jueves, 26 de febrero de 2009

Teoría de la grandeza

Para entender la grandeza en términos futbolísticos, deberíamos recurrir a términos como temor, respeto, admiración o incluso envidia. En estos ámbitos, equipos como Real Madrid y Barcelona en España, o Juventus, Liverpool y Bayern Munich en Europa, han manejado con criterio su historia, forjando leyendas de batallas inigualables y jugadas inolvidables. Llegar es difícil, mantenerse es un ejercicio de precisión, trabajo y constancia.

Hubo un tiempo, años atrás, en los que el respeto se ganaba gol a gol y domingo a domingo. En aquellos días, cuando las portadas del lunes se dedicaban más a informar que a endiosar, la gente podía pasear orgullosa por la calle sabiendo que su equipo visitaba la cima de la clasificación. Y si había perdido, siempre quedaba un hilo de orgullo dentro del rencor; al domingo siguiente, se lanzaban tres reproches y se volvía a casa con la sonrisa puesta. Ganar era cosa de ganadores.

Cuando se cambia temor por sorna, respeto por desconfianza, admiración por indiferencia y envidia por lástima, encontramos un claro ejemplo de caída hacia la mediocridad. Cuando la camiseta rojiblanca era vestida por futbolistas, el balón, la grada y la prensa sabían que cada partido era una bonita batalla dentro de una gran guerra. Ahora que cualquier tuercebotas es capaz de llevar el escudo del Atleti junto al corazón; todos, aficionados, analistas y críticos, saben que los finales de temporada poco tendrán que ver con el humo vendido cada verano.

Cuando la gente piensa que un eslogan cataloga a una afición y que parte de esta no sabe ni por qué es de su equipo, es porque el equipo ha caído en el pozo más oscuro de sus pretensiones. Cuando el ciudadano sonríe cuando compara al seguidor del Atleti con un Torrente cualquiera, es porque el equipo ha perdido toda la identidad que le convirtió en modelo a seguir. Cuando cualquier rival espera la visita del Atleti porque sabe que en su duelo tienen muchas probabilidades de salir victoriosos, es porque el equipo ha dilapidado todo el prestigio que un día se ganó a pulso.

La prensa seguirá tomándonos por pitos de sereno, los compañeros de trabajo seguirán manteniendo en su sonrisa ese hilo de ironía que tanto nos incomoda, las aficiones rivales seguirán ninguneándonos apelando a lo que dejamos de ser, nuestra directiva seguirá negando el acceso al estadio a quienes le llevan la contraria, nos quedaremos sin campo, sin Manzanares y sin títulos y después de cada derrota, miles de hinchas seguirán recibiendo y despidiendo al equipo con una ejemplar ovación porque aún creen que son aficionados a un equipo grande. Ilusos.

domingo, 22 de febrero de 2009

Rompiendo juguetes

En la mirada de un niño encontramos la sinceridad más limpia y la ilusión más pasional. En cada regalo de reyes, en cada primera pedalada, en cada primer gol con la puntera, nos encontramos a nosotros mismos y, por ello, recreamos nuestros sueños en la sonrisa jovial de quien tiene toda la vida por delante.

Cuando saltan al campo, cuando hacen su primer control y cuando la primera ovación les pone la piel de gallina, no somos capaces de repartir nuestros elogios y nuestras críticas de manera coherente porque en un solo instante ya buscamos la perfección. Son muchachos imberbes que derriban la última puerta y aún tienen fuerzas para seguir construyendo y destruyendo barreras. En sus primeros goles aparecen las primeras portadas y en sus primeros altibajos resuena el eco de la peor duda. Promesa primero, ídolo inmediato después y, por último, juguete roto en el armario del olvido.

Para saber calibrar la suerte de estos chavales deberíamos saber contar cada uno de sus pasos. Si el primero de ellos significa el debut, no debemos pararnos a imaginar que el segundo debe ser el destape de todo su ingenio, porque, cuando no lo consiga, no crearemos sino un dedo acusador que se clavará por siempre sobre su espalda. Tras el debut siempre llega el aprendizaje y tras este, la paciencia. Cuando se sabe conservar el gen del talento del que se ha sido dotado es cuando termina explotando la lógica por pura inercia. En momentos de necesidad solemos agarrarnos a cualquier clavo ardiendo para disimular el encare de los fracasos y no todos los jóvenes que debutan son Raúl, Ronaldo y Messi. Los hay que necesitan del reposo del tiempo y del matiz del aprendizaje; vinos tardíos que, al llegar a la mesa encuentran el aplauso quedo y relamido del mejor sumiller.

Volvamos a la infancia y pongámonos en la piel del niño que no consigue su regalo de reyes. Intentemos saborear el carbón del castigo y el papel mojado en el que se convierten sus ilusiones. Para volver a levantarse necesitarán siempre la mano de un padre y la sombra del olvido que solamente aporta la madurez. Si continuamos apartando las manos y destruyendo el cobijo que necesitan los buenos futbolistas para convertirse en cracks, seguiremos lamentando nuestra propia prisa y se nos seguirá partiendo el alma de ver a chicos como Bojan llorando en un banquillo delante de ochenta mil personas.

martes, 17 de febrero de 2009

¿Perdieron o les ganaron?

En la evidencia reside la verdad y en la desidia reside la principal crítica por el fracaso. Durante las jornadas transcurridas en la temporada, llevamos semanas creando asombro en la mirada y delicia en la palabra. Ver al Barça, hoy, es lo más parecido a ver una buena película Spielberg; interesante en el planteamiento, espectacular en el nudo y emocionante en el desenlace. Creo que, a día de hoy, pocos pueden estar en desacuerdo en que el Barça destila el fútbol que tantas veces queremos soñar en nuestras noches de insomnio.

Analizada la verdad llega la crítica. Lanzada la crítica, llega el debate de sobremesa. Durante meses, los derrotados blaugranas se empeñaron en justificar las últimas ligas blancas con una consigna que sonaba más a excusa denunciable que a sumisión certera: “El Madrid no ganó sus ligas, se las regaló el Barça”. Más allá de las verdades, las mentiras y los cuentos chinos, suena inquietante, y a la vez chirriante, ver como el Barça afronta sus grandes partidos de hoy con los mismos jugadores de ayer.

