martes, 19 de febrero de 2019

El patrón

El fútbol es tan previsible en sus conceptos como impredecible en sus preceptos. Normalmente aparecen jugadores que cumplen con la norma escrita; manejo de la pelota, condición física para defender y automatización en el pase. La normalidad, como regla general, impone patrones de condición limitada; son muchos los tipos que han vivido en la élite porque llegar allí exige un mínimo de talento. Existen sin embargo, tipos que, por haber sido cortados en un patrón diferente, llegan para improvisar y, sobre todo, para permancer por siempre en la memoria.

A mediados de la primera década del nuevo siglo apareció en Londres un muchacho menudo que hacía diabluras con la pelota. Iniciaba desde la cal y, diagonal a diagonal, encontraba un lugar de ejecución en el borde del área. Pase profundo, diagonal o, generalmente, disparo seco, latigazo y muchas veces gol. Se vio obligado a peregrinar en busca de un lugar en el mundo; llegó a un Madrid entreguerras y, finalmente, encontró gloria y fortuna en Munich convirtiéndose en la estrella de un equipo que, año a año, se ve obligado a renovar su identidad.

A mediados de la segunda década del nuevo siglo apareció en Londres un muchacho menudo que
hacía diabluras con la pelota. Iniciaba desde el costado y, diagonal a diagonal, encontraba un lugar de ejecución en el borde del área. Pase interior, combinación o, generalmente, disparo cruzado y combado de contrapié y muchas veces gol. Se vio obligado a peregrinar en busca de un lugar en el mundo; llegó a un fútbol italiano en recomposición y, finalmente, encontró gloria y fortuna en Liverpool convirtiéndose la estrella de un equipo que lleva años luchando por reencontrar su identidad.

Arjen Robben y Mohamed Salah se enfrentarán esta noche en un duelo con sabor a clásico. Son dos jugadores de un mismo patrón; el de extremo incisivo, regateador persistente y goleador procaz. Un patrón que ha dado gloria al fútbol y memoria al aficionado, porque el fútbol, más allá de ser un juego donde la pelota debe ir al pie, cuenta con un canon extra destinado a la improvisación. Y allí entran esos locos bajitos que se acuestan en la banda y buscan diagoles de infarto jugando al zig zag con la pelota. El crepuscular Robben busca dejar su testigo en pies del incipiente Salah. Dos zurdos que viven a mil por hora y dibujan diagonales, de afuera hacia adentro, con la certidumbre de que velocidad, más talento, es una fórmula cuyo resultado está siempre muy cerca del gol.

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