lunes, 21 de diciembre de 2009

Llorar como aficionado

Existen dos tipos de futbolistas en plano emocional. Aquellos que miran por sí mismos y aquellos que miran por su equipo. No quisiera convertir en premisa, con esta afirmación, que existen futbolistas que no miran por sí mismos porque en el plano ambicioso, allá donde entran en juego factores económicos, deportivos y glorificantes, todos son igual de egoístas. Pero más allá de posturas de exaltación del ego y de celebraciones consigo mismo, existen futbolistas que, cuando ganan, sienten en su piel el sueño cumplido de su infancia porque desde pequeños amaron al club al que defienden.

Es algo que pude entender en tipos como Maldini, Gerrard o Puyol. También en aquellas lágrimas sinceras de Terry después de escurrirse justo en el momento de lanzar aquel último penalti. Son tipos, como Iker Casillas, como Fernando Torres o como Raúl Tamudo, que desde pequeños mamaron una afición y se dieron cuenta de mayores lo grande que era defender la camiseta de sus sueños. Los hay, condicionados por el miedo a defraudar a su gran amor, que prefieren marcharse por la puerta de atrás antes que ser repudiados por su propio público, como aquel Michael Robinson que reconocía haber dejado el Liverpool, temiendo hacerle daño, por el intenso amor que le profesaba.

La alegría de estos tipos, que lloran como aficionado lo que han logrado como jugador, puede hacerse extensible a otros ámbitos del fútbol, como bien puede ser el puesto de entrenador. Nadie puede dejar de reconocer que tras los éxitos de Vicente Del Bosque en el Madrid se encontraba el espíritu de un tipo que amaba su casa o que cada vez que Luis Aragonés se ha hecho cargo del Atlético el equipo ganaba un plus de emotividad. Es por ello que hoy comprendo las lágrimas de Pep Guardiola porque a mí me habría pasado lo mismo.

Seguramente no hubiese llorado Guardiola de haber conseguido todos sus éxitos sentado en el banquillo de otro equipo. Porque él no lloraba como Pep, ni como entrenador, sino como aficionado del Barça. Sentir algo a flor de piel desde la más tierna infancia y darse cuenta de que has sido partícipe del éxito que siempre soñaste debe ser algo así como terminar de conquistar a la chica de tus fantasías más platónicas. En las lágrimas de Guardiola descubrí el sentimiento de quien logró, como aficionado, todos los sueños que se contaban los unos a los otros cualquier mañana de primavera en un patio de colegio. "Ahora mismo yo soy el Barça", debió pensar Pep. Imaginaos en la misma situación, cada uno con el equipo de sus amores. Como para no llorar.

lunes, 14 de diciembre de 2009

El ciego que no quería ver

Había una vez un ciego que no quería ver. Presumía de vista de águila y de buen gusto por el fútbol. Se sentía cómodo en su butaca y le gustaba que se las diesen todas como a Felipe II. Él decía que veía pero no quería hacerlo, se conformaba con lo que tenía y, por seguir queriendo ver lo que quería él mismo derrumbó su castillo de naipes y ahora solamente se consuela con partidos a cara de perro en campos de segunda.

Es la historia de un atlético conformista. Ese mismo que se creyó lo de "El Pupas" y se levantaba tan contento por las mañanas porque su padre no sabía decirle por qué eran del Atleti. Aquel que leía una mentira en la prensa y se la tomaba como la verdad más irrefutable. Aquel que vio a su equipo ganar dos veces seguidas a dos equipos del tren de cola y quiso creer aquello de que el Atleti despegaba. Aquel que se tomó el partido del Oporto a risa porque al fin y al cabo estábamos clasificados para esa gran competición llamada Europa League en la que si les eliminan en octavos habrán de aplaudir el éxito porque ya se han creido eso de que el Atleti es lo que es y no puede ir a más.

Es la historia de un tipo que calla y otorga. Es la historia de un tipo que sigue creyendo que tienen tan poco porque al otro equipo de la ciudad se lo regalan todo. La historia de un iluso que sigue creyendo que Jurado, Maxi, Simao y Reyes pueden formar un centro del campo de élite y cuando pierden le echan la culpa al entrenador de turno. Ninguno les vale. Pero les vale escuchar al dueño de sus sueños diciendo que están donde están por no haber vendido a uno de sus delanteros sin pararse a pensar que realmente están donde están porque no han vendido a uno de sus defensas. Y encima fichan a Juanito. Y encima se lo ríen.

Esta es la historia y así será mientras sigan los que siguen. Y así nos va. Y así nos irá.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Sobre equipazos, rivales, desastres y absurdeces

Nadie puede negar que la Liga de Campeones se ha convertido en la panacea del negocio deportivo mundial. Equipos de aquí y de allí, unos pequeños y otros más grandes, dispuestos a pelear su parcela de gloria. Terminó la fase de grupos y, salvo alguna sorpresa en forma de equipo grande caído en la lona, casi todos los favoritos cumplieron con su papel en mayor o menor medida.