¿Es cierto entonces que en el Barça había más desgana que mal juego? ¿Era cierto que el Madrid era rival de enjundia? ¿Perdió el Barça las ligas o las ganó el Madrid? Para mí, que entiendo el fútbol como algo tan sencillo como saber hacer llegar el balón a la portería contraria, los méritos siempre viven por encima de los deméritos, y al igual que siempre hay un lance para una mala embestida, siempre hay quien está dispuesto a aprovechar los regalos, porque el fútbol, como casi todos los deportes, es un juego de errores.

La denuncia va más allá de las confrontaciones y las miradas van más allá de las celebraciones. A simple vista, parece claro que el Barça continua, a pulso, con el proyecto que empezó con Cruyff y que no tiene visos de terminar. Para el Madrid, sin embargo, siguen contando más las corazonadas y los impulsos; si los mismos sirven para ganar una liga, se celebrará con el entusiasmo debido, si los mismos sirven para despreciar un proyecto, se criticará con la fiereza merecida. Así vemos hoy, que tras el verano y los partidos, los que parecían desarmados siguen encajando sus piezas en busca del mecanismo perfecto y los que parecían recuperados vuelven a partirse en mil pedazos y, como un mecano con vida propia, vuelven a recomponerse mientras buscan en cualquier lugar lo que solamente ellos perdieron en los rincones de su casa.

viernes, 13 de febrero de 2009

Noches de transistor

Cada vez que una fecha asoma en el horizonte para cuadrar una onomástica, tiramos para atrás en el mecanismo de nuestra memoria e intentamos rescatar todos los detalles que condujeron a un hecho a convertirse en hito. Hace veinticinco años a mi me hacían tan poca gracia las victorias del Madrid como me lo siguen haciendo ahora, pero haciendo memoria, justo es de reconocer que en los partidos de miércoles en el Bernabéu existía una mística incomparable y se forjó una leyenda difícil de olvidar.

Se cumplen veinticinco años desde que Julio César Iglesias destapó el tarro de las esencias y descubrió para el mundo a un grupo de jóvenes muchachos dispuestos a hacer carrera en el fútbol y en el corazón de los aficionados. Desde el Castilla llegaron un grupo de imberbes descarados dispuestos a convertir en más estético el fútbol germanizado que, cada tarde, aburría sin contemplaciones a los aficionados en Chamartín. Como era una época en la que los equipos del norte se habían hecho con el poder fáctico de la liga, eran las grandes noches europeas las que encendían el ánimo de los madridistas. Los que no podían vivirlo en directo, se tenían que conformar con agarrar su viejo transistor y sintonizar Radio Intercontinental para escuchar, estupefactos, el grito alborozado de gol entonado por Héctor del Mar.

Aquella noche, ante el Inter, el Madrid volvió a ser el Madrid de otras tardes. Ese mismo equipo capaz de mantenerle un duelo de miradas a Derby County, Anderlecht, Borussia Moenchengladbach o al propio equipo italiano. Ante el Inter, la apuesta era Santillana, un santanderino que nació para marcar goles de cabeza y celebrar victorias de corazón. Un Santillana venido a menos con la edad pero venido a más por la experiencia. Con la vieja guardia, los jóvenes muchachos se asomaban al balcón de un equipo que, cuando tocaba a rebato, ganaba por inercia y convencimiento.

El estético periodista de “El País” les había bautizado como “La Quinta de El Buitre”. El Buitre, apócope de un apellido impronunciable, era Emilio Butragueño. Junto a él se citaban el cejudo Sanchís, el virtuoso Martín Vázquez, el insaciable Míchel y el ratoncito Pardaza. Jóvenes educados en la transición y ejemplares de una juventud de nuevo cuño; intelectuales sobre el césped y defensores de su escudo en la intimidad.

En las remontadas anteriores, los jóvenes de “La Quinta” ya habían dejado su sello personal. Aquellos eran partidos de hombres y niños que jugaban a serlo. El Inter ya había caído el año anterior en el Bernabéu y llegaba a aquella nueva semifinal con una renta de tres goles a uno del partido de ida. Valdano había acuñado aquello de “el miedo escénico” y Juanito ya había avisado a los italianos que “noventa minuti en el Bernabéu son molto longos”. En la frase venía inducida el ansia y las ganas de revancha con que se levantaba cada jugador blanco la mañana antes del partido. El espíritu que, veinte años después, invocó Casillas para poder ser, como antes, más rápido, más fuerte y más certero que el rival.

Como la alemanización del fútbol había generado defensas fuertes y de mecanismo sencillo, Butragueño servía como punto de fuga; un tipo pequeño, escurridizo y con precisión de cirujano que tiraba desmarques y paredes cada vez que rondaba el área. Si la jugada no acababa en gol, lo hacía en penalti. Dos de ellos los ejecutó Hugo Sánchez con la habilidad que le convirtió en mito, y en las ocasiones erradas quedaba la sombra de la duda de dos defensas centrales siempre en entredicho. Santillana anotó otros dos y Valdano hizo otro. El Madrid ganó por cinco a uno y pasó a una segunda final que terminaría ganando por aplastamiento al Colonia de Hassler y Littsbarski.

Aquel Madrid de corazonadas era, sin embargo, un equipo en reconstrucción. La degradación de su estilo clásico le había convertido en un equipo plano que, a menudo aburría y, cuando ganaba, lo hacía por pegada antes que por juego. De la vieja guardia, Camacho, Juanito y Santillana, aún mantenían vivo el espíritu por encima de la condición. El guía motor era Ricardo Gallego, un centrocampista de toque preciso y pesada zancada que pensaba siempre antes de actuar, lo que le convirtió en insustituible durante muchas temporadas. Pero ante la pausa y la raza no existía una cuarta y quinta velocidad. Por ello, la llegada de “La Quinta” fue como una crema contra las arrugas; el equipo recuperó vigor, juventud y, sobre todo, el gusto por el fútbol. En aquellas noches de remontadas, se veía un equipo indestructible y se fraguaba un equipo insuperable.

lunes, 9 de febrero de 2009

Jogo bonito

Cuando el fútbol pasó del blanco y negro al color, muchas leyendas quedaron descubiertas y el marketing se hizo dueño del espectáculo. De aquellas camisetas claras que mostraban los antiguos noticieros cubriendo el pecho de Garrincha y Pelé, la gente descubrió que lo que creía blanco era amarillo y que todo lo que habían contado los cronistas no distaba mucho de la realidad. En México 70, Brasil maravilló al mundo con un estilo poco frecuente en la vieja Europa, más acostumbrada a la agresividad latina o al frenesí británico; aquel equipo brasileño se gustó jugando con elaboración, improvisación y, sobre todo, mostrando infinidad detalles técnicos.

