Como un díscolo que busca un minuto de silencio, como un relojero a punto de ajustar la manecilla, como un cirujano antes de perforar la carne, como un arriero que azuza al animal emprendiendo un camino incierto, el goleador vive de un momento de inspiración antes del grito o de un momento de frustración antes de agarrarse de los pelos, porque los tipos con hambre siempre buscan el momento aun cuando sea el fracaso el equipaje de sus fallidas incursiones.
La pantera vivía en el área al acecho de un balón llovido, atenta a la presa que debía dejarse sólo ante el peligro, revisando de reojo la circunstancia antes de ser atrapado por el cazador impío. Aquella pantera era salvaje a campo abierto, y como un goleador frugal, solía conducir la pelota en arrebatos de furia incontenibles. Piernas largas y fuertes, zancada poderosa, torso de madera y un talud en la cabeza donde poder rebotar todas las pedradas llovidas del cielo.
General de los ejércitos del sur, raza negra orgullosa de su sangre y ritual de tribu antes de soltar el zapatazo mortal. George Weah henchía el pecho, desgarraba la voz y los súbditos del cielo bajaban a la tierra para aplaudir cada una de sus genialidades. No gustaba de hacer prisioneros, ni de buscar aliados en el área, porque incluso más allá de los confines de la realidad, era capaz de arrancar desde cero y ponerse a cien en pocos segundos. Y allí, donde el motor y el viento se convertían en aliados del poderoso, era capaz de abrir bocas ajenas y de sellar los labios de sus enemigos, porque cada gol era un bocado de realidad y un proceso abierto hacia la locura.
Fue balón de oro cuando Europa dejó de ser un reducto propio y fue, sobre todo, embajador de un fútbol que dejó de ser exótico para convertirse en necesario. Aquella bestia que amargó la vida de tantos aficionados españoles cuando vivía su romance en París, se convirtió en exitoso rey del mundo cuando vistió la camiseta del poderoso Milan. Allí conoció lo máximo; la gloria, el anverso y el reverso. Después de aquello su luz se apagó despacio, pero dejando siempre la sensación de que podía haber sido el tipo más imparable del planeta.
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