lunes, 6 de mayo de 2019

El hombre que nunca estuvo allí

En "El hombre que nunca estuvo allí", Billy Bob Thornton interpreta a un triste barbero que cree alcanzar su momento de gloria cuando consigue diez mil euros a través de un chantaje. Es el momento cénit de un tipo sin pasado y sin futuro, un tipo que aparece un instante, fruto de un subidón inspiracional, y desaparece con el polvo a medida que el mundo va descubriendo cada uno de sus errores.

Maris Verpakovskis jugó en muchos equipos, pero a veces parece que no estuvo en ninguno de ellos. Su momento cumbre lo vivió en Portugal cuando en la Eurocopa de 2004 se presentó en sociedad con la camiseta de Lituania y volvió loca a la defensa alemana con sus desmarques y su velocidad. Unos días antes le había anotado un gol a la República Checa tras un contragolpe perfecto y el mundo creyó haber descubierto a un tipo que vivía a mil por hora y pedía una oportunidad al tiempo que derrumbaba una puerta de una patada.

Para entonces jugaba en el Dinamo de Kiev, quien le había fichado el verano anterior y aún seguía esperando ver cumplidas las promesas que había hecho mientras goleaba con la camiseta del Skonto de Riga. Aquella Eurocopa le ofreció una segunda oportunidad, pero tres años y muchas suplencias después, el equipo ucraniano se decidió a hacer caja con su otrora jugador estrella. Fue entonces cuando volvimos a escuchar su nombre después de tres años sin conocer detalles sobre su paradero. Mediada la temporada 2006-2007, el Getafe le presentó como flamante refuerzo invernal.

Hoy pocos lo recuerdan, pero Maris Verpakovskis jugó sesenta y tres minutos del partido de semifinal de Copa del Rey en el que el Getafe derrotó al Barcelona por cuatro goles a cero y certificó su pase a la gran final del Bernabeu. Allí, hizo pareja con Güiza en la punta de ataque y dejó que su compañero se llevase toda la gloria mientras él pasaba todo el partido tirando desmarques que nunca encontraban su destino.

Harto de verle correr y no encontrarse, el Getafe decidió desprenderse de él después de ver como dejaba de jugar al tiempo que el equipo crecía exponencialmente con otros delanteros como Manu y Albín. Viajó a Croacia para jugar un año en el Hadjuk y hacer creer a la gente que en España había triunfado a pesar de haber sido capaz de anotar tan sólo dos goles. Fue entonces cuando le fichó el Celta de Vigo y fue entonces cuando todos nos dimos cuenta que sí, que definitivamente aquella aparició en Portugal había sido un espejismo y que Verpakovskis, como Billy Bob Thornton, realmente nunca había estado allí. Seguía siendo un tipo anodino, sin demasiadas condiciones, con alguna buena característica pero sin más pena que gloria.

Cuando dejó España para no volver, se enroló en las filas del Ergotelis griego e inició un periplo por las ligas griega y azerbayana que terminó, como al principio, en su Lituania natal. Verpakovskis jugó hasta 2016 en las filas del FK Liepaja, justo hasta que decidió decir adiós y colgar las botas asumiendo, como Billy Bob Thornton en la película, que no era más que un tipo mediocre que quiso encontrar la gloria en un momento determinado. Muchos creen recordarle aún en lo más profundo de la memoria, pero realmente él nunca estuvo allí, tan sólo era la sombra de un recuerdo que nos hizo creer que quizá, pero sólo quizá, había nacido un buen futbolista en lo que tan sólo fue un espejismo de verano.

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