viernes, 18 de mayo de 2018

Señor entrenador


Señor entrenador;


Nos dolieron las heridas, nos lamimos los raspones. Pensando desde el dolor tuvimos la ventaja de saber que todo lo que surgió nació desde dentro. Mientras secábamos la sangre, ciertas voces nos espetaron a criticarle. No entendieron nada, señor entrenador.

Unos desde su trono de opulencia y otros desde su reino de excelencia nos dijeron que usted tuvo culpa en las derrotas. Como si aquellas derrotas no hubiesen sido igualmente plausibles no estando usted en el banquillo. Como si no se hubiese enfrentado usted al equipo más poderoso del mundo.

Ellos, que se regodean en su éxito año sí y año también, no saben lo que es bajar la cabeza mientras te ves jugando contra el Universidad de Las Palmas. No han visto a Fagiani convertir en Garrincha a Ettiene, jugar una Intertoto, perder un derbi en el vestuario durante catorce años seguidos. No se han visto celebrando cuartos puestos como si fueran títulos o llamar a las filas para intentar una remontada contra el ¡Recreativo de Huelva!

Todos los que dijeron que usted era un cobarde no comprendieron que usted fue el tipo más valiente que se ha sentado en ese banquillo que antes era una silla eléctrica. El único que les hizo comprender a los jugadores para quien jugaban y que escudo defendían.

Usted ha conseguido que el opulento y el excelente se hayan visto obligados a dar el doble de su capacidad para poder ganarnos. Donde antes ganaban andando ahora tienen que ganar corriendo. Y eso les molesta. Porque en el fondo saben que cuando usted no esté todo este cuento de hadas se acabará para siempre y volverán los días de baño y masaje.

Siga usted recomponiendo el equipo. Seguramente le vendan a Griezmann, como ya lo hicieron con Falcao o con Costa o con Arda. Ellos pagarán ochenta millones por algún suplente y aun así, a usted, con titulares de equipo medio, le seguirán exigiendo el máximo.

Esa es su mayor victoria. Qué a pesar de todo le sigan exigiendo el máximo cuando hace un lustro acabar a treinta puntos era un éxito. Ellos no lo entienden, señor entrenador. No necesitamos que lo hagan. Sólo necesitamos que siga con nosotros. Será la única manera de que sigamos compitiendo. Será la única manera de que nos sigan criticando. Seguramente el mejor síntoma para saber que seguimos molestando.

Gracias por todo, señor entrenador.

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