martes, 21 de septiembre de 2021

Jean Pierre Adams: la trágica historia del guardián negro (Por Ricardo Uribarri)

Jean Pierre Adams falleció el pasado 6 de septiembre a los 73 años. Pero en realidad, este futbolista nacido en Senegal y que hizo carrera en Francia en la década de los 70, llegando a ser internacional, había dejado de vivir hace mucho tiempo. En concreto, hace 39 años. Todo ese tiempo lo ha pasado en estado de coma persistente en su domicilio bajo el cuidado de su mujer, que siempre se negó a dejarlo morir con la esperanza de que algún día reaccionara. ¿Cómo un jugador joven y con buen estado de salud llegó a encontrarse en esta situación?

Adams nació en Dakar en 1948, hijo mayor de una familia numerosa de raíces católicas en la que se daba prioridad a la educación. Por eso, si no sacaba buenas notas, sus padres no le permitían jugar al fútbol, que era su gran afición, en la que posiblemente influyó que su tío, Alexandre Diadhiou, fuera una de las estrellas del equipo local Jeanne d’Arc. Con diez años su abuela se lo llevó a Francia en una peregrinación religiosa y lo dejó en un internado de Montargis, en el departamento de Loiret, en busca de un mejor futuro para él. Allí se quedó solo, y fue adoptado poco tiempo después por unos vecinos de la localidad, la familia Jourdain.

Una vez que acabó sus estudios primarios se puso a trabajar en una fábrica de caucho, pero sin olvidar el fútbol. Después de pasar por equipos locales y cumplir con el servicio militar, llegó con 19 años al equipo amateur del Fointenebleau, donde destacaba por sus grandes cualidades físicas. En aquella época tuvo que hacer frente a un episodio amargo cuando uno de sus mejores amigos y compañero de equipo, Guy, murió en un accidente de coche en el que también iba Jean Pierre, que prácticamente salió ileso. De aquel amargo suceso le ayudó a recuperarse una joven, llamada Bernardette, a la que conoció en 1968 y con la que inició una relación. La familia de la joven se lo tomó mal por las diferencias raciales, algo que no la frenó, y se marchó a vivir con él. Finalmente, sus padres aceptaron la situación y se casaron en 1969. Tuvieron su primer hijo a finales de ese año.

El Fointenebleau llegó a ser dos veces subcampeón amateur nacional y las actuaciones del joven Jean Pierre llamaron la atención. Kader Firoud, entrenador del Nimes, le invitó a disputar un amistoso con el equipo. Tras él, el técnico no tuvo dudas y le ofreció la oportunidad de jugar en Primera división. Tenía entonces 22 años y mucho trabajo por hacer, porque a sus cualidades físicas necesitaba sumarle una mejora en su capacidad técnica y táctica. En pocas semanas aprendió tanto que se ganó un puesto en el once titular; dejó de ser delantero y se convirtió en un centrocampista total. En el Nimes estuvo tres temporadas, y se convirtió en una pieza básica del equipo que quedó subcampeón en 1972. Hasta el punto de que le llamó la selección francesa para jugar un amistoso en Brasil. Con el equipo nacional llegó a disputar 22 partidos. El delantero argentino, Ángel Marcos, que jugaba en el Nantes, dijo de él que “hay un pilar en la dura defensa del Nimes, una especie de fuerza de la naturaleza, un coloso de extraordinario poder deportivo: Jean-Pierre Adams".

Su progresión le valió para fichar en 1973 por el Niza, que en aquel momento tenía un proyecto ambicioso. En su primera temporada lograron eliminar al FC Barcelona de la Copa de la UEFA. Uno de los técnicos que tuvo en el equipo de la Costa Azul, Vlatko Markovic, tomó la decisión de situarle como central, posición en la que se consolidó gracias a su fortaleza física, su anticipación y su autoridad. De hecho, ese terminó siendo su lugar en la selección gala, donde junto a Marius Tresor formó una célebre dupla que fue conocida como “La Garde Noire” (La Guardia Negra). De ellos dijo Beckenbauer que “Adams y Tresor forman una de las mejores parejas de centrales de toda Europa”. La no clasificación de Francia para el Mundial de 1974 ni para la Eurocopa de 1976 le perjudicó, porque provocó un cambio de rumbo en el banquillo galo y el nuevo técnico, Michel Hidalgo, apostó por otros jugadores.