De aquel estilo nació un concepto y mientras Brasil perdió el resto de la década involucrado en debates absurdos, fue cuando perdió la esencia el momento en que trató de encontrar su origen; para los brasileños, más dados a la soberbia que al ridículo, cada fracaso era un mordisco en el orgullo. Por ello, cuando Coutinho abandonó el cargo de seleccionador tras el decepcionante tercer puesto del mundial de Argentina, la prensa y la afición giró su cabeza hacia un mismo lado. Si el concepto, Jogo Bonito, debía volver a convertirse en seña de identidad, solamente existía un hombre capaz de decirle al mundo que en Brasil, el fútbol era sinónimo de fantasía; su nombre, Telé Santana, su oficio, entrenador de éxito.

La esperanza depositada en él alcanzó un calibre de devoción; Santana, que aún no había ganado nada como seleccionador, no tardó en ser bautizado como “Fio da esperanza”, porque solamente en su trabajo residía el verdadero hilo de esperanza hacia el reencuentro con la victoria.

En sus conceptos solamente existía una prioridad; el balón. Para ganar, había que cuidarlo, acaparar su posesión y tratarlo con cordura. Como primera premisa, prescindió de los extremos. Él, que había hecho carrera como extremo derecho en diversos clubes de Brasil, intentó evolucionar al tiempo que se adaptaba a la modernización del juego. Para ello, pobló el centro del campo de organizadores y dejó que cada carril fuese ocupado por laterales de largo recorrido. El efecto conseguido fue hipnotizador; todo el mundo recuerda, con un hilo de nostalgia en el filo de la mirada, el mágico cuadrado central formado por Falcao, Zico, Sócrates y Cerezo y, de igual manera, resulta imposible olvidar las subidas fulgurantes, en busca de la línea de fondo, de Leandro y Júnior; dos atletas con pies de pluma y cintura de bailarín.

El abecé de su librillo técnico se resumía en sacrificio, riesgo y talento. Amante puro de la disciplina y el trabajo duro fuera de la cancha, tenía muy claros los conceptos a seguir dentro de la misma; “Cuando el contrario domina el balón, es incumbencia de todos mis jugadores. Cuando es Brasil quien tiene la pelota, la orden es atacar en masa, incluidos los defensas”. Durante muchos partidos, consiguió que su equipo jugase tal y como abogaban los dictados de su conciencia; Brasil llegó al mundial de España con una racha de trece victorias consecutivas, cifra que aumentó en cuatro más tras las asombrosas victorias ante la Unión Soviética, Escocia, Nueva Zelanda y Argentina. Pero todo se torció la tarde del cinco de julio de mil novecientos ochenta y dos, el mismo día en el que el sol barcelonés fue testigo de cómo Italia sorprendía al mundo derrotando al Brasil que nos había enamorado a todos. En el concepto de la sorpresa residió gran parte del fracaso achacado a Telé Santana, pero en el análisis y en la cordura, pocos fueron capaces de reconocer que había perdido con todo el honor ante un verdadero equipazo.

Fueron muchos los analistas que intentaron descubrir el génesis de aquella derrota. Pocos quisieron mirar al rival y reconocer trabajos bien hechos e impagables dosis de calidad azurri. Lo que sí tuvo Italia fue lo que no tuvo Brasil; lo que hizo Rossi fue lo que no supieron hacer Eder y Serginho. Santana, que había crecido viviendo y escuchando los goles de Ademir, Leónidas, Vavá y Amarildo, tuvo que aguantar, en primera persona, la peor época brasileña en producción de goleadores implacables. Condenado por la falta de gol, echó el resto en sus apuestas por la producción de fantasía de su centro del campo y, aunque la partida le salió perdedora, el paso del tiempo y la historia del fútbol dejaron el recuerdo de un equipo que no ganó el mundial pero que ganó el corazón y el cariño de millones de espectadores.

Es por ello que los niños de aquella generación nos hicimos de Brasil y que, cada vez que vemos el amarillo chillón contrastando en nuestros televisores con el inmaculado verde de cada estadio, no podemos evitar que el memorable recuerdo nos retuerza el alma y seamos capaces de ver a Sócrates donde vemos a Kaká o de ver a Zico donde vemos a Ronaldinho. Nunca un equipo hizo tanto obteniendo tan poco; pocas veces un entrenador fue capaz de marcharse con las manos tan vacías y el nombre tan idolatrado como Telé Santana.

Aunque su acta de defunción fue firmada en aquella tarde bajo el metacrilato desgastado del banquillo de Sarriá, a Santana le dieron una segunda oportunidad para firmar su fracaso. Tras el mundial de México, cuatro años después de su debacle española, muchos quisieron dar por terminada una carrera que había empezado casi veinte años antes, cuando al precursor del espectáculo le dieron ganas de triunfar, pitillo en mano y ojos entornados, en los distintos banquillos de los campos brasileños. Del hombre que había hecho campeón a Atlético Mineiro, Fluminense y Palmeiras entre otros, solamente quedaban retazos de un personaje. Un hombre que se había labrado a sí mismo y ahora se veía solo por vez primera, buscando en el horizonte un nuevo objetivo al que aferrarse, intentando encontrar, de nuevo, un compañero de viaje que le permitiese convertirse, una vez más, en inmortal.

Fue entonces cuando apareció Sao Paulo y le dio un proyecto. En sus tardes de inventiva, ideaba un conjunto perfecto capaz de asaltar el frente de la liga brasileña, pero el Sao Paulo de Telé Santana fue mucho más que un buen equipo brasileño. A los títulos logrados en Brasil, la afición, alborozada, pudo sumar los títulos de campeón americano logrados ante Newell’s y Universidad Católica y los títulos de campeón del mundo logrados ante el Barcelona de Cruyff y el Milan de Capello. Una muesca gloriosa en su revolver de entrenador y un mensaje de leyenda en el subconsciente de su orgullo; vosotros, sois los mediáticos, los estilosos y los ganadores de postín, pero hicisteis mal en perderme de vista.

