miércoles, 20 de enero de 2010

La pantera negra

Durante el verano de 1960, José Carlos Bauer viajó a África para acompañar a un joven equipo amateur en una gira que le llevaría por distintos campos de fútbol donde aprenderían una nueva cultura y una nueva manera de vivir el fútbol. Bauer, que era un técnico de reconocido prestigio en Brasil, arribó en Lourenço Marques, capital de Mozambique, con la esperanza de encontrar una conclusión y algún jugador válido para el futuro de la selección brasileña, pero no esperaba, ni mucho menos, quedar asombrado con el fútbol trepidante, fuerte y potente que practicaba un joven local de apenas dieciocho años y que respondía al nombre de Eusebio.

De regreso a Brasil, y una vez concluida la gira por tierras africanas, el equipo pasó unos días en Portugal y Bauer aprovechó para visitar a su viejo amigo Bela Guttman, un antiguo jugador húngaro que se había licenciado como entrenador en Brasil y ahora aplicaba su magisterio futbolístico en el Benfica de Lisboa. El encuentro no tuvo más emotividad que la que suelen mostrar dos amigos agradecidos de volver a verse, y entre las muchas palabras que salieron durante su tertulia salió el nombre de aquel joven jugador mozambiqueño que había sorprendido a Bauer. “Yo no puedo ficharlo”, le dijo a su amigo Guttman, “en Brasil hay cientos como él. Pero estoy seguro de que a ti sí te podría valer”.

Dicho y hecho. Guttman sintió el gusanillo de la curiosidad revoloteando en la boca del estómago y pocos días después viajó hacia Mozambique para descubrir las maravillas de las que tanto le había hablado su viejo y admirado amigo. Apenas vio jugar a Eusebio durante quince minutos y ya se había dado cuenta de que frente a él había una futura estrella mundial.

Eusebio viajó a Lisboa de la mano de Guttman mientras el Sporting, club vecino y rival del Benfica, negociaba el traspaso del jugador con el Club Lourenço Marqués, equipo, en el que, hasta entonces, había jugado la joven estrella. La leyenda de sus goles se había propagado por todo Portugal y todos los equipos viajaban a la capital de Mozambique para interesarse por el chico, pero el chico ya no estaba en Lourenço Marqués y nadie conocía su paradero.

El Benfica lo mantuvo escondido durante varias semanas a la espera de apaciguar la tormenta que había desatado el “secuestro” y cuando consiguió calmar las ofendidas voces que llegaban desde el Sporting haciendo saber a cada uno de sus dirigentes que Eusebio solamente pensaba jugar al fútbol como benfiquista, presentó la primera ficha profesional del jugador y lo presentó ante el mundo como una de sus estrellas.

Aquel Benfica de 1961, con Eusebio curtiendo los modales de su juego en el equipo juvenil, consiguió alzarse con la Copa de Europa y, pocas semanas después, viajó a París para defender su honor de campeón continental en un partido amistoso contra el Santos de Pelé, equipo que, por aquel entonces, y después del temprano hundimiento del Real Madrid en la última edición de la Copa de Europa, estaba considerado como la mayor referencia a nivel mundial. El partido comenzó siendo un paseo para los campeones de Brasil y terminó convirtiéndose en el partido de Eusebio. El baile de la primera parte concluyó con un más que significativo tres a cero a favor del Santos y fue en aquel momento, mientras Guttman mascaba aquel ridículo paseando por el vestuario, cuando decidió darle la alternativa a aquel jugador que había traído desde África y con el que llevaba varios meses trabajando para intentar pulir su exceso de potencia y aportarle una técnica más acorde a sus cualidades. Y Eusebio no decepcionó a nadie y el partido concluyó con un memorable seis a tres a favor del Santos tras un segundo periodo en el que Eusebio destapó todos los tarros de las esencias haciendo tres goles y jugando de una manera maravillosa, tanto es así, que la prensa francesa amaneció el día siguiente con un titular que decía “Eusebio tres, Pelé dos”, obviando por completo el resultado del partido y haciendo referencia a la cantidad de goles que había anotado cada una de las estrellas.

