miércoles, 9 de febrero de 2011

Finlandia 2003

Existen escenarios preparados para los mejores artistas, apariciones fulgurantes, motivos para el asombro y nombres apuntados en un papel para no olvidar jamás a quienes nos hicieron soñar con algo grande.

En la primavera de 2003, una vez hubieron terminado las competiciones a nivel nacional, una pequeña reseña en los periódicos se hacía eco del fichaje de un juvenil del Barça por el Arsenal de Arsene Wenger. El técnico francés, siempre con la caña preparada, había sabido pescar en un río revuelto dentro de un club sumido en el caos y en pleno proceso electoral. Como se trataba de publicitar las promesas y no dar demasiada importancia a los hechos banales, la fuga de aquel joven centrocampista del equipo juvenil no tuvo más importancia de la necesaria.

Mientras Laporta y Bassat se peleaban por fichajes inalcanzables, en Finlandia daba comienzo la décima edición del campeonato mundial de fútbol sub 17. Entre los participantes se encontraba la selección española dirigida por Juan Santisteban y comandada por los excelsos David Silva y José Manuel Jurado. El equipo, que meses antes había salido derrotado en la final del europeo frente a Portugal, repetía convocatoria con la inclusión de un chaval un año menor que el resto; un chico espigado, de zancada elegante, precisión en el pase y capacidad de sobra para echarse a la espalda el peso del equipo.

El chico, que jugaba con el número diecisiete y con el nombre de "Cesc" grabado en la parte alta de la espalda, deslumbró al mundo con un par de exhibiciones memorables. En cuartos de final, y ante la Portugal que les había derrotado un par de meses antes, Cesc comandó una máquina letal que terminó goleando por cinco goles a dos. En semifinales, ante una Argentina que no había recibido un solo gol, Cesc anotó en dos ocasiones para firmar una remontada histórica. Con aquel último tanto en la prórroga, tras un derechazo cruzado a la escuadra, el mundo entero conoció al chico que había fichado por el Arsenal y el barcelonismo se lamentó por el diamante que acababan de quitarles de su joyero.

Como el tiempo, en su papel de justiciero, suele conceder al mundo una segunda oportunidad, aquella derrota en la final ante Brasil terminó por compensarse unos cuantos años más tarde. Aquel maravilloso futbolista que un día de otoño de 2003 salió llorando del césped con un balón y una bota de oro en cada mano, pudo resarcirse en el verano de 2010. Aquel día de julio, todos le recordamos interceptando un mal despeje en el borde del área, hipnotizando el balón hasta comprobar el desmarque y dejando solo ante el portero a Iniesta para que anotase un gol que daría la vuelta al mundo. Aquel día, todo el mundo conocía ya a Cesc Fábregas.

3 comentarios:

Futbólogos dijo...

Qué grande recordar esos tiempos.

En Barcelona se intentó tapar el desastre diciendo que Cesc no era un jugador imprescindible en sus equipos. Que en muchas ocasiones era suplente. Nada más lejos de la realidad. El tiempo pone a cada uno en su sitio.

Un saludo, magnífico post

Ángel.

Anónimo dijo...

Los mejores años de este chico están por llegar y son como culé. Wenger ya tiene a su sustituto, Wilshere, así que su marcha no debería ser tan dolorosa como si era en verano, aunque perder a alguien como Cesc siempre es doloros.

PD: Estoy organizando unos premios en mi blog, pasate e inscribe en las secciones que quieras ;)

Un saludo!

Un saludo!

Matías Rodríguez dijo...

Que gran articulo! Recuerdo ese partido, lo estaba viendo. Argentina venia muy bien, España tambien, pero Argentina era la favorita. Tenia un equipazo con Ustari, Garay, Gago, Formica, Biglia, Cardozo y España lo freno en seco despues de ir ganando dos a cero. Ese partido Cesc la rompio y acabo de consagrarse. Muy buen blog un saludo y te invito a pasar por el mio.

Saludos desde Fobal2000.