Aquel Sao Paulo de Muller, Raí, Cafu, Palinha y su adorado Toninho Cerezo, hilvanaba fútbol de categoría, un juego de salón en el que todos se sentían importantes y en cuyos logros se observaba el halo de un grupo de amigos dispuestos a hacer historia. Pudo haber caído un título más, pero en la recién estrenada primavera de 1994 perdieron la final de la Libertadores ante el Vélez Sarsfield de un Bianchi que comenzaba a coronarse como nuevo rey midas del fútbol sudamericano.

En la agonía de un hombre quedan reflejados los ecos de la conciencia. Telé Santana murió hace un par de años, después de verse obligado a abandonar los banquillos por culpa de una diabetes que fue acabando con él poco a poco. Murió rodeado de su gente y recordando sus mejores y peores momentos. Los días en los que regañaba a sus jugadores por cometer una falta y no recuperar el balón con limpieza para conseguir una salida clara al contraataque. Los días en los que compararon la trayectoria de su mágico Brasil con la de la selección holandesa del setenta y cuatro y le bautizaron como el Rinus Michels sudamericano (los que pensaron haber castigado su fracaso con la comparación, nunca supieron la satisfacción que le produjo la misma). Los días en los que cayó apeado del sueño mundialista por no conformarse con un empate. El día en el que renovaron su contrato y se convirtió en el único seleccionador brasileño superviviente a la derrota en un mundial. Y, sobre todo, el día que le dijeron que aquel Brasil del ochenta y dos había sido el mejor de la historia. Para un tipo que se había criado escuchando historias de maracanazos y conquistas imposibles, formar parte de la historia futbolística de su país no era sólo un orgullo, sino un sueño, por fin, cumplido.

jueves, 5 de febrero de 2009

Hablando de la Real Sociedad con Christian

Christian Castellanos es, ante todo, un gran tipo y un amante del fútbol excelso. En la actualidad adminstra los blogs Curva Bianconera y Más y más fútbol, dos bitácoras del balompié altamente recomendables. Durante nuestras largas conversaciones he podido descubrir en él a un soñador de palabra directa y argumentos muy bien fundados. Se engrandece discutiendo sobre Trappattoni y se hincha de orgullo hablando de Alex Del Piero. Llora por la Juve y le encanta el Chelsea, pero puestos a tocarle la fibra, ningún otro equipo es capaz de llenarle de sensaciones como la Real Sociedad. Del equipo de su vida me habló desde Valencia, el lugar donde reside, y hoy todos podemos disfrutar sus palabras.

El Fútbol de Pablo: Hola Christian, empecemos por esa pregunta tan existencial que a mí tanto me gusta ¿Por qué eres de la Real Sociedad?
Christian: Supongo que por ubicación geográfica. Nací en San Sebastián y no podía ser de otra manera.

EFDP: ¿Toda tu familia es txuri urdin?
C: No, en todas las familias hay una oveja negra. En mi caso, blanca; mi hermano es del Madrid.

EFDP: ¿Cuál es tu primer recuerdo como aficionado de la Real?
C: Son tantos… lo primero que recuerdo son viejas imágenes que tengo en mi cabeza: yo corriendo por un parque con mi camiseta de la Real con la publicidad de Bankoa y el escudo bordado por mi madre… qué tiempos.

EFDP: ¿Y el mejor?
C: Elegir un momento puntual es difícil, me gustaría poder quedarme con el orgullo que sentimos cada día. La emoción que significa ponerte una camiseta que han vestido jugadores como Arkonada, Satrustegui, López Ufarte, Bakero, Gajate, Górriz, Begiristain, Periko Alonso… Pero eligiendo uno, supongo que el de todos los que no tuvimos el privilegio de asistir a aquella maravilla que era la Real y a todo lo que significó para el fútbol español: el 5-0 al Athletic en Anoeta. Yo estaba allí, pero demasiado niño como para saber qué estaba viviendo realmente. Gran partido de Kodro, por lo visto después, claro.

EFDP: ¿Y qué recuerdo borrarías de tu memoria?
C: Durante muchísimos años (y aún hoy) he sentido muchísimo dolor por la semifinal de la Copa de Europa contra el Hamburgo. Fue casi insoportable el último derbi contra el Alavés en Mendizorroza, perder el ascenso en el último minuto… Pero especialmente doloroso fue cómo se llegó hasta ahí: contemplar con impotencia como cuarenta años de historia en Primera se desvanecen ante tus propios ojos después de tantos esfuerzos… Me gustaría olvidar aquellas lágrimas de Mestalla. Pero es imposible.

EFDP: Cuando te hablan de Arconada, Zamora, López Ufarte y compañía sientes...
C: No siento, reacciono: se me ponen los pelos de punta y, como en estos casos soy de lágrima fácil, alguna se me escapa. Es un orgullo impagable.

EFDP: ¿Y cuándo recuerdas a De Pedro, Aranzábal o Luis Pérez?
C: Con Melancolía. La sensación, seguramente errónea, de que cualquier tiempo pasado fue mejor. El recuerdo de un camino hacia el éxito que, sin saber por qué, la Real abandonó. Muchas veces me pregunto: ¿Quién te ha visto y quién te ve, Real? Duele.

EFDP: ¿Quién es hoy el mejor jugador del equipo?
C: Las lesiones de Elustondo, Xabi Prieto y De Cerio han demostrado que en la Real todos son necesarios e importantes. Quizá por las carencias de otros jugadores o por la importancia superlativa que tienen otros. Pero cuando falta una pieza importante, la Real lo nota demasiado. Tenemos grandes jugadores: Xabi Castillo, Roberto Martínez, y los nombrados Gorka, Xabi e Iñigo. Todos ellos se han demostrado difícilmente prescindibles. Pero si hablamos en términos de calidad pura, creo que Prieto es un privilegiado.

EFDP: ¿Y el mejor de la historia de la Real Sociedad?
C: Si no puedo elegir uno ahora, como para elegir a uno de entre los muchos que han pasado durante nuestro cien años de historia… Pero confieso que siempre he tenido una especial debilidad hacia Arkonada. Quizá es por mi carácter puramente competitivo por encima de cualquier otra cosa, pero escuchar a toda España gritar “No pasa nada, tenemos a Arkonada” es algo inexplicable.

