jueves, 24 de septiembre de 2020

El gran reto

Nada estimula más que lo difícil y nada más miedo que lo imposible. No hay rival pequeño, nos dicen,

pero siempre hay un ogro en el horizonte esperando a devorarnos, y si no somos capaces de convertirnos en dragón, sino somos capaces de transformarnos en bestia salvaje, no seremos más que un caramelo en una boca con lengua de fuego y dientes de acero. Cuando prevemos ser devorados, cuando creemos que los sueños no son sino la frontera de lo inalcanzable, es cuando el instinto de supervivencia nos hace abrir los ojos, apretar los dientes y preguntarnos por qué no, como ese Grupo Salvaje dirigido por Pike Bishop, dispuesto a morir matando, dispuesto a no dejarse matar por un ejército de perfectos mercenarios.

Aceptar el reto, es de valientes, hacerlo a cara descubierta es de temerarios. Nadie va a reprochar nada al Sevilla si acepta el reto y sabe guardar su ropa antes de nadar, porque el bicho que tiene enfrente es



una máquina bien engrasada, un Panzer alemán que pisa el campo de batalla sin complejos y lo abandona, como el caballo de Atila, dejando un reguero de cadáveres, sin hierba fresca y con la sensación de que no hay ejército capaz de hacerle sombra. Sobreviven en este Bayern ciertos aspectos de intimidación de aquellos equipos alemanes contra los que no se podía jugar porque te avasallaban en lo físico y te abrumaban en lo táctico. Es por ello que no deben sobrevivir en el Sevilla aquellos complejos de inferioridad que nos convertían en víctimas propicias y en carne de cañón.

Para ganarle al Bayern hay que saber buscar el momento. No hay otra forma de ganar contra estos equipos que se presentan con la vitola de históricos. Sin Thiago, la responsabilidad creativa caerá en manos de Kimmich, un verdadero manual del juego que juega tan sencillo que hace parecer que el fútbol es cosa de niños. Nada más lejos de la realidad, Kimmich es el alumno aventajado de un fútbol alemán que hace años viró hacia el cruyffismo dejando atrás los cánones y prejuicios de un fútbol avasallador y martilleante. En las bandas, Sane y Gnabry son dos flechas con una precisión milimétrica en el desmarque y la resolución y como timón de guía, sigue estando, capitán de los ejércitos del gol, el polaco Lewandowski, un tipo que se levantó un día con ganas de golear y al que ningún récord termina de quitarle el hambre.

Pero como todo gigante, este Goliat también tiene su punto débil. Fuera Álaba de la ecuación, la pareja de centrales formada por Boateng y Sule es demasiado rígida y carente de velocidad. Por ello, al ser un equipo que gusta de jugar con la línea adelantada y practicar la presión alta, resultará imprescindible saber encontrar el espacio para que tipos rápidos, como Suso, Munir u Ocampos, encuentren el espacio a la espalda de la defensa y así poder optar ese factor tan imprevisible conocido como sorpresa. Porque más allá de los pronósticos existe la esperanza y más allá de las sensaciones existe el orgullo. El verdadero orgullo del Sevilla sería ser capaz de competir, la verdadera campanada sería ser capaz de ganar.

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