jueves, 9 de enero de 2020

Alma y escudo

Sobrevive en el Real Madrid un áurea de orgullo que lo ha colocado en la cima del mundo y que sirve como gancho guía cada vez que la montaña se derrumba. No existe más drama que el presente y no existe más obligación que el pasado, por ello, más allá de los lamentos existen las aventuras y los renacimientos. A rey muerto, rey puesto, a montaña erosionada, un nuevo Everest.

Los análisis tremendistas en el Madrid no son sino la consecuencia de un devenir histórico marcado por la exigencia. No valen los segundos puestos, no valen las derrotas y, últimamente, ni siquiera valen ya los empates. Por ello, cuando son conscientes de que no siempre se gana y que el deporte es un juego donde la competición aúna hambre con ganas de comer, es cuando, de bruces en el suelo, vuelven a buscar la puerta de salida en el fondo del garito.

Tomar aire, respirar y llenar la cartera de nuevo para pagar nuevas copas. Siempre el más rico del baile, el Madrid se ha acostumbrado al caviar y al champagne francés, pese a ello, cuando las circunstancias indican una contradicción, es cuando suelen levantar la testa, reivindicarse por su propio nombre y tirar de alma y escudo, porque la tradición no se gana en un año y el respeto no se gana en menos de una vida.

La primera temporada post Ronaldo fue tan dramática que el equipo se descompuso cuando fue consciente de que no era capaz de dominar los partidos en el área rival. Acostumbrado a encontrar el oasis en cualquier desierto, fueron muriendo de sed hasta verse despojados de su corona de campeón. Perdió la identidad en Europa y lo perdió todo. Ante la tragedia sólo quedaba redimirse y ante el lamento sólo quedaba reinventarse.

Tiene Zidane varios méritos en su haber, pero ninguno se realza como el de saber levantar al equipo de sus peores siestas. Lo hizo la vez primera y lo ha hecho de nuevo después de verse abocado a sendas transiciones que pusieron a la afición de uñas y al club patas arriba. Puede que el tipo no sea un gran estratega (es lo que dicen), o que no sea un gran lector de partidos (es lo que opinan), pero el trabajo psicológico que ha realizado (y ha repetido) con el equipo está a la altura de los mejores motivadores. Porque más allá del fútbol, que lo tiene, y de la calidad, que le sobra, el Madrid tiene hoy alma y, sobre todo, ha puesto el escudo por encima de todas las propuestas. Y cuando el Madrid juega con alma y escudo es como un tercio de infantería cargando a muerte sobre su rival. Sálvese quien pueda.


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