EFDP: ¿Y el mejor al que tú hayas visto jugando de blanquiazul?
C: He tenido el honor de contemplar todavía muchos buenos jugadores como Alkiza, Idiákez, De Pedro, Karpin, Kovacevic… pero creo que Meho Kodro para la Real fue un personaje muy importante y especial. Significó para todo el realismo el volver a sentirse grandes, unos privilegiados.

EFDP: ¿Y algún jugador que haya sido o sea especial para ti?
C: Creo que queda contestada con la respuesta anterior. El duende Kodro para mí fue inigualable. Ver ahora que su hijo, vasco, se ha tenido que ir a jugar al Liverpool porque la Real no ha querido firmar el convenio de colaboración con la Diputación pasará factura a quien tenga que pagar esta vez. Y todos sabemos quien es.

EFDP: Háblame de Zubieta
C: Esas instalaciones tan desaprovechas durante tantos años… Para Astiazaran & Cía. fue una obra digna de admirar. Allí siempre ha estado la esencia de la Real hasta que alguien se empeñó en cambiarlo todo y dilapidar décadas de trabajo a saber por qué. Sin noticias del Sanse durante varios años en el primer equipo, la Real dio a parar con sus huesos en Segunda. Le convirtieron en algo irreconocible. Ahora, aunque todos tengamos que reconocer que es por obligación y no por devoción, se ha demostrado que la refundación de los pilares básicos del club es lo único que puede permitir el ascenso del equipo. Sólo esto podría llegar a justificar el macabro descenso. La cantera es fundamental siempre. En la Real más. Y, no sé si por suerte o por desgracia, ha quedado demostrado.

EFDP: Háblame de Lillo
C: Siempre se le ha juzgado por lo que ha dicho y nunca por lo que ha hecho. Seguramente, Lillo sea uno de los grandes damnificados de la historia de esa turbia relación que en nuestro país mantienen fútbol y periodismo. Su vocabulario excesivamente adornado nunca logró conectar ni convencer y se lo hicieron pagar. Aunque no quiero dejar de recordar el hito del Salamanca o que logró mantener en Primera a Oviedo y Tenerife, algo que otros no han conseguido hacer.
Ahora en la Real se le nota incómodo, entre las lesiones y los problemas del club no tiene el equipo que desearía y se nota. Todos sabemos qué clase de fútbol le gusta practicar, es uno de esos entrenador a los que les gusta “merecer ganar”. Aunque sin duda, en la Real, por su esfuerzo, lo merece.

EFDP: Ahora háblame de Badiola
C: Para quien no lo conozca fuera de Donosti, es como el Ramón Calderón guipuzcoano y en versión maleducada. Llegó al club a base de mentiras. Prometió dos jugadores titulares habituales de dos equipos entre los diez primeros de la Premier, a Nicola Zigic, a Jabo Irureta, a Paco Aiestarán… Llegaron un futbolista que no había debutado en la Premier y el cuarto delantero del Mallorca. El día después de ser elegido comunicó diferencias entre Irureta y Aiestaran, con la consiguiente imposibilidad de contar con uno de los dos. Se quedó Paco y antes de un mes se fue. Badiola no le dejó hacer su trabajo, dijo aquello tan desgradable que todos recordamos de José Luís Oliva y trajo a Juanma Lillo. Se quedó sin Aiestaran y sin director deportivo, porque forzó la dimisión de Iriarte después de acusarle de robar dinero del club.
Habló del dinero de China, de los duty-free de la Real en los aeropuertos de Pekín, de venta de camisetas en Asia por valor de cinco millones de euros y aún no ha mostrado las fotos que prometió enseñar en junio. No hubo nada de eso y todo resulto ser, como muchos se temían, un cuento chino. Nunca mejor dicho. Ha tenido problemas con la Diputación de Guipúzcoa, el Ayuntamiento de San Sebastián y el Gobierno vasco; no firmó el convenio de cooperación con el Antiguoko (el equipo en el que jugaba Kodro jr.) y ha metido a la Real en un proceso concursal del que ni él sabe cómo salir.

EFDP: ¿Y qué me dices de Aperribay?
C: Creo que el de Aperribay es un consejo deslegitimizado desde el inicio, como ya vimos tristemente. Subió al cargo sin propuesta y sólo con el apoyo de los grandes accionistas, Diputación incluida. Esto no ha hecho más que empequeñecer y aumentar el malestar del aficionado de la calle, que se siente más ninguneado cada día. Su discurso está completamente hueco, llenos de buenas intenciones (y eso nos suena de algo), pero sin ideas detalladas. Que la Real necesitaba un plan de choque y la política de la austeridad era algo ya sabido por todos desde hacía tiempo. Que nos expliquen en qué consiste ese plan de choque y la austeridad es algo que necesitamos también. Aperribay, esperemos equivocaciones, lo único que ha traído ha sido confrontación entre los propios aficionados. Porque al 'loquito' Abreu lo fichó Badiola.

