jueves, 12 de diciembre de 2019

El lobo blanco

El lobo es un animal de arrebatos, un ser sibilino que acecha la presa, camina despacio y dentellea con la fuerza de un tiburón. Es un animal salvaje que vive de la emboscada, que se desarrolla en manada y sabe encontrar la flaqueza de la presa cuando esta está jadeante y asustada. El lobo blanco de Calais vivía de remates bestiales, de desmarques silenciosos, de peleas incontrolables. Le pegaba a la pelota con el alma y celebraba con el corazón. El lobo blanco de Calais fue Balón de Oro en Europa y un depredador inmortal tras los acantilados de la Costa Azul.

Jean-Pierre Papin empezó marcando dudas en Vichy y se consolidó marcando goles en Brujas. Aquella experiencia en Bélgica le curtió y le convirtió en referencia del fútbol europeo. Acompañó a la expedición francesa que alcanzó semifinales en México y se convirtió en la referencia del equipo francés más potente hasta el momento, en cuanto ha sido el único capaz de ganar la Copa de Europa.

Seis años en Marsella y casi doscientos goles. Pero, sobre todo, la sensación constante de que aquel fútbol se le quedaba pequeño. Fue por ello que aceptó el reto y cruzó los Alpes en dirección a Italia, al mejor equipo del mundo, a ese equipo que brillaba al ritmo de tres holandeses capaces de entenderse con los ojos cerrados. Y allí encontró su pared. Era bueno en el remate, era ambicioso y era fuerte en la pelea, pero no era mejor que Van Basten.

Para colmo, aquel mismo año el Milan terminaría perdiendo la final de la Champions League ante el Olympique de Marsella. Tanto tiempo remando para alcanzar el título y al final el título estaba más cerca de casa de lo que hubiese creído.

Aquella decepción le pudo. Marchó a Munich y regresó a Francia, pero no volvió a regresar al gol. Poco a poco se fue apagando como el lobo que busca cueva para dejarse morir bajo la luna. Sus últimos aullidos fueron en Guingamp, en un equipo de categoría menor. Quería seguir sintiéndose futbolista y se dio cuenta de que había dejado de ser delantero. Había dejado de ser aquel Lobo Blanco que devoraba goles y aullaba cada noche cuando la luna llena asomaba sobre el Velodrome y la gente acudía entusiasmada para ver a su goleador favorito.


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