lunes, 8 de abril de 2013

Profesionalidad y sentimiento

No es fácil dar el paso definitvo. Cuando las expectativas son máximas, la responsabilidad ahoga, los sueños precipitan y las decepciones aprisionan el alma. El dedo acusador suele ser cruel y los titulares se esfuman con la misma facilidad con la que aparecen. Miren a ese tipo que se marcha por la puerta de atrás, hace dos días era un fabuloso proyecto de futbolista y hoy no es más que un fracaso más.

El Atleti devora niños como un león lo hacía con los gladiadores. Apenas habían saltado al coso y el pulgar acosador del resultado ya les estaba indicando que aquel no era su lugar. Casi todos tuvieron que buscarse la vida fuera y fueron muy pocos los que regresaron. Las segundas oportunidades, como los coches escoba, solamente pasan una vez. Subirse al asiento de atrás es obligatorio. Tomar las riendas del destino es el paso de los valientes.

Gabi no es el tipo más espectacular del mundo. Ya no es aquel excelso director de juego que despuntaba en el equipo juvenil hace una década, pero ha aprendido que el éxito es más factible cuando se miran los problemas a la cara. Durante un par de temporadas, después de aquella prometedora cesión en el Getafe, Gabi fue señalado con el dedo cada vez que el equipo perdía el timón y naufragaba en los puestos medios de la tabla. Mediocridad absoluta a la que nadie ponía remedio. Y el chaval, herido de muerte y asfixiado por el miedo, tuvo que huir para encontrar oxígeno y hacer carrera.

El Gabi que ha vuelto es otro. Sigue sin ser patrón, pero sí ha sabido hacerse con el puesto de contramaestre. Empuja, insiste, corre, quita y, sobre todo, no se complica. Ya no busca el pase imposible porque ha aprendido que en el fútbol, lo más sencillo, es lo más importante. Ya no sufre de ansiedad porque ha aprendido que al fútbol, talento aparte, se juega con la cabeza y se gana con el corazón. Profesionalidad y sentimiento. Una ecuación sencilla al servicio del Atleti. Simeone es el líder y Gabi es su voz en el campo.

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