Si hablamos de un grande, de los de verdad, empujado hacia el agujero de la Europa League, nos vemos obligados a hablar de la Juventus de Turin. En su duelo a vida o muerte contra el Bayern, nos encontramos con la manida circunstacia que aflora siempre que se enfrentan dos colosos; el que se queda sin pastel siempre es analizado de reojo. Se encontró la Juve con un Bayern al que le salió todo y con un Buffon al que, por una noche, no le salió casi nada. No deben bajar los brazos los italianos porque en su ejercicio de reconstrucción van dando, poco a poco, los pasos adecuados para regresar a su lugar. El Bayern, que pasó como segundo, tiene frente a sí una nueva enmienda contra su historia más reciente, casi apostaría que, visto el imán que une a ambos equipos, el sorteo les emparejará al Real Madrid y podremos revivir aquellos duelos a vida o muerte que tantas páginas escribieron en esta competición.

Y si la Juve quedó fuera y el Bayern quedó segundo fue porque en primer lugar se coló un Girondins de Burdeos que no hizo sino revitalizar el gran momento que vive el fútbol francés. Liderados por Gourcuff, los "girondinos" practicaron un fútbol sencillo a la par que eficaz. Le bastaron ramalazos de buen juego y unos dientes bien apretados para conservar el botín, para colarse por delante de los dos gigantes que, a priori, amenazaban con dejarle fuera de los octavos de final.

En el grupo B, un Manchester United amenazado por la posibilidad de verse abocado a un triple empate amenazador, tiró de galones y de Michael Owen para deshacerse del Wolfsburgo y sacar billete en primera clase para la ronda elimintaria. Con el pequeño delantero inglés sucede lo mismo que con aquellos jugadores que, por haber llegado tan alto y durante tanto tiempo, la crítica se empeña en destruir antes de que ellos digan basta. A ocurrido otras veces con tipos como Del Piero, Raúl o Totti. Basta que duden de su verdadero lugar en la élite para que el día en que sus equipos más les necesitan, aparezcan como salvadores para glorificar su propia leyenda. Eso hizo Owen; glorificarse, clasificar a su equipo y, de paso, decirle a Ferguson que él también está para ser titular.

Una vez mascada la derrota, el Wolfsburgo no tuvo más hechura que mirar a Rusia con desamor. Allí, Krasic derrotó al Besiktas y dejó claro lo gran jugador que es y el poco ruido que hace últimamente la liga turca. Cuando llegue la primavera, el CSKA se habrá derretido y, probablemente, Krasic habrá emigrado en busca de gloria y fortuna, por lo que ya veo a alguno de los gallitos pidiendose a los rusos en octavos. Cuando el general invierno pasa de largo, viajar a Rusia sabe más a turismo que a batalla.

Batalla es lo que esperaba el Real Madrid en el Velodrome y muerte por aplastamiento es lo que infligió el Real Madrid al Olympique de Marsella. A día de hoy, con un Madrid restructurado en todas sus líneas, parece una quimera que un equipo que juegue a lo que juega el Olympique pueda hacerle un mínimo de daño. Los de Pellegrini, que antes de encontrar el juego, ya estaban curtidos para la guerra, se encontraron con un rival que les quiso ganar con fútbol directo y agresividad. Craso error. Le bastó al Madrid aguantar el balón y ejercer el contragolpe con precisión para ganar con holgura y presentar seria candidatura a un trofeo en el que, mientras nadie diga lo contrario, sigue siendo el rey.

Quedó primero de grupo el Madrid porque el Milan no supo rematar su faena en Zurich. Sabrán conformarse los rossoneros con este segundo grupo porque, más allá de la competitividad que se le supone, a este equipo le cuesta horrores encontrar un juego fiable. Más allá de la aportación de Pato, el equipo sigue envejeciendo y se va haciendo cada vez más previsible. Dirán los dogmistas que a este club le hace falta poco para alcanzar mucho, pero yo, aún a riesgo de quedarme sin cabeza, me juego el cuello a que este equipo no supera una ronda más.

Generalmente, cuando una parte de madrid sonríe es porque la otra llora amargamente. Lo cruel de este sofismo es que los que ríen llevan demasiado tiempo riendo y los que lloran llevan demasiado tiempo llorando. Lo que ha hecho el Atlético en esta Champions se acerca más al ridículo que al simple fracaso. Fracaso puede considerarse quedar tercero contando con dos delanteros de élite mundial, pero sacar a pasear esa defensa por Europa, no ser capaz de anotar más de tres goles y pelearse en el goal average por obtener un puesto en la extinta Copa de la Uefa con esa potencia llamada Apoel de Nicosia, no puede tener otro término que no sea el de fracaso.

Bien el Oporto y bien el Chelsea cumpliendo su papel. De los ingleses no hablaremos mucho porque ya sabemos todos de qué pasta están hechos. Son un equipo fiero, fiable y con muchos buenos jugadores que, además, este año tiene ratos de gran fútbol. Los portugueses, sin embargo, casi a la chita callando se han convertido en un equipo incómodo por ello de querer evitarlo en la siguiente ronda. Aunque parezca que por nombre puede ser una de las peras en dulce, por juego y conjuntamiento, es un equipo más que vistoso. De los que en una buena tarde te pueden dejar con cara de tonto. De eso ya da fé el Atlético.

