La fama es, en ocasiones, una estrella fugaz cuya estela arrasa hasta
 los cimientos de la ilusión. En el recuerdo queda el breve destello, la
 promesa eterna y el momento mágico de la elevación. Jugar a especular 
es peligroso porque el futuro es tan incierto como la brasa de un 
cigarrillo bajo la lluvia; puede durar una calada o puede esfumarse en 
medio segundo tras las cenizas de la desesperación.
 Cuando el infinito Ferguson hizo debutar a Federico Macheda en el primer equipo
 del Manchester United, los más audaces quisieron adivinar condiciones 
de hombre boya capaz de bajar la pelota al pasto, aguantar las 
embestidas y trufar sus condiciones con remates de ensueño. Todas 
aquellas propuestas se pusieron sobre la mesa aquel día en el que, 
jugándose la Premier, y acuciado por el resultado, le anotó un gol al 
Aston Villa en el último segundo. Para él fueron las portadas y para él 
fueron las promesas. Repitió el chaval siete días más tarde después de 
anotarle un gol al Sunderland apenas un minuto después de pisar el 
terreno de juego.
 Los 
aficionados del Manchester se frotaban los ojos y los italianos 
suspiraban emocionados. Unos creían haber encontrado a su delantero 
perdido, otros creían haber recuperado el gol. Nada más lejos de la 
realidad. Las promesas, al igual que el viento, también se las lleva el 
fútbol. Entre lesiones, malas decisiones y un olvido fraguado a golpe de
 partidos discretos, la llama se fue apagando poco a poco hasta dar con 
los huesos de Macheda en el abismo de la mediocridad.
Cesiones, intentos de recuperación y más cesiones hasta terminar perdido en las divisiones inferiores. No funcionó en su Inglaterra de adopción ni lo hizo en su Italia natal. Tampoco le fueron bien las cosas en Alemania y tuvo que bajar hasta Gales para intentar redimirse. Tampoco fue su destino soñado. Hoy en día, mientras añora sus cinco minutos de fama y sigue respondiendo preguntas sobre aquel gol en el descuento, intenta disfrutar del fútbol en la Serie B italiana. Allí, entre gol y gol, entre oportunidad y oportunidad, sigue intentando sentirse futbolista una vez ha llegado a la conclusión de que jamás será una estrella.
Cesiones, intentos de recuperación y más cesiones hasta terminar perdido en las divisiones inferiores. No funcionó en su Inglaterra de adopción ni lo hizo en su Italia natal. Tampoco le fueron bien las cosas en Alemania y tuvo que bajar hasta Gales para intentar redimirse. Tampoco fue su destino soñado. Hoy en día, mientras añora sus cinco minutos de fama y sigue respondiendo preguntas sobre aquel gol en el descuento, intenta disfrutar del fútbol en la Serie B italiana. Allí, entre gol y gol, entre oportunidad y oportunidad, sigue intentando sentirse futbolista una vez ha llegado a la conclusión de que jamás será una estrella.

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