EFDP: ¿Qué me dices de la conversación filtrada entre Badiola y Jesuli en la que este último afirmaba que tanto él como sus ex compañeros del Tenerife se vendieron en el partido que les enfrentó al Málaga la temporada pasada?
C: EscuchaR esas grabaciones ha sido terrorífico para mí. Y creo que tendría que serlo para todo el mundo. Pero no sé si es más grave comprar un partido o que la Federación directamente haga el vacío en un tema tan grave. Desconozco la fecha de esas conversaciones, pero es algo que, sinceramente, creo que ahora no importa. El asunto es muy grave y no se puede esquivar la atención: en España se compran y se venden partidos. Así de claro. Badiola ya denunció dos supuestas irregularidades a finales de la temporada pasada, una perteneciente al mencionado Tenerife y otra con el Sevilla Atlético. Ambas fueron rechazadas por defecto en las formas después de la polémica desaparición de las grabaciones de la cámara de seguridad donde se veía a un mensajero entregando la denuncia en la Federación. Ahora hay pruebas. Y aunque la Real no va a obtener ningún beneficio de esto, el fútbol español requiere una limpia inmediata. Todos los engranajes de la justicia, no sólo la deportiva, se tienen que poner en marcha si no queremos deslegitimar cualquier acontecimiento que haya ocurrido o pueda acontecer de aquí en adelante en nuestro fútbol. Solamente, aunque no venga al caso, aprovecho para recordar que la Real no estaría en esta situación concursal si hubiese ascendido la temporada pasada. Personajes como la familia Sanz, hacia la cual me voy ahorrar cualquier tipo de calificativos por una educación mucho más refinada que la suya, son un cáncer para el fútbol. Y se está demostrando. Si tiene que pasar lo que ocurrió en Italia, adelante.
Pero ojo, igual de triste que es comprar un partido, es desviar la atención por parte de los medios. Y esto es algo que me escama y que puede atemorizar a todo el realismo. Parece que desde el propio jugador, el Málaga, y los medios de comunicación de ámbito nacional, se está priorizando sobre el modo en qué se consiguieron esas grabaciones; lo cual es una barbaridad atroz. Aquí hay una sospecha de una compra-venta de partidos y si, insisto, la Federación no toma parte en el asunto, va a quedar deslegitimada por el resto de su existencia. Insultar a Badiola o recordar ahora lo nefasto de su gestión al frente de la Real es un ejercicio de hipocresía, cobardía y desfachatez inadmisible. La prensa no puede caer en la trampa de intentar confundir a delincuentes y víctimas. Existe la presunción de inocencia, por supuesto, pero Badiola nunca intentó amañar la competición.

EFDP: ¿No rescatas nada positivo de su gestión?
C: Sí, por supuesto que sí. Además creo que es algo importantísimo: consiguió ilusionar a una afición desamparada. Aunque fue intermitente, después de más de un desengaño, consiguió que con sus fichajes la esperanza del ascenso se mantuviese viva hasta la última jornada. Además, la due dilinge que se atrevió a hacer y que ya ha publicado destapó lo que era un secreto a voces: en la Real hubo corrupción. Por mucho que muchos (valga la redundancia, porque son unos cuantos) nieguen reconocerlo.

EFDP: ¿Qué le paso a la Real para pasar en dos años de pelear el título a bajar a Segunda?
C: Una desnaturalización total. Los éxitos de ese equipo maquillaron la tragedia que estaba empezando a hilarse: Astiazaran pagó cuatro millones de euros por Lee Chun Soo y dejó al equipo al borde de la bancarrota. La pésima gestión de los dirigentes, sin parangón en la historia de este país ha arrojado a la Real a los infiernos. Pagar tres millones por Diego Rivas es totalmente inadmisible. Más aún en la Real.

EFDP: ¿Crees que se malvendió a Xabi Alonso?
C: A tenor de la repercusión que tuvo su venta en las arcas de la Real, sí. Dieciocho millones de euros era una cifra irrechazable para un equipo como la Real en el panorama actual. Lamentablemente, gran parte de ese dinero se perdió por el camino en gastos sin justificar. Y como hay pruebas de ello, podemos decirlo.

EFDP: ¿Qué pasó con Arteta?
C: Amorrortu. Eso pasó con Arteta. Fue una de las mayores inversiones de la historia del club y Jose Mari le hizo fracasar insistiendo con él como segundo delantero. Cuando el rendimiento ya era inaceptable (sin que Mikel tuviese alguna culpa), dejó de contar con él y ahora está triunfando en la Premier. Creo que eso habla por sí sólo de la calidad de Jose Mari Amorrortu. ¡Echó a Mendilíbar del Bilbao Athletic cuando él era director deportivo porque jugaba con un único medio centro! Cerezo firmó el acta de defunción de la cantera del Atleti a la par que su contrato.

EFDP: ¿Qué sentimientos te produce cada gol marcado por Joseba Llorente con una camiseta que no es la de la Real?
C: Impotencia, rabia, desazón, odio… Joseba fue otra victima de “Amorrortu & Astiazaran destructions”. Creyeron que no era apto para el equipo, estuvo toda una temporada sin jugar hasta que se fue libre a triunfar en el Eibar, después aprovechó el tren del Valladolid y ahora en la Champions League. ¿A alguien le extraña que con esta clase de gestores la Real esté en Segunda?

EFDP: ¿Qué cambiarías de la Real Sociedad actual?
C: Sinceramente, en la situación en que se encuentra el club, hay poco margen de maniobra. Creo que una buena relación con los administradores concursales es fundamental dentro de este proceso y para ello es necesario una remodelación de la directiva.

EFDP: ¿Y qué es lo que más echas de menos?
C: Echo de menos saber lo que es disfrutar con la Real, echo de menos Atotxa y el fútbol únicamente como competición y no este tinglado de negociantes que algunos se han montado para su disfrute y beneficio personal. Echo de menos a la Real.

EFDP: La Real de tu infancia fue...
C: Todo. Desde pequeño nada me hacía más feliz que la Real Sociedad. Cada partido, cada victoria, aprenderse los nombres de tus ídolos por primera vez… La Real fue, es y será lo más grande para mí.

EFDP: Y Xabi Alonso significó...
C: Con el paso del tiempo descubrí que era la confirmación definitiva de que Clemente es un inútil (no lo quiso durante su etapa en la Real). Por lo demás, un orgullo. Siempre, juegue donde juegue, el realismo se sentirá orgulloso de tener a un hombre de la casa en lo más alto.

EFDP: ¿Tienes algún recuerdo del equipo que jugaba en Atotxa?
C: Me han contado muchas cosas. He visto muchos videos, reportajes, documentales, partidos, he leído… Pero entre todo esto, cada vez que pienso en lo que fuimos, me viene a la cabeza una frase que alguien utilizó para definir la Real de principios de los noventa (un fragmento de “Esplendor en la hierba” de Elia Kazan): “Aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores, no hay que afligirse porque la belleza siempre subsistirá en el recuerdo”.

EFDP: ¿Qué te contaron de aquel estadio?
C: Maravillas. Era un estadio capaz de ganar partidos. La globalización y la transformación de la Real en una Sociedad Anónima Deportiva, con la aparición de los primeros problemas económicos, obligaron al cambio de estadio. Pero siempre se habrá quedado un trozo de la gran Real Sociedad, la que maravilló a España y a Europa, junto a la torre de Atotxa.

