martes, 4 de julio de 2017

El cambio alemán

Aprender a perder es el paso primordial a la hora del regenerarse en el aprendizaje. Uno cree siempre saber hacia dónde va, pero muchas veces olvida de donde viene. Bien por comodidad o bien por altivez, solemos renunciar al aprendizaje por el mero hecho de sabernos poseedores de la fórmula mágica. Si algo funciona para qué cambiarlo, nos dicen. Y así, mientras vamos azotando el aire con nuestros palos de ciego, tardamos demasiado tiempo en comprobar como quienes sí han hecho... los deberes terminan por adelantarnos y proyectarnos con un severo golpe en la cabeza.

Por ello, contar con un plan alternativo, no solamente supone una ventaja contra el conformismo, sino que nos sitúa dos pasos por delante de nuestros enemigos a la hora de encarar futuras afrentas. Algo así debió pensar Joachin Low después de ser vencido por España en sus últimos enfrentamientos trascendentales. El estilo, ese librillo tan saludable al que recurrir en caso de emergencia, no sólo sitúa a los mejores en perspectiva sino que los encumbra en el largometraje de la memoria.

Cuando había perdido todo atisbo de esperanza, cuando las derrotas se hacían eco en la llaga del orgullo y cuando creyeron que mirar atrás era de valientes, fue cuando Alemania dejó de ser Alemania. Y entonces recuperaron la esperanza, y las derrotas hicieron eco en la cicatriz del orgullo y, para ser valientes, miraron hacia adelante. Y España, ese conjunto de pequeños magos y disidentes del contragolpe, se convirtió en un ejemplo, no solamente a admirar, sino también a imitar. Y los laterales empezaron a sentirse centrocampistas, y los defensores sacaban el balón como laterales, y los centrocampistas cambiaron el choque y la conducción por el pase y el desmarque y los delanteros, más dispuestos al juego que al mero resultado proporcional, se vistieron de gala para culminar un estilo que había roto con los cánones de la austeridad.

Y así, mientras ganaron un mundial ajeno después de perder el propio, y tras atisbar un magnífico porvenir en una injusta semifinal parisina, la Mannschaft ha regresado a la gloria en un verano de entreguerras arrebatándole un sueño juvenil a España y un sueño confederado a Chile. Y es que para ganar, no siempre sirve la tradición, pero casi siempre servirá el estilo.