miércoles, 5 de febrero de 2020

El silencio de Chila

En Mayo de 2002, en el hotel de concentración donde se hospedaba la selección paraguaya, un micrófono se acercó a José Luis Chilavert para preguntarle, entre otras cosas, por la selección española, equipo al que Paraguay habría de enfrentarse unas semanas más tarde en la segunda jornada del mundial de fútbol a celebrar el Corea y Japón. Animado por la presencia de las cámaras y prendido por la arrogancia, Chilavert puso su mejor cara de chico malo y declaró que España era una selección del montón.

Era la historia de un desencuentro que había comenzado años atrás, cuando, en la previa de otro enfrentamiento mundialista, el portero paraguayo se encargó de calentar el ambiente para, durante el partido, rematar la faena con continuas provocaciones a las jugadores españoles. "España no estaría en el mundial si tuviera que jugarse en los grupos de clasificación de sudamérica", añadió, para, por último, apostillar: "Le voy a marcar un gol de falta a Cañizares".

Lo que no imaginaba Chilavert es que, semanas después, Cañizares se caería de la convocatoria por culpa de absurdo accidente doméstico y que la única falta que tuvo opción de chutar durante el partido fue hacia ningún lugar.

Pero volvamos al origen de los hechos. El mundial de Francia había empezado de la peor manera posible para España. Después de haberse adelantado durante dos ocasiones ante Nigeria, terminó perdiendo el partido viéndose abocado a ir a remolque durante el resto de la fase de grupos. Paraguay, por su parte, había empatado a cero frente a Bulgaria y se presentaba al partido ante España sin demasiadas urgencias. El objetivo era no perder y, para ello, Chilavert sacó la cara y la palabra. Menospreció el poder de la selección española y, durante el tiempo que duró el partido se dedicó a sacar de quicio a cada uno de los delanteros de la roja.

Pérdidas de tiempo, miradas amenazadoras, ademanes provocadores, sonrisas sarcásticas... Todo lo que pudo haber sido utilizado fue usado por Chilavert para desesperar a los futbolistas españoles. Aquel cero a cero dejó a España al borde del precipicio; dos puntos y una sensación de impotencia desesperante porque donde no estaba Chilavert estaban Ayala y Gamarra despejándolo todo una y otra vez. Para más inri, la mejor ocasión del partido llegó a cargo del paraguayo Benítez con un tirazo desde lejos que despejó milagrosamente Zubizarreta.

Acabado el partido y ante las declaraciones de Javier Clemente diciendo que Paraguay era un equipo muy poco ambicioso, Chilavert salió al trapo para decir que ellos no necesitaban ganar y que si alguien había sido poco ambicioso había sido España, jugando todo el partido con balones largos sin ningún plan concreto en el juego.

Aquel diecinueve de junio de 1998, España se había fiado en demasía de la mala trayectoria de Paraguay en los partidos de preparación para el mundial. Después de completar la hazaña de quedar segunda en el grupo sudamericano, viajó a Europa para preparar la cita y perdió, casi consecutivamente, contra Italia, República Checa, Holanda, Rumanía y Bélgica. Parecía una cenicienta, pero Julio César Carpegiani supo hacer una roca de un equipo plagado de defensas férreos y delanteros veloces. Con un juego defensivo y transiciones rápidas, supo amarrar dos empates en sus dos primeros partidos, para rematar la faena en la última jornada ante una Nigeria ya clasificada y dejando, con ello, a España eliminada en la primera fase del mundial. Todo un fiasco para una selección que, como siempre, llegaba cargada de sueños y, como siempre, también, se marchaba rociaba de lágrimas.

Quiso el destino que sus caminos se cruzasen, otra vez, cuatro años más tarde en una nueva fase de grupos de un mundial. Entonces jugaban en Corea y entonces España optó por un plan distinto para abordar la línea férrea paraguaya. Dirigidos por José Antonio Camacho y conducidos por un talentoso centro del campo formado por Luis Enrique, Baraja, Valerón y De Pedro, España optó por la circulación de la pelota en lugar del pelotazo frontal. Si cuatro años antes, el plan había sido enviarle pelotas largas a Pizzi para que se pelease contra la pareja de centrales paraguaya, esta vez fueron Raúl  y Tristán los encargados de sacarles de zona con sus continuos desmarques. Pero a este partido, como aquel, le faltaba la presencia de un goleador de rachas.

En 1998, ante Paraguay, no había jugado de inicio Morientes a pesar de haber terminado la temporada como delantero titular del Real Madrid campeón de Europa por delante del croata Davor Suker. En 2002 tampoco fue de la partida, pero tras el descanso, Camacho le incluyó, junto a Helguera, en el once que habría de disputar la segunda parte. Aquel cambio resultó decisivo porque casi en el primer balón que tocaba, empataba el partido. Y es que España había empezado perdiendo el partido merced a un gol en propia meta de Puyol en el minuto diez. Parecía que iban a aparecer viejos fantasmas, pero esta España llegaba al partido sin la necesidad del noventa y ocho y este Chilavert era un viejo fanfarrón que había perdido agilidad y había ganado peso.

Fue el partido de los penaltis. Dos fallados, uno por cada equipo, y