lunes, 12 de noviembre de 2007

La victoria del país que soñó ser libre

Existen acontecimientos que quedan grabados a fuego en la memoria de cualquier buen aficionado al fútbol. En el mismo año que Pedro Almodóvar estrenaba su polémica obra "Matador" y la URSS se felicitaba y estremecía a la vez al ver volar por los aires su estación MIR y su central nuclear de Chernobyl, poco después de que las fuerzas militares peruanas asesinaran a más de trescientos guerrilleros de Sendero Luminoso y antes de que el ciclón Wayne arrasara el semi recompuesto estado de Vietnam, a un pequeño jugador de fútbol llamado Diego Armando Maradona le dio por explicarle al mundo las dos caras del espectáculo futbolístico. Primero sacó una mano prestada por Dios para poner por delante a su equipo y poco después se inventó un recorrido tan memorable que, más de veinte años después, seguimos reflejando, fotograma a fotograma, en el umbral de nuestro recuerdo más sonriente.

Pero aquel mundial de 1986, Maradona aparte, nos dejó otra serie de pequeñas historias que se reencuentran hoy con la memoria colectiva de todos los que amamos el fútbol. Una de ellas arrancó en un fracaso fraguado en 1983 y que tuvo como protagonista posterior a la indumentaria de la selección argentina, fabricada, por aquel entonces, por la marca francesa "Le Coq Sportif". En un clamoroso choque de culturas, el seleccionador Bilardo suplicó a los franceses que incluyesen un bolsillo en la parte trasera de cada pantalón suministrado. La idea venía de lejos; durante la Copa América celebrada en Ecuador tres años atrás, el entonces seleccionador argentino, Miguel Ángel Russo, había depositado varios trozos de limón junto al arco del meta Pumpido. La misión era que cada futbolista argentino mascase, durante el partido, un pedazo de limón para, con la saliva obtenida, poder escupir con mayor holgura a sus rivales. En un acto de generosa envidia, los jugadores ecuatorianos robaron los limones y los argentinos se quedaron sin argucia ¿Solución? Como Bilardo entendía tanto de ilicitaciones como de motivaciones, sugirió la idea de un bolsillo en la parte trasera del pantalón para que sus chicos pudiesen portar, a modo individual, su trocito de limón. No fue posible, los franceses, tan gallardos y deportivos ellos, negaron su súplica a Bilardo. Menos mal que el cabezón terminó por concienciarse de que un solo Maradona valía tanto como todas las plantaciones mundiales de limoneros.

A los belgas, antes de obtener su mejor clasificación histórica, ya les habían tocado las narices antes de la aparición de Maradona. En el partido de preparación de cara al campeonato en el que se enfrentaron a la Universidad Católica de México, un choque, unos dicen que a propósito y otro que fortuíto, entre el meta local y el punta Claesen, terminó con este último en la enfermería y con más de viente jugadores repartiendo puñetazos y patadas sin balón por el medio. La calma la impuso la policía y la diosa fortuna se alió, a posteriori, con los belgas para eliminar a una Rusia superior y a una España lanzada. Menos mal que cada ciudadano y jugador belga terminó por comprender que ante Maradona no existen tratos válidos con la diosa fortuna.

Y mientras todo el pueblo argentino rendía culto a su Dios futbolístico todopoderoso, la diócesis de Monterrey, sede donde disputaba sus partidos las selección local, fijó sus horarios de misa a una hora no superior a las once de la mañana. Y es que ni la iglesia estaba dispuesta a que ni un solo compatriota y ni siquiera su Dios celestial, se perdiese ni un solo minuto de los partidos que iba a disputar la selección de México.

Una de las hazañas más recordadas de aquel mundial la protagonizó el equipo marroquí. Para un país donde el profesionalismo aún no había parado su locomotora de pasiones, alcanzar los octavos de final y jugarse el tipo en un cara a cara con la todopoderosa Alemania, significaba un hito sin ningún tipo de precedentes. Para que cada uno de los futbolistas marroquíes entendiesen lo que significa la palabra motivación, el rey Hassan II prometió un casa a cada jugador por conseguir lo imposible. Marruecos jugó un partidazo y su portero, Ezaki Badou, se ganó el contrato de su vida, pero lo imposible no pudo ser posible, entre otras cosas porque por allí pululaba un centrocampista de larga zancada y aliento incansable llamado Matthaeus. El alemán lanzó una falta desde su casa y mientras celebraba el gol, cada jugador marroquí despertaba de su sueño pero firmaba con letras de oro la primera gran gesta futbolística de un país que no ha dejado de crecer.