Y una vez conquistado Pelé ya sólo quedaba conquistar Europa. Eusebio se ganó un puesto definitivo en el once titular del equipo a base de goles y en poco tiempo pasó de ser el joven mozambiqueño que les había sacado del entuerto en París a convertirse en la mayor referencia de un equipo que poco a poco fue logrando sus objetivos hasta alcanzar la final de la Copa de Europa por segundo año consecutivo y tras una asombrosa actuación de Eusebio en semifinales y que había servido para dejar fuera al temible Tottenham inglés.

La final volvió a enfrentarles a un equipo español. Si la temporada anterior había sido el Barça el que había caído a la lona golpeado por los goles lisboetas, ahora era el Real Madrid el equipo que intentaría arrebatarles el derecho a seguir soñando con un nuevo campeonato. El nombre del Real Madrid llevaba años recorriendo las conversaciones de medio mundo y Eusebio también había oído hablar, primero en Mozambique y luego en Portugal, de las excelencias del mejor equipo del mundo durante la última década. Antes del partido y mientras se colocaban los uniformes en el vestuario del viejo estadio De Meer, en Ámsterdam, los jugadores del Benfica solamente hablaban de Di Stéfano y de Puskas, y el joven Eusebio, supo de inmediato, que si quería convertirse en el protagonista de la final iba a tener que correr y regatear más que Di Stéfano e iba a tener que marcar más goles de los que hiciese Puskas. La misión, a priori, se presentaba extremadamente difícil.

Y el partido resultó más difícil aún de lo que los dos equipos habían esperado. Tras una primera parte equilibrada en el juego, el Real Madrid se fue al vestuario con la escasa renta de un gol en el marcador y gracias a los tres goles que había anotado el implacable Ferenc Puskas.

Ferenc Puskas. En los grandes nombres del fútbol residían los principales modelos a imitar. Eusebio había quedado impresionado con el altísimo nivel de juego que habían ofrecido las estrellas del Madrid, y aunque muchos de sus jugadores andaban cerca de doblarle en edad, competían con la ilusión y la furia de un juvenil que pelea por un sueño. Resultaba admirable comprobar como, a pesar de haberlo ganado todo, los jugadores del Real Madrid mantenían viva la llama de la ilusión y el hambre de victoria con el paso de los años.

Eusebio se fijó en Puskas y se fijó en Di Stéfano, recordó la apuesta que había hecho consigo mismo minutos antes de saltar al terreno de juego y resopló pensando qué difícil sería eclipsar el talento de aquellos dos jugadores sin igual. Puskas era un gordito que domaba el balón como un hipnotizador domaba la voluntad de sus pacientes y, además, era capaz de chutar con precisión desde cualquier lugar del frente de ataque. Di Stéfano, por su parte, era escudero en defensa y caballero en ataque, un futbolista imparable que convertía cada carrera en el argumento de un libro y cada balón en un regalo de Dios.

Comenzó la segunda parte y el Benfica continuó vendiendo cara su piel, los minutos fueron pasando de ataque en ataque hasta que el virtuoso Colona hizo el empate y los dos equipos se miraron a los ojos dudando entre ofrecerse una tregua o tirar hacia delante dejando que el destino hiciese caer los goles como fruta madura. Y fue cuando el cansancio se había convertido en el auténtico protagonista del choque cuando apareció Eusebio.

Quedaban pocos minutos para la conclusión de la final y Eusebio ya jugaba a otra cosa. Di Stéfano, Puskas y cada una de las estrellas que compartían cada parcela de césped con ellos vistiendo la camiseta del Madrid y también Colona, Augusto, Simoes y todos sus compañeros de equipo, se habían convertido en prisioneros de su propio esfuerzo físico y el cansancio les había invadido hasta dejarlos prácticamente agotados. Pero en cada carrera, en cada esfuerzo y en cada disputa, aparecía Eusebio con la frente alta y la respiración pausada; cuando todos parecían rendirse, él se encontraba más fuerte que nunca.

Y fue aquella fuerza y frescura lo que regaló a Eusebio la oportunidad de convertirse en estrella a ojos del mundo y al Benfica de consolidarse, un año más, como dueño y señor del trofeo más prestigioso de Europa a nivel de clubes. Por su zancada inalcanzable fue apodado “La Pantera Negra”, por sus disparos terroríficos su pierna fue comparada con un cañón y por sus goles decisivos pasó a la historia como el mejor jugador que vistió la camiseta del Benfica.

