seguiremos sin darnos cuenta de que lo que tenemos por delante es más importante que cualquier debate infructuoso.

Raúl fue el pasado de un equipo que quiso y no pudo y Bojan es la esperanza de un país que nunca dejará de soñar mientras seca las lágrimas de su contínuo fracaso. Dejemos de preguntarnos por ausencias indelebles y comencemos a apostar por presencias apremiantes. Raúl tuvo la confianza que se ganó y si ahora le respetan es porque quiso y supo dar el golpe necesario en el lugar adecuado. Esa es la confianza que ahora necesitan Bojan y sus compañeros para no caer en el mismo olvido en el que se perdieron tantas y tantas promesas, y es que si nos empeñamos en mirar hacia el lugar equivocado mientras seguimos convirtiendo en picadillo nuestros productos de primera clase, continuaremos siendo una comparsa, porque para las grandes exigencias solamente valen los grandes jugadores, y mientras sigamos careciendo de ellos seguiremos cayendo en el mismo problema y la misma desazón de siempre.

martes, 4 de septiembre de 2007

El fútbol de Javi

Molina; Aguilera, Santi, Solozabal, Geli; Bejbl, Caminero, Simeone, Pantic; Kiko, Esnaider.

Imposible olvidarles.

Todavía no era muy consciente de la situación que estaba viviendo. Como cualquier otro niño pequeño, correteaba a todas horas por las calles detrás de un balón, con la ilusión de llegar a ser futbolista. A los 6 años, muchos somos del mismo equipo. ‘Del que gana’. Otros son del Madrid porque su padre le encasqueta un pijama merengue, otros por ser el equipo de la ciudad, otros por tradición familiar…y los hay como yo, nacen destinados a ser de un equipo.

Mi padre, no muy futbolero, me solía llevar al bar a ver a su Madrid. Será por llevar la contraria, pero me alegraba cuando perdían. Yo no tenía claro de que equipo era, sin embargo dos horas fueron mas que suficientes para que me quedase marcado de por vida. Me senté frente al televisor, una fría noche de marzo del 97’ para presenciar el choque entre Atlético y Ajax, la vuelta de los cuartos de final de la Champions League, en el Vicente Calderón.

El Atlético sacó un gran resultado en la ida, y debía resolver ante su gente, bastaba una victoria por la mínima. Todo empezó bien, el arte de Kiko saltó a la palestra y un gol suyo ponía al Atleti por delante. Al final se torcieron las cosas, fue un encuentro vibrante donde el Atlético dio un recital de buen fútbol y solo la maldita mala suerte se cebó con el entonces actual campeón español impidiendole avanzar más en la máxima competición continental.

Me enamoró ese equipo, capaz de hacerme disfrutar como un enano, y de llorar a moco tendido en tan poco tiempo. Lo tenía todo. La garra de Simeone, el toque de Pantic, la magia de Kiko, las subidas de Aguilera…a partir de ese día, yo ya era uno mas en la parroquia colchonera. Años después llegarían los goles de Vieri, la calidad del irregular Juninho, la fuerza de Hasselbaink, el talento puro de Luis García, la aparición del Niño Torres…ahora es Agüero el que mas esperanzas me da. Héroes, jugadores con los que te identificas, y que llegas a mitificar, pero ninguno tan importante como el propio equipo.

Últimamente corren malos tiempos en la ribera del Manzanares. Quizá en la peor época de nuestra historia, con unos delincuentes que tienen secuestrado al club. Pocas buenas noticias acompañan a un club que se ha acostumbrado a vivir como un Pupas cuando debe ser siempre ganador. Un club que siempre fue capaz de todo. Capaz de perder la Copa de Europa en el último minuto de la prórroga y al año siguiente levantar la Intercontinental tras una remontada épica. Capaz de bajar a segunda y batir el record de abonados. Capaz de ganar nueve ligas, nueve copas, o una recopa. De lo mejor, y de lo peor.

En este pequeño rincón, he elegido hablar de mi Atleti. Pablo no me pedía nada concreto, podría haber hablado de otros recuerdos futbolisticos, de mis veranos en el pueblo siguiendo a la selección española, de cómo unas simples galopadas del descarado ‘Golden Boy’ Owen en Francia 98’ me acercaron al Liverpool, de Steven Gerrard, mi gran ídolo o simplemente de las míticas colecciones de cromos en la infancia. Muchos temas, que aquí no tienen cabida. Elijo hablar del Atleti porque es lo que mas valoro. Nada en esta vida es comparable a sentir al Atleti como hacemos los colchoneros, al menos para mí. Ser seguidor del Atlético de Madrid va más allá del fútbol. La relación entre el hincha rojiblanco y el equipo supera límites insospechados. Es una comunión infranqueable, una especie de amor-odio, que recuerda a la vida misma. Cuanto más daño te hace, mas le quieres.

Hay ocasiones en las que el fútbol se sumerge tanto en tu vida, que te afecta emocionalmente. Supongo que no seré el único al que le pasa esto todos los días. Las consecuencias a veces pueden ser muy traicioneras. Yo no daría marcha atrás a nada, porque para mí, como para muchos, el fútbol está por encima de todas las cosas.



P.D. Javi es un joven aficionado al fútbol, apasionado del Atleti y del Liverpool y fan incondicional de Steve Gerrard. Vive en Cuenca y algún día será una estrella de la comunicación; su conocimiento del fútbol internacional no tiene límite. Actualmente administra dos blogs: El Fútbol de Javi y Javi Liverpool FC, además de colaborar en Más que Fútbol.