lunes, 13 de enero de 2025

Naturalidad

Partiendo de la lógica base de que para jugar en la élite has de contar unas aptitudes asombrosas, los que sabemos disfrutar el fútbol sabemos que el juego está compuesto por dos clases de futbolistas; los esforzados y los talentosos. Sin desdeñar su parcela de talento, en los primeros reconocemos a esos tipos circunflejos que chocan en cada disputa, que arrastran su cuerpo por el césped en busca de un gramo de gloria y que saben que, si dejan una gota de sudor en la frente, el puesto de titular puede ser entregado a otro compañero igual de ansioso por disputar cada gramo de juego.

Los talentosos, sin embargo, más allá de la premisa que dicta que sin trabajo no hay frutos, viven más del detalle, de la capacidad para manejar los tiempos, del golpeo mágico y del regate preciso. Entre estos, fieles abonados al aplauso y, muchas veces, injustos condenados por la duda, existe un pequeño círculo de jugadores a los que, de natural, les sale todo tan sencillo que llega a parecer hasta fácil.

En la naturalidad reside la verdadera magia del asombro. Entre esos tipos que jugaban tan bien que parecía que no les costase trabajo, hemos encontrado a prestidigitadores tan solemnes como Zidane, Iniesta, Ibrahimovic o Benzemá; tipos que casi sin mirar la pelota sabían donde terminar siempre la jugada. Entre ellos, fiel aspirante al olimpo de los dioses, se ha colado un talentoso extremo de raíces magrebíes que en apenas un año ha levantado tantas expectativas que ya todos le miran como el futuro dueño del juego.

Lamine Yamal no es un extremo al uso que busca la profundidad y el centro catedralicio, porque más allá de las condiciones innatas para la conducción y el regate, ha adquirido una capacidad ingobernable para entender el juego. En su parcela del terreno, escorado a la banda derecha, sabe iniciar el desmarque hacia afuera si se quiere profundidad o retrasar su posición hacia el centro si lo que se busca es el auxilio. Sabe moverse, filtrar, aparecer y ahora, ya, hasta anotar. Es un futbolista tan precoz que le ha bastado apenas un año en la élite para consagrarse como uno de los mejores. Una nueva perla cosechada en esa fábrica de urgencias que, una vez más, como ya lo hizo en el pasado, está dispuesta a rescatar al Barça de sus peores augurios.

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