Dos goles de Eusebio pusieron el definitivo cinco a tres en el marcador y todos los jugadores del Benfica estallaron de júbilo al repetir la hazaña del año anterior. Guttman fue consciente del valor de su trabajo cuando vio a su paisano Puskas acercarse a Eusebio y regalarle su camiseta como premio a su inolvidable actuación. Eusebio mantenía un foco de incredulidad en la mirada y Guttman sonrió complacido mientras daba gracias al cielo y recordaba la primera vez que había oído hablar del muchacho. Efectivamente, Bauer tenía razón.

jueves, 14 de enero de 2010

El fondo del pozo

Siempre me gustó medir el valor mental de cada persona en comparación con su capacidad para levantarse tras un tropiezo. Son demasiadas las veces, a lo largo de la vida, en las que nos vemos obligados, por exceso o por defecto, a pensar en dejarlo todo. Tirar o no la toalla depende, en gran medida, del análisis de emoción que hagamos de quienes salgan perjudicados en nuestro fracaso, es por ello que muchas veces nos vemos obligados a dar un paso más hacia el precipio solamente por encontrar la sonrisa de quien espera que no le fallemos.

Todos hemos tenido nuestro particular pozo, ya sea por causas afectivas, laborales, rutinarias o de simple autoestima. Lo peor del pozo es la sensación de caer y no saber a ciencia cierta donde se encuentra el fondo. La parte positiva la encontramos cuando llega ese fondo porque, una vez los huesos han dado con el fango, ya solo queda levantarse y optar por morir o remontar. Ciertamente, más hondo no se puede caer.

Dentro de los aspectos emotivos que más nos empujan a quienes amamos el fútbol es la condición presencial de nuestro respectivo equipo. De esta manera resulta muy fácil que los lunes, o los jueves, de nuestra semana particular sean más o menos alegres en función del resultado obtenido por aquellos que visten los colores que palpitan a fuego en nuestro corazón. Es por ello que los aficionados el Atleti, al ver a nuestro equipo en el pozo, sintamos caer sin ver un fondo en el que estrellarnos al mismo tiempo que ellos siguen ensuciando un escudo que se forjó hace más de cien años.

Que este equipo puede caer aún más bajo llega a ser cierto en cuanto analizamos momentos catastróficos de su presente más negro. El equipo, plagado de internacionales, muchos de los cuales se contrastaron con el tiempo, descendió a segunda división sin apenas tiempo para asumir el desastre. Un año más tarde, con un presupuesto mucho mayor que el de casi todos los equipos de la máxima categoría, no fue capaz de ascender por no saber asimilar la realidad que le encarcelaba. En el regreso a primera el club nos vendió la imagen de Burgos asomando la cabeza por una alcantarilla, parecía que habíamos salido del pozo y no habíamos hecho si no empezar a caer de nuevo.

La caída en picado, con algunas fases de recompensa traicionera en forma de cuarto puesto, continuó hasta que el equipo fue humillado en Huelva en un partido que pasará a los anales de la historia como el mayor ridículo jamás concebido, solamente equiparable a aquel bochornoso cero a seis con los jugadores mirando mientras el Barcelona les bailaba.

¿Puede este ser el fondo del Atlético? Desde luego, todo pasa por una remontada milagrosa en la que, a esta hora, y arriesgándome a que me tachen de agorero, no creo para nada. Primero porque el equipo no tiene patrón, segundo porque al equipo le falta convencimiento y, tercero, porque al equipo le falta la fiabilidad defensiva necesaria como para jugarse un partido a cara o cruz como este y tener el convencimiento de que no recibirá ningún gol en contra.

Así pues, el Atlético, a partir de esta noche puede seguir cayendo. O quizá esta eliminación signifique, al fin, un punto de inflexión en el que apoyarse para remolcar la nave. Realmente veo muchas carencias, reducidas todas al cariz pasional, como para que este equipo, de verdad, sea capaz de tirar hacia adelante. Pero si me quiero para a creer es, fundamentalmente por dos motivos; el primero porque si no lo hiciese sentiría morir algo dentro de mi, el segundo porque por encima de un grupo de mercenarios siempre quedará latente la verdad que representa un escudo y para mí eso significa demasiado. Espero que, aunque pierdan, no lo vuelvan a ensuciar. Eso es lo mínimo que esperamos de ellos.

viernes, 8 de enero de 2010

El equipo de la década

Después de casi un año de votaciones dentro de la encuesta presentada en el margen derecho de este blog, los visitantes de "El Fútbol de Pablo" han tenido a bien elegir el que, para ellos (y con jugadores propuestos por mí) ha sido el once ideal de la pasada década.

