viernes, 24 de marzo de 2023

Encontrarse

La duda es el peor enemigo del futbolista, porque le obliga a pensar en lo innecesario, le conduce a decisiones intemporales y le maniata en los lugares de decisión; por ello, cuanto más adaptado, más confiado y más centrado se encuentre un jugador, mayor será su rendimiento porque, talento aparte, nada mejor que una cabeza bien situada para conseguir que un deportista de élite compita como tal y sea capaz de atesorar sus aptitudes por encima de sus miedos.

Existen lugares y, sobre todo situaciones, que no siendo aptas para el buen rendimiento común, terminan convirtiéndose en una losa para el buen rendimiento de quien ha sido tocado por la varita. De este modo, un discurso mal medido, una falta de confianza, una impaciencia mal calculada o un estilo poco favorable, terminan con un proyecto de futbolista sumido en el mar de las dudas. Y así, mientras rebota y la confianza explota, se van pasando los años y se van diluyendo los goles. Fueron muchos los que perdieron el tren y algunos, muy pocos, fueron los que se situaron de nuevo en la línea del andén.

Enes Ünal fue un tanque sin control en Valladolid y una piedra sin pulir en un Villarreal que le ofreció tantas oportunidades como decepciones fue cosechando. Aturdido por el discurso común de un fútbol que cada vez demanda más atletas hasta en posiciones de ataque, se vio atrapado en una red sin saber utilizar ni el arpón, ni la mandíbula. El chico tenía aptitudes, pero era tan perezoso que no merecía la pena seguir haciendo un esfuerzo por él. Por ello, cuando llegó una oferta lo más mínimamente interesante, el equipo amarillo lo vendió al Getafe y le deseó la paz necesaria acorde al descanso que les regalaba.

La carrera del futbolista es tan corta que suele alcanzar una edad en la que sólo mirar hacia atrás produce el vértigo de lo inalcanzado. La sensación del tiempo perdido es tan desoladora que muchas veces se enciende un interruptor dentro de la cabeza y se acciona el mecanismo de la competitividad. Los que tienen la suerte de revertir su actitud y convertirse en soldados de una causa, saben disfrutar el doble del éxito porque en cada gol sobrevive la lágrima por la frustración pasada y la rabia por las oportunidades perdidas.

Ünal llegó a Getafe como un bulto sospechoso y se convirtió en el delantero de moda de la liga gracias a su buena labor y a sus ganas de encontrarse. Porque Quique no dejó de pedirle nada que no le pidiesen sus anteriores entrenadores, la única diferencia medió en el interruptor; el turco lo activó, supo al instante que estaba a punto de echar al traste su carrera y se convirtió en un tipo voraz que perseguía con el mismo ahínco el balón en el área que al defensor rival en la salida del balón. Gracias a su reencuentro consigo mismo, Ünal ha reencontrado el fútbol, el gol y, sobre todo, la sonrisa. Ahora todos los equipos de la liga saben que el Getafe tiene un arma de cara a la permanencia y eso, que no es poco, es motivo suficiente como para amenazar a cualquier defensa y, sobre todo, para soñar con seguir agarrados a esa división en la que lleva sobreviviendo durante las dos últimas décadas.

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