martes, 24 de julio de 2018

La nueva burbuja

La sociedad es la devoradora de sueños que exige emolumentos al mismo tiempo que desprecia fracasos. Todos somos hijos de la ambición en mayor o menor medida. Durante años, los vástagos del fútbol italiano han tenido que soportar como los fornidos ingleses y los chaparros españoles les daban una lección de ostentosidad. Incluso en la vecina Francia, algún nuevo rico se había apoderado de una exclusividad que, antaño, solamente les había pertenecido a ellos.

Las políticas populistas conllevan un ingrediente demagógico que busca contentar a la plebe; pan y circo. Igual que antaño, antes de que la burbuja le explotase en la cara, el fútbol italiano ha vuelto a ajustar su fiscalidad al capricho de los ricos. De esta manera, cualquier tipo que, con muchos millones, quiera trasladar su residencia al país transalpino, verá reducida su tasa de pago fiscal. Es una vuelta de tuerca a la ley Beckham con la que Aznar invitó a los grandes capitales a instalarse en España.

Como millonarios ambiciosos que son, los futbolistas suelen ser los primeros en olfatear el verdadero valor del euro. En una tierra donde los Cragnoti y los Tanzi desarraparon equipos, los grandes magnates vuelven a poner pies en la península y regresan las grandes inversiones. Es una forma de avisar que el Calcio, una vez más, pretende ser el fútbol más competitivo del planeta. Y recordemos todos lo que pasó la última vez que aquello ocurrió; hubo un tiempo en el que, literalmente, no había quien les tosiera.

Antes de que estalle la burbuja, antes de que revienten los sueños, antes de que la equidad vuelva a poner los ropones en cada lugar, podremos llegar a congratularnos, si somos frívolos y obviamos el populismo, por esta amenaza de regreso. Porque Italia fue la madre del catenaccio, correcto, pero nadie, como ellos, supieron darle una vuelta de tuerca a la competitividad.

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