Sé que a algunos les faltará algún jugador, a otros les sobrarán dos o tres o incluso a mí mismo me sorprende el que, para mí, ha sido el jugador de la década, Thierry Henry. Algo que, de manera lógica, me podéis discutir puesto que no hay prisma más diferente que los ojos de cada persona.
Así pues, prolegómenos aparte, el once elegido por los lectores de "El Fútbol de Pablo" es el siguiente:

BUFFÓN: Mucho se ha hablado de Casillas a lo largo de esta década; de sus milagros y sus puntos conseguidos para su equipo, pero si hay un portero que realmente ha tenido relevancia sobre su selección este ha sido Gianluigi Buffon. Tuvo que sufrir el escarnio de su equipo tras el "Moggigate", hace seis temporadas que no gana un título a nivel de clubes (los dos últimos scudettos fueron arrebatados de su palmarés) y ha sufrido largas lesiones que, por momentos, han lastrado su carrera, pero en estos diez años ha sido siete veces nombrado mejor portero de Italia y cuatro como mejor portero del mundo y, ante todo y sobre todo, fue pieza clave en el triunfo obtenido por Italia en el mundial de 2006. Siempre un portero serio, sin alardes, gran conocedor de su profesión, magistral en el mano a mano y con una personalidad arrolladora.

CAFÚ: Esta fue la última década como profesional del considerado por todos como el mejor lateral derecho del mundo. Cafú siempre entendió el fútbol como un ejercicio de competición y por ello ejerció, como tantos otros grandes laterales cariocas, de centrocampista en el costado derecho. Saber atacar y defender, para un lateral, son las premisas básicas del oficio, saber además jugar al fútbol, es un plus por el que muchos estarían dispuestos a matar. Un Cafú aún esplendoroso ganó la Serie A italiana con la Roma en la temporada 2000-2001. Un Cafú mucho más sabio ganó la Serie A italiana con el Milan en la termporada 2003-2004. Y un Cafú legendario ganó el campeonato mundial de fútbol en Corea en el año 2002. Pequeñas dentelladas de gloria para un tipo que batió el record de internacionalidades de Brasil en la primavera de 2005 y que en 2008 dijo adiós al fútbol para convertirse, como tantos otros, en leyenda viva del deporte.

ROBERTO CARLOS: Poco tipos han aguantado el tirón de la grada del Bernabéu con tanto entusiasmo y tan buen rendimiento. Y ningún defensa en la historia del fútbol ha aportado tanto al juego ofensivo de su equipo como lo ha hecho Roberto Carlos en el Real Madrid y en la selección brasileña de fútbol. Con los blancos ganó tres ligas y dos copas de Europa y con la verdeamarelha ganó el mundial de fútbol de 2002. Todo ello le valió elogios, reconocimiento y gloria, además de ser galardonado con el Balón de Plata en el mismo año en el que fue campeón de Europa y del Mundo. Desde hace un par de temporadas juega en el Fenerbahce, se fue porque ya no era aquel tipo decisivo que hacía suya la banda izquierda del Bernabéu, pero desde que se fue, ni el Madrid, ni Brasil han sido capaces de encontrar a un tipo que les haga olvidarse de él. Tarea imposible porque tardará mucho tiempo en nacer otro jugador como él.

AYALA: Pocos defensores dieron tanta influencia al plan de seguridad de un equipo como lo hizo Ayala con el Valencia de la primera mitad de la década. A las órdenes de Benítez, el Valencia se convirtió en un equipo compacto, de contragolpe certero y muy difícil de superar, dónde Ayala se erigió en general en firme. Tras llegar rebotado del Calcio, donde aprendió a sufrir, se convirtió en ídolo de Mestalla gracias a su carisma, colocación y buenas artes defensivas. En su primer año en Valencia perdió la final de la Liga de Campeones, pero no tardaría en desquitarse con dos ligas y una Copa de la Uefa. Pero, sobre todo, no tardaría en consagrarse como un defensor de verdad; un tipo bajito que las ganaba todas por alto y un tipo no muy rápido que les ganaba la carrera a los más veloces. Tenía defectos, pero fueron pocos los capaces de hacerle sacar los colores.