Jean Pierre completó grandes temporadas en el Niza, como la 75-76, en la que el equipo acabó segundo y él fue incluido por la revista France Football en el mejor once de la Liga. Al año siguiente, varias lesiones musculares y un bajón en el rendimiento del equipo pusieron fin a su etapa en el club, recalando en el Paris Saint Germain, que se había creado pocos años antes. En el club de la capital estuvo dos temporadas, en las que los problemas físicos no le dejaron brillar como en el Niza ni el equipo logró los resultados esperados. De ahí que se marchara al FC Mulhouse, de segunda división.

En 1980 y con sólo 32 años, Adams decía adiós al fútbol de primer nivel. Se estableció en Chalón, donde abrió una tienda de artículos deportivos y jugó una temporada con el equipo de aficionados de la localidad. Una vez se retiró definitivamente, decidió prepararse para sacar el título de entrenador. Optó por acudir al curso de una semana que se hacía en la localidad de Bourguignon. Al tercer día de estar allí, y durante unos ejercicios, se hizo daño en la rodilla derecha. El diagnóstico en el hospital de Lyon al que acudió fue que tenía dañados los tendones del músculo en la parte posterior de la rodilla. Le aconsejaron que para evitar problemas posteriores se operara. Era una intervención sin aparentes complicaciones y fijaron la fecha para realizarla el 17 de marzo de 1982. El día en que Jean Pierre Adams dejó de vivir.

Poco antes de entrar al quirófano habló con Bernardette. “Ven a buscarme en ocho días, después de que haga la rehabilitación. Y no te olvides de traerme las muletas”. Fue la última vez que escuchó su voz. Aquella misma jornada había convocada una huelga en el hospital y el personal estaba muy reducido. De hecho, solo había una anestesista para las ocho operaciones previstas esa mañana. Jean Pierre fue atendido principalmente por un aprendiz, la intubación no se realizó de manera correcta, lo que provocó un broncoespasmo y que el oxígeno no llegara a su cerebro. Quedó en coma profundo. Tres semanas después despertó, pero el daño cerebral había sido masivo, perdiendo sus funciones motoras.

Adams estuvo en aquel hospital durante ocho meses, y después fue trasladado a otro más pequeño en Chalon. En las primeras cuatro semanas allí llegó a perder 11 kilos. Los médicos recomendaron a su mujer que lo mejor que podría hacer era llevarlo a un centro especializado en la atención de ese tipo de pacientes, pero ella se negó. “No creo que supieran cómo cuidarlo”, pensó, y decidió llevárselo a casa, en Rodilhan, muy cerca de Nimes, la que desde entonces llamó “la casa del deportista del bello dormir”, como rezaba en la entrada. Adaptó un cuarto y durante todos estos años ha estado cuidando día tras día a su marido con la ayuda de una enfermera y un fisioterapeuta. Le daba de comer purés, le vestía, le afeitaba, hablaba con él, recibía la visita de sus dos hijos y sus nietos y hasta le regalaban cosas en su cumpleaños y en Navidad. 

En 2006, en una entrevista a Le Parisien, decía que “Jean Pierre huele, oye, se sobresalta cuando un perro ladra, abre y cierra los ojos, aunque no pueda ver. Él puede respirar por sí mismo, no está enchufado a ninguna máquina, tan solo está conectado a mí”. Sobre la posibilidad de recurrir a la eutanasia, señaló en otra entrevista a la CNN, “¿qué quiere que haga? ¿Privarlo de la comida? ¿Dejar que muera poco a poco? No. No me corresponde a mí decidir por él”.  Tresor, su antiguo compañero de selección, que nunca quiso visitarle en su casa, veía las cosas de otra forma. En su momento manifestó que “incluso si Jean-Pierre se despierta, no reconocerá a nadie. ¿Vale la pena vivir así? Si algo así me sucede, le diré a mi esposa que no me mantenga aquí”.

Con la ayuda económica que le proporcionaron la Federación francesa, equipos como el PSG y el Nimes y la recaudación de varios partidos benéficos de exinternacionales galos, la mujer de Adams pudo salir adelante. El juicio sobre lo ocurrido duró casi 12 años y, finalmente, la anestesista y el aprendiz fueron declarados culpables de ocasionar lesiones involuntarias y condenados a un mes de libertad condicional y a una multa cada uno de 750 euros. El propio ayudante reconoció en el tribunal: “No estaba capacitado para la tarea que me asignaron". El hospital tuvo que pagar a Bernardette una indemnización y hacerse cargo de los gastos de tratamiento médico. “Nunca se disculparon conmigo por lo sucedido”.


Publicado en CTXT.

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