Si hablamos del otro gran equipo que ha quedado fuera en esta primera ronda de la Champions, tenemos que referirnos al Liverpool. Vale que era un grupo complicado y vale que los reds están atravesando por más problemas de los que, quizá, pueden asumir, pero ver su nombre en el grupo de no clasificados no deja de causar cierta sorpresa. Durante algunas semanas, y aún cuando lo tenían casi en japonés, muchos albergamos la esperanza de que Benítez enchufase a sus chicos hacia lo imposible porque a este equipo, más allá de su irregularidad, nunca se le ha podido achacar falta de compromiso en los grandes momentos. Pero aquello de jugar sin Torres unas veces, sin Gerrard otras y sin Torres ni Gerrard la mayoría de ellas, le pesó demasiado. Al Liverpool le falta una idea y le sobra ardor, quizá cuando equilibre sus sentidos y encuentre el timón guía (bien podría ser Aquilani) vuelva a ser aquel equipo que todos temían.

Pasaron Lyon y Fiorentina porque hicieron mucho mejor lo que saben. Ambos son dos equipos que hacen un buen fútbol y han sabido concentrar todos sus recursos para esta competición. En este último caso sorprende que la Fiorentina se haya colado en primer lugar, pero con ganas y tres o cuatro buenos jugadores se pueden hacer muchas cosas. El Lyon es otra cosa, no tiene la competitividad que implica la genética italiana pero lleva demasiado tiempo en la élite como para verse afectado por el mal de altura. Quizá podamos achacarle que no termine de dar ese último pasito que le conduzca hacia la consagración. Este año ha recuperado el fútbol y el poder ofensivo. De igual manera que hablé del Oporto, a estos franceses también habrá de tenerlos en cuenta por si les da por dar una mala tarde a algún gallito.

El gran gallito de toda competición suele ser el campeón y el Barça no está dispuesto a bajarse del trono de gran favorito. Si la prensa madrileña no hubiese sido ayer tan absurda no le hubiese puesto a huevo hoy el titular a la prensa catalana. El gol de Messi ayer en Kiev reúne las cualidades que consagran a cualquier jugador y este no es un jugador cualquiera. Por el momento, por la situación, por las consecuencias, agarrar una falta y ponerla en el ángulo es más difícil por la consecuencia que por el simple hecho. El Barça, después de una tormentosa travesía termina como primero de grupo y como principal rival a evitar y eso sigue diciendo mucho del campeón.

Por detrás quedó el Inter tras derrotar en San Siro a un Rubin Kazan que se puede ir con la cabeza bien alta. Suele ocurrir que cuando lo fías todo a tu defensa al final echas de menos no haber puesto un poco más de condimento a la salsa del ataque. Los rusos, que han revalidado título y, por tanto, revalidarán participación, se vieron sorprendidos por dos trallazos inconmensurables de Eto'o y Ballotelli, dos futbolistas que, bien por exceso o bien por defecto, nunca podrán dejar inermes a nadie.

El otro equipo español en la élite europea será el Sevilla. Opositando, a priori, con unos exámenes demasiado benevolentes, nada mejor que hacer bien los deberes para terminar aprobando con nota. Los hispalenses ganaron allí donde lo necesitaron y, de manera holgada, se metieron en la siguiente fase como primeros de grupo a costa de un Stuttgart que al fin dio una pequeña alegría a su afición, a un Unirea que jugará la Europa League con mucha dignidad y de un Rangers que se ha consumado como la gran decepción del grupo. Otro de esos equipos a evitar este Sevilla que, a poco que el sorteo le favorezca, se puede plantar en cuartos en disposición de dar tormento a quien se le cruce.

Termina este repaso a la última jornada de la primera fase de la Champions con lo acaecido en el grupo H. Allí se vieron el gol más emotivo de la jornada y la futura hornada del Arsenal de Wenger.

En Lieja, un desesperado Standard colgó un último balón para que, por aquellos designios del destino, su portero Bolat cabeceara el balón hacia la red de la portería del AZ Almaark. Los holandeses, neófitos en estas lides, regresaron a casa sin premio alguno y los belgas, recordados más por su pasado que por su presente, vieron, en tan solo un instante, que su continuidad en Europa, aunque fuese por la puerta de atrás, seguía siendo una realidad.

Y en Grecia, un necesitado Olympiakos, apuró sus cartas para vencer a un Arsenal ya clasificado y colarse en octavos como segundo de grupo. A destacar la participación de un grupo de juveniles en el equipo inglés como esa nueva muestra de la locura (a veces bendita y otras no) de Wenger en su apuesta por los futuros jugadores del primer equipo. Allí estuvieron Mérida, Wilshere, Cruise (no el que estaba en Sevilla) y Bartely liderados por los también imberbes Walcott y Ramsey. Perdieron, pero ver a niños pelear cara a cara contra hombres no deja de producir cierta emotividad. Seguramente este tampoco sea el año del Arsenal, pero de alguna forma, es un equipo que siempre deja un lugar para la sonrisa.