MALDINI: Si existe un jugador ligado a un equipo en la memoria de un aficionado, este no puede ser otro que Paolo Maldini. Pocas carreras se conocen que sean tan longevas y al mismo tiempo tan exitosas como las del capitano rossonero. Si normalmente, los treinta indican el comienzo del declive para cualquier jugador, en Maldini significaron el comienzo de una nueva juventud; la enésima. Durante estos años abandonó el lateral izquierdo para acomodarse en el centro de la defensa y convertirse en capitán al mando de la nave milanista. Tras toda una vida en el Milan, aún le dio tiempo, en el que muchos consideraron su ocaso, a levantar un scudetto y dos ligas de campeones. En el mundial de 2002 dijo adiós a la selección italiana tras convertirse en el hombre que más veces había vestido su camiseta. Fue una despedida triste y que el tiempo demostró como precipitada. De haber aguantado un ciclo más, quizá estaríamos hablando de un Maldini campeón del mundo algo que le hubiese catapultado, sin objeciones, desde el cielo hacia el infinito.

FIGO: A día de hoy es fácil hablar de las cualidades, casi inmejorables, de Cristiano Ronaldo. Suyas han sido las apariciones más espectaculares de estos últimos años, pero aún en el resplandor del presente, nadie ha podido olvidar aún aquellos primeros años de Luis Figo como futbolista del Real Madrid. Y es que, además de figurar con papel estelar en aquel primer Madrid de Florentino, el fichaje de Figo por los blancos cambió por completo una tendencia. Tras perderlo, el Barcelona sufrió una de las peores travesías por el desierto de toda su historia. Durante cinco años, los azulgrana tuvieron que conformarse con darse cabezazos contra la pared mientras el Madrid ganaba ligas y Copas de Europa, y todo ello con Luis Figo como actor principal. Un tipo de mirada seria, gesto antipático y alma competitiva. Un tipo que iba e iba, una y otra vez, un tipo que, aún en sus peores días, nunca dio sensación de querer perder una partida. Fueron muchos los que le aplaudieron, pero pocos los que le reconocieron de verdad. Él cambió la tendencia de un Madrid que aún en la victoria seguía siendo un desastre y de una selección portuguesa que aún en la esperanza seguía siendo una promesa incumplida.

GERRARD: Hace casi veinte años que el Liverpool no gana una Liga inglesa y, sin embargo, a nadie se le escapa el papel que Gerrard ejerce para los reds. Durante estos años, tipos tan fantásticos como Scholes, Carrick o Lampard, han tenido el privilegio de levantar su copa de campeón y sin embargo ninguno ha conseguido levantar el corazón hasta un punto tan álgido como lo ha hecho Gerrard con los aficionados del Liverpool. Gerrard ama al Liverpool y el Liverpool ama a Gerrard, eso todo el mundo lo sabe. Por ello saborearon de manera especial cada uno de sus goles en cada una de las finales locas que ganó; la Copa de la Uefa en 2001 ante el Alavés, la Liga de Campeones en 2005 ante el Milan y la FA Cup en 2006 ante el West Ham. Goles de un tipo cuyo corazón abarca todo Anfield y cuya presencia abarca toda la capacidad de su equipo. Cuando él acierta es difícil que su equipo falle y cuando él falla es difícil que su equipo acierte.

ZIDANE: A ninguna buena memoria se le olvidará jamás el gol de Zidane en la final de Glasgow ante el Bayer Leverkusen. En aquel golpeo quedaron evidentes las virtudes de un futbolista técnicamente perfecto; la posición, el golpeo y la colocación. Zidane es un Dios en Francia porque a su alrededor se formó el equipo más competitivo de su historia; siete espartanos jugando para Zidane y Zidane jugando para dos estiletes. Una combinación bastante efectiva y muy vistosa en los últimos metros. En el Madrid, además, aportó la sencillez que le faltaba al último pase de una máquina casi inigualable. Fue un Madrid, el de Zidane, que no ganó demasiado pero que dejó un puñado de tardes absolutamente memorables. El Bernabéu le adoró porque, más allá del cartesianismo de Makelele, la insistencia de Figo y el arrollador carácter de Raúl, encontró la magia de un tipo nacido para ser inmortal.

RIVALDO: Aunque sus mejores años coincidieron con el final de la década de los noventa, nadie puede obviar la capital importancia que tuvo Rivaldo en aquel patético Barça dirigido por Joan Gaspart. En un equipo a la deriva, Rivaldo actuó como tabla salvadora para meterlo en Liga de Campeones, para aguantar el tirón hasta semifinales y para marcharse con la cabeza alta después de ser ninguneado en más de una ocasión. Imposible olvidar aquel gol de chilena al Valencia, o aquellos zapatazos en el Bernabéu cuando su equipo estaba hundido, o aquellos goles salvadores en partidos agónicos. Pocos tipos han ganado tantos partidos como él, pocos tipos han ganado tan poco como él. Entre sus éxitos destaca el mundial de 2002, un campeonato donde actuó como titular y en el que, aún estando en la cuesta abajo de su trayectoria, aportó cuatro goles dos de ellos decisivos ante Bélgica e Inglaterra en las dos primeras rondas eliminatorias, porque él nunca fue de marcar goles intrascendentes, el anotaba el primero, el que abría la lata, el que catapultaba a su equipo, el que le daba su pedazo de gloria personal.

MESSI: La irrupción de Leo Messi en la élite signficó el primer gran triunfo de la cantera global. En una época donde los jugadores, más que nunca, son mercancía, la consagración de Messi significó un nuevo rumbo para el trabajo de cantera; niños sin hacer de cualquier lugar del mundo tienen ya su pedazo de parcela para poder soñar. Serán muy pocos los que llegarán y menos aún los que logren ser lo que es Leo Messi. Y es que Messi es un jugador diferente en todo, piensa más rápido que nadie, corre más rápido que nadie y resuelve los problemas más rápido que nadie. Con semejantes cualidades no es de extrañar que, a día de hoy, sea considerado como el mejor jugador del mundo. Tras su debut en el primer equipo del Barcelona en la primavera de 2004, Messi ha ganado tres ligas y dos Copas de Europa. Le queda la espina de triunfar de pleno con su selección, aunque ya haya ganado con la misma el mundial juvenil y el oro olímpico. Tiene tiempo por delante para conseguirlo; es joven, tiene calidad y toda la ilusión del mundo. Próxima parada, mundial de Suráfrica.

RONALDO: Si me preguntan, a título personal, quien es el mejor delantero que he visto, no podría responder otro nombre que no fuese el de Ronaldo Luiz Nazario de Lima. Ningún otro delantero había conseguido hacer tantas cosas con un lastre físico tan importante. Tras una etapa de aparición fulgurante donde se convirtió en asombro de todos, una lesión de rodilla estuvo a punto de retirarle del fútbol. Su regreso no pudo ser más colosal; como si de un héroe de comic se tratase, Ronaldo regresó al fútbol pocos meses antes de la disputa del mundial de 2002. Scolari, que sabía de su mejor arma, le convocó para el mundial y un Brasil renqueante se convirtió en campeón. Ronaldo anotó ocho goles, dos de ellos en la final y dejó la sensación de que la bestia imparable había vuelto. Ese mismo verano fichó por el Real Madrid y en una primera temporada deslumbrante ganó la Liga española. Después vinieron sus escarceos con la noche, su mala relación con el Bernabéu y la llegada de Capello. El técnico italiano le vendió al Milan y Ronaldo dejó atrás la estela de un delantero irrepetible que anotó más de cien goles en cuatro temporadas. Era un tipo que apenas podía articular su rodilla derecha, que había engordado visiblemente y que limitaba sus esfuerzos al último tercio del terreno de juego. Infalible. Lo que vino después estuvo a punto de significar el final de su carrera; su otra rodilla, la que decían estaba sana, se rompió igual que lo había hecho la otra y todos nos apresuramos a retirarlo. Todos menos él. Ronaldo volvió al fútbol y ahora sigue jugando en el Corinthians. No está de paseo, ya ha sido máximo goleador de Brasil y quiere hacer méritos para jugar el mundial que se celebrará en Suráfrica el próximo verano. De ser así, y si el destino es lector de cómics, es posible que el gordito cojito deje de ser leyenda para convertirse en un Dios.