EFDP: Castillo, Estrada, Elustondo, Díaz de Cerio... ¿Son jugadores para muchos años?
C: Y Carlos Martínez, Xabi Prieto, Mikel González, Eñaut Zubikarai, Ion Ansótegui, Alberto Morgado, Markel Bergara, Alexander Albístegi, Imanol Agirretxe… Si les dejan, sí. Sin duda. Esto es la Real.

EFDP: ¿Qué entrenador necesita la Real?
C: La plantilla está totalmente en sintonía con Lillo. Así que, aunque añoremos a Denoueix, el único entrenador posible para la Real Sociedad es Juan Manuel Lillo.

EFDP: Quizá algún día consigáis que Emery vuelva a casa...
C: Estuvo a punto de volver hace dos temporadas, pero finalmente se decantaron por Coleman y cuando Badiola llegó ya era tarde. Como dices, esta es su casa, aquí marcó su único gol como futbolista. Antes o después volverá.

EFDP: ¿Te atreverías a darme una alineación histórica de la Real Sociedad?
C: Difícil, pero no imposible. Eso sí, pasamos ahora de tacticismos: En la portería, Arkonada; Ormaetxea, Gorriti, Gajate y Górriz en defensa; línea de tres en la media con Periko Alonso, Zamora y Bakero; y la delantera la sabemos todos, ¿no? Idígoras, Satrústegui y López Ufarte.
Y como me lo has puesto tan difícil, no me resisto a poner un banquillo con: Alberto como portero suplente, Celayeta, Larrañaga y Kortabarria en la defensa; Xabi Alonso y Diego como centrocampistas; y cuatro delanteros como Kodro, Bienzobas, Aldridge y Kovacevic.

EFDP: ¿Y qué alineación sería la idónea a día de hoy?
C: Esta es más sencillita: Zubikarai, Martínez, González, Ansótegui, Castillo; Elustondo, Aramburu, Marcos; Prieto, Abreu, Moha.

EFDP: ¿Toshack, Iriarte, Irureta o Denoueix?
C: Todos consiguieron algo muy valioso: devolver la ilusión y recuperar la competitividad del equipo, además de haber recibido siempre un encargo bastante complicado. Toshack fue un digno sucesor de Ormaetxea en una época complicadísima y se ganó aquello de “Atoshack, País de Goles”. Denoueix llegó después de del fracaso de la segunda aventura del galés y de que Olabe y Zamora lograsen la salvación in extremis. Lo que consiguió no tiene nombre, más allá de hacernos vivir a los más jóvenes los mejores momentos de nuestras vidas, le hizo a la Real volver a creer y sentirse grande por un día. Aunque ningún libro lo recoja y no figure en las estadísticas, la Liga 2003/04 fue un triunfo para la Real.
Pero especialmente, ya que lo nombras, me gustaría hablar de Salva Iriarte, esa persona a la que siempre se puede recurrir, el típico ‘hombre de club’. Ya retirado, ha aceptado los retos más complicados y ha estado en posiciones en las que nadie ha querido estar. Es un valiente y merece todo el reconocimiento del realismo. Su salida entre insultos y descalificaciones de Badiola retrata la bajeza del personaje.

EFDP: Aunque ninguno como Alberto Ormaetxea, supongo...
C: Irrepetible. Alberto consiguió algo inaudito con la Real y que difícilmente reviviremos. Dos Ligas, y varios records de los que alguno todavía sigue vigente hoy en día. Perfecto como entrenador, pero, aunque haya que tirar del tópico, mucho mejor como persona. Vivió siempre concentrado en su trabajo (incluso murió así, trabajando en el Diario Vasco) y sin grandes estridencias. Un hombre tranquilo, muy inteligente y que aprovechó al máximo el potencial del gran equipo que tenía. Alfredo Relaño dijo tras su perdida lo curioso que resultó la escasa fama que consiguió Ormaetxea con sus dos Ligas en la Real y los reconocimientos que obtuvo Clemente tras sus éxitos en el Athletic. Cosas de la prensa.

EFDP: ¿Cómo se mira a un Txuri Urdin en Valencia? ¿Con extrañeza, con indiferencia, con respeto?
C: Es una mezcla entre indeferencia y menosprecio. No hacia mi persona, sino hacia el club.

EFDP: Recuerdo que cuando Camacho fue seleccionador contó bastante con De Pedro y alguna vez con Aranzábal, pero ¿Crees que la selección española ha sido injusta con algún jugador de la Real?
C: Especialmente injusta no. Siempre ha habido jugadores que han podido ir y que no se ha contado con ellos, pero no resalto ningún caso especialmente sangrante. Quizá se pudo contar más con López Rekarte o Iñigo Idiákez, pero no creo que sea algo significativo. Ahora sí, Javi Garrido merece un puesto por delante de Fernando Navarro. Ya no es de la Real, pero lo fue.

EFDP: ¿Y este equipo, aunque en Segunda, tiene algún jugador válido para la selección?
C: El nivel de la Selección es altísimo. Ahora mismo es impensable ver a un jugador de Segunda en este grupo. Si siguen su progresión, es posible que les veamos en el futuro… Creo que Xabi Castillo acabará vistiendo la roja.

EFDP: Elige una prioridad: Real Sociedad o Selección española.
C: Me pides un imposible. Ganar la Eurocopa ha sido una de las más grandes alegrías de mi vida, pero tampoco sé qué es ganar con la Real. Real y España, siempre juntos.

EFDP: Cuando gana el Athletic, sientes...
C: Indiferencia. Desde este lado de la A-8 al Athletic no lo recubre ninguna pátina de gloria o respeto extremo. Nunca fuimos ni seremos menos que ellos. Además, creo que el Athletic es como el enfermo terminal que no quiere medicarse, pero que reza todos los días para seguir con vida. Sus principios están ya muy viciados, rebuscados y desnaturalizados.

EFDP: ¿Y qué opinión te merece el caso Zubiaurre?
C: Patético. Algo mal gestionado por todos: el jugador, Olabe; entonces director deportivo de la Real, Astiazaran y Lamíkiz. Nadie actuó correctamente y todo el proceso judicial posterior ha sido muy triste.

EFDP: ¿A qué jugador del Athletic ficharías para la Real?
C: Me quedaría con Ion Vélez, pero prefiero buscar fuera del Athletic.

