jueves, 23 de mayo de 2019

La rodilla del hombre récord

El Atlético de 1992, entrenado por Luis Aragonés, era un portento de vigor y contragolpe. Allí estaban Futre, el estilete más querido, Schuster, el ingeniero del juego y Manolo, el tipo que alcanzó el Pichichi con sus goles de oportunista. En un sprint final de liga, después de un comienzo más que dubitativo, se presentó con los galones suficientes como para disputarle el título a los dos grandes, y si no lo hizo es porque medió una rodilla y un golpe de mala suerte.

El catorce de mayo de 1992 el Barcelona, segundo en la clasificación, se presentó en el Vicente Calderón con la esperanza de no perder el tren de la liga. El Madrid, que había cambiado a Antic por Beenhaker, seguía al frente de la clasificación y esperaba una victoria del Atlético para ampliar su ventaja. El Atlético era tercero y venía de una racha de cinco partidos ganados y quería recuperar terreno después de un invierno difícil.

Tan sólo una temporada antes, ambos equipos habían quedado primero y segundo en la clasificación. Fue el año en que se empezó a descomponer el Madrid de la Quinta del Buitre y comenzó a emerger el mejor Barça de Cruyff, meses después bautizado con Dream Team. En su intento de regeneración, el Madrid se había puesto en manos de Antic y Antic se había puesto en manos de Fernando Hierro, otrora defensa y ahora convertido en centrocampista goleador. Las victorias se sucedían mientras Barça y Atlético se iban quedando atrás y con la lengua fuera.

Ocurrió que alguien convenció a Ramón Mendoza de que el Madrid debía jugar mejor y Ramón Mendoza prescindió de Antic. Sumido en un mar de dudas, el equipo blanco comenzó a perder partidos al tiempo que Barcelona y Atlético los iban ganando. La liga entraba en su tramo final y la clasificación se apretaba. Si los azulgranas ganaban en el Calderón, descartaba a un rival, si lo hacía el Atlético, tendría todo el derecho del mundo a soñar con lo más grande.

El partido fue un monólogo del Atlético durante la primera parte. Intensidad, juego profundo, presión alta, contragolpe y dos goles de Manolo después de un pase magistral de Schuster y una carrera sin freno de Toni Muñoz. El Manzanares era una caldera y Jesús Gil se frotaba las manos consciente de que estaban dando un golpetazo en el centro de la mesa.

La segunda parte empezó con dudas, que se acrecentaron después de que Nadal batiese a Abel tras un pase profundo de Eusebio. Abel era uno de los grandes porteros de la liga, el año anterior había batido un récord mundial de imbatibilidad estableciéndolo en mil doscientos setenta y cinco minutos; catorce partidos sin recibir un gol. Su gran especialidad eran los mano a mano, aprendidos de su mentor, Ubaldo Fillol, y, aunque no era un gran especialista en el juego aéreo, su gran agilidad y valentía le permitía llegar a lugares difíciles.

Y aquel balón largo, hacia ninguna parte, era el balón más fácil del mundo. Abel lo vio llegar, lo dejó botar y, por algún extraño suceso, le golpeó en la rodilla cuando se disponía a acolcharlo entre los brazos. Bakero, que pasaba por allí por se caía algo, se encontró la pelota suela y burló al portero para hacer el empate a puerta vacía.

Aquella jugada terminó con el partido. El Atlético, que había tenido dos ocasiones muy claras en botas de Manolo, prefirió guardar la ropa antes que seguir nadando, y el Barça, que jugaba con diez por expulsión de Stoichkov, decidió que aquel no era el mejor día para seguir arriesgando. De esta manera, ambos equipos quedaban a expensas de lo que hiciese el Real Madrid en Logroño. Y perdió, y ese empate dio vida a ambos y los tres se enfrascaron en una lucha que terminaría el siete de junio cuando el Madrid perdió en Tenerife dos goles de ventaja, la liga y la moral.

Sin aquel gol de Bakero cuando el Atlético controlaba el partido, los tres equipos hubiesen empatado a cincuenta y cuatro puntos y el triple empate le hubiese dado la liga a los rojiblancos. Pero todo eso es fútbol fícción; la verdad es que hubo un Atleti muy grande durante un par de años al que le dio tiempo a batir un récord del mundo y a conquistar el Bernabéu en la final de Copa y hubo un Barça mucho más grande aún pues no solamente conquistó la Liga y la Copa de Europa sino que conquistó la memoria y, sobre todo, conquistó un estilo.


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