martes, 14 de septiembre de 2021

Mano izquierda

Un equipo de fútbol, ya lo dijo Valdano, es un estado de ánimo. Y es que, más allá del talento, materia prima fundamental a la hora de afrontar los retos, no hay mayor propósito para el entrenador de fútbol que conseguir que el grupo se convierta en equipo y que el equipo reme, al completo, en la misma dirección. Es lo que se llama gestión de grupos; administrar los egos, sobreponerse a las circunstancias y convencerles del objetivo. Todo es más fácil cuando en el grupo no destaca la egolatría, la rebeldía y la excentricidad. Las cosas fluyen mejor cuando los jugadores están convencidos de que la estrella es el equipo y que el capitán se sienta en el banquillo.

Si en algo se ha caracterizado el trabajo de Simeone a lo largo de estos años como entrenador del Atleti, ha sido en la gestión de los grupos con los que ha ido trabajando. Ya no es sólo que haya conseguido que la mayoría de sus futbolistas rindan por encima de sus capacidades, sino que ha conseguido que, en un equipo ganador, nadie se siga creyendo más que nadie, y, para eso, sólo hay una receta, trabajo, constancia y fe en tu discurso. Como un prestidigitador de primera, cada palabra, cada frase y cada consejo, se ha convertido en mantra y el mantra se ha trasladado al terreno de juego. El Atleti compite cada partido como si fuese el último y no se para a lamentarse cuando le llega una dolorosa derrota.

En esta línea de trabajo, cada vez que un alma díscola se salía del rebaño, terminaba fuera del equipo y, con el tiempo, añorando épocas mejores. Así le pasó a Mario Suárez, a Carrasco, a Diego Costa y más recientemente a Saúl. El equipo siempre por encima de las individualidades. Por eso extraña en demasía comprobar como Simeone se ha encaprichado de Griezmann después de haber reconstruido a un equipo campeón y de contar en sus filas con otros cuatro futbolistas de circunstancias parecidas.

El regreso de Griezmann, más el fichaje de Cunha, va a obligar a Simeona a dejar a ambos o bien a Correa, Joao Félix y Luis Suárez en el banquillo. La decisión no tendría demasiada problemática si se tratase de chicos que empiezan a ganarse el pan, pero tratándose de jugadores contrastados y con peso en el equipo algunos de ellos, habrá de echarse el capote a la mano izquierda y lidiar con mesura porque se enfrenta a su mayor reto como entrenador y es el de conseguir que los gallos heridos no le revolucionen el gallinero.

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