EFDP: Y, realizando un análisis acorde a la situación actual ¿Qué futbolista, necesita, a día de hoy, la Real Sociedad?
C: La Real no tiene mal equipo y la situación actual es muy complicada. Hace poco le preguntaron a Lillo sobre los fichajes que podría preparar Badiola y respondió “Mejor no pregunto, no vaya a ser que me digan la verdad”. Así que mejor no pensar en eso, porque intuimos la verdad.

EFDP: ¿Regresarán Xabi Alonso, Garrido y Gabilondo?
C: Esperemos que Gabilondo no. Xabi y Javi… es difícil en los tiempos en los que estamos. Son jugadores muy valorados y muy bien pagados. Ahora mismo, fuera del alcance de la Real. Puesto que sacas este tema, aprovecho para pedir la vuelta de Gari Uranga. Badiola ha sido tremendamente injusto tanto con Mikel Alonso como con Gari. Uranga nunca ha tenido que ponerse la camiseta de la Real, porque la tenía grabada en el pecho. Siempre ha dado todo por la Real y su cara de sufrimiento eterno así lo ha reflejado. Prescindir de estos jugadores es un error.

EFDP: ¿El ascenso para este año o aún tendremos que esperar?
C: La Segunda es una categoría muy complicada y totalmente imprevisible. Creíamos que sólo sería una temporada y por varias razones no pudo ser. Siempre es complicado, pero este año creemos en el ascenso.

EFDP: Muchas gracias amigo, ha sido un placer contar con tu colaboración
C: El placer fue mío. Un abrazo.

domingo, 1 de febrero de 2009

El sueño de cualquier atlético

Yo ya estaba allí aunque no pude verlo. Sé que pasó porque lo he leído cien veces y, sobre todo, porque mi padre me lo ha contado otras cien. “Tenías que haberlo visto”. Quizá lo hice. Puede ser que desde la inconsciencia de mis trescientos sesenta y tres días de edad alzase durante un momento la cabeza y descubriese la sonrisa de mi padre posada sobre aquel antiguo sillón estampado que, durante varios años, formó parte del setentero mobiliario del salón de nuestra casa.

El gol de Rubén Cano terminó con cuatro años de sequía. Aquel era un Atlético algo esporádico pero siempre peleón. Desde el setenta y tres no había cantado el alirón. Antes había tardado tres años y antes otros cuatro años más. Desde entonces, y hasta el doblete del noventa y cinco, pasaron dieciocho. Cuestión de infortunio o de competitividad, el caso es que pasar a ganar ligas cada cuatro años a hacerlo cada dieciocho supone un paso atrás en la grandeza y en las aspiraciones.

Pero volvamos a lo que interesa; a la historia, al partido, al soleado cielo de Madrid en una tarde majestuosa de mayo y en el día en el que San Isidro tuvo para bien devolvernos la celebración que nos había quitado tres años antes con un zapatazo imposible a diez segundos del final. Se presentaba el Atleti en Chamartín con la seguridad que le daba la escasa necesidad de puntos; con uno solo, un empate y una repetición de partidos anteriores, el Atleti acabaría el día como campeón de liga. En las siete ocasiones anteriores habían tenido que esperar a la última jornada para dilucidar su suerte, en esta, le valía un empate en casa del máximo rival, para proclamarse campeón en la penúltima fecha y poder celebrar el título una semana después ante su alborozada hinchada en el Manzanares.

Mi padre sí que estuvo allí. Siete días más tarde, en el Calderón, contemplando como los cohetes invadían el cielo de Madrid y como las calles y las gradas se tenían de rojo y blanco una vez más para dejar bien claro que, a este lado del río, existía otro equipo capaz de plantarle cara a cualquiera. Y aunque aquel día del veintidós de mayo se perdiese en casa por dos goles a tres ante un desquiciado Valencia, la gente supo que el resultado no fue si no una anécdota dentro del festival de cánticos que gobernaban más allá del césped.

No pudo estar en Chamartín pero sí pudo vivirlo con la tensión del aficionado; transistor junto al oído, cerveza en la mesa y garganta preparada para protestar y celebrar. La celebración llegó en el minuto cuarenta y uno, cuando Rubén Cano aprovechó una indecisión en la defensa rival y empaló un balón imposible para Miguel Ángel. La protesta llegó a veinte minutos de final, cuando Roberto Martínez empataba y ponía la angustia en el corazón de cada seguidor colchonero. De allí hasta el final, acoso blanco y defensa firme en rojiblanco. Cuando Carreira Abad señaló el final del partido la parte atlética de la ciudad se echó a la calle, los cánticos inundaron el aire madrileño y los aficionados de toda la vida fueron conscientes de que era verdad; se habían proclamado campeones en Chamartín.

Un Atleti campeón que había ganado en Bilbao, Sevilla y Valencia y empatado en Barcelona, que le había metido cuatro al Madrid en el Calderón y que encajó menos goles que nadie. Aquel era el Atleti del sonriente Luiz Pereira, del mágico Leivinha, del fulminante Ratón Ayala, de los españoles Marcelino, Capón, Salcedo, Bermejo, Robi y Alberto. Del goleador Rubén Cano, el mismo que cinco meses después marcaría un gol con la espinilla en el Pequeño Maracaná de Belgrado, de Vicente Calderón en el palco y de Luis en el banquillo. El viejo zapatones que tantas tardes de gloria vivió en el césped del Manzanares y que, ahora que era técnico de incipiente prestigio, solía salir en la prensa con el “Aragonés” escrito detrás de su nombre.

Un Atleti de los de antes, de los que nunca debió dejar de ser, un Atleti que dio paso a épocas más difíciles, que pudo perder su identidad entre el dominio de los equipos vascos, que sufrió la fulgurante aparición de la Quinta del Buitre y que vivió en la sombra del Dream Team de Cruyff. Para entonces, ese Atleti ya era una sombra de lo que fue, y aunque hubo un doblete que intentó recuperar el norte, hubo también un descenso que dejó bien claro quién era quién en este mundo de sueños incumplidos. Y a día de hoy, mientras seguimos escupiendo maldiciones mientras debatimos alineaciones y fichajes malogrados, no podemos olvidar que hubo un día en el que un puñado de buenos jugadores cumplió un sueño y salieron campeones de liga un soleado día de San Isidro en el estadio de Chamartín.