Cuando el campeonato firmó su última vuelta de honor y Maradona recogió la copa de manos de Joao Havelange, toda Argentina se echó a la calle. De su última celebración mundial recordaban la locura colectiva y el ejército guardián en cada uno de los rincones de fiesta. Aquella victoria, sin embargo, había llegado con la democracia y desde el balcón de la Casa Rosada de Buenos Aires, Maradona festejó su milagro perpétuo, Alfonsín recordó que la democracia también se montaba en la grupa de la victoria de su selección y Valdano entendió como lógico que el pueblo argentino utilizase el fútbol como vía de manifestación porque había sido una victoria "sin remordimientos, sin partidos políticos confiables, sin sindicatos representativos y sin organizaciones intermedias desarrolladas". El fútbol, como siempre, por encima de todas las cosas.

El espíritu competitivo de aquel equipo se mantuvo en vilo durante cuatro años más. Esperaba, y esperó, Italia, pero esa, como tantas otras, sigue siendo otra historia.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

qué buen artículo! me han encantado las argucias y mañas de los argentinos. Son unos maestros en el llamado "otro fútbol".

un abrazo.

piterino dijo...

Gran post, una vez más, soberbio Pablo.

Aquel Mundial me cogió demasiado pequeño y es el último del que no tengo recuerdo en vivo, pero por lo que he visto después y sólo por el "fenómeno Diego" fue uno de los más importantes de la historia.

Bilardo no es santo de mi devoción futbolística, pero al menos enriquece el siempre divertido campo de las anécdotas.

Saludos.

zaragocista dijo...

Excelente historia. La verdad es que leer esto es una delicia para los que no hemos podido tener la oportunidad de tener esos recuerdos.

Notable lo de Marruecos. Recuerda en parte a la actuación de Senegal en Corea.



Un abrazo.

Marco dijo...

Excelente artículo.

Andrés Romero dijo...

Muy buen post, Pablo. Enorabuena.

Recuerdo aquel Mundial de maravilla.

Argentina jugó su primer partido frente a Corea del Sur y lo ganó por 3-1 con dos goles de Valdano.

Dinamarca era una máquina; Alemania fiable como siempre.

Recuerdo con gran cariño, con seis añitos, ese Mundial.

Pablo Malagón dijo...

@ fernando

Pues sí, la verdad es que para ingeniar cualquier tipo de tretas son unos maestros. Afortunadamente, para el recuerdo han prevalecido, por encima de ellas, la gran cantidad de buenos peloteros que han dado.

@ piterino

De la historia de Estudiantes en la época del Bilardo jugador nos quedarían varias anécdotas por contar.

@ zaragocista

Digamos que todos los países tienen un punto de inflexión en el plano futbolístico y el mundial del 86 supuso la consagración de Marruecos. Un país, ahora, en horas bajas.

@ caligula

Que a alguien como a tí le haya gustado el artículo es algo que me llena de satisfacción. Un saludo.

@ la quinta del buitre

Yo tenía diez años y recuerdo ver los partidos de España por la noche con mi padre. Y, por supuesto, a Maradona.

Javi Saiz dijo...

Le Coq Sportif, esta creo que la llevaba el Albacete jeje.

Bueno, leyendo este artículo me viene a la memoria el libro de Maldini, que tb trata todo tipo de anécdotas. Recuerdo leer que Manolo Lama preguntó a un taxista argentino, ¿quien es el mejor jugador del mundo? este respondió Matthaus. Lama se quedó parado y le contestó un minuto despues, ¿y Maradona? Maradona es dios, y usted me ha preguntado por el mejor futbolista del mundo, respondió el taxista.

Y este es el sentimiento de todos los argentinos con Diego, y con Argentina, el fútbol por encima de todas las cosas. Algún día tienes que contarnos algo del mundial del 78', con la dictadura argentina en medio del mundial celebrado allí. Aunque no lo vivieras en primera persona.

un abrazo.

Anónimo dijo...

Muy bueno el post. No pude ver ese Mundial (tenía dos años), pero por la obra de arte de Maradona (repetida desde todos los ángulos y de todas las formas posibles) parece como si todos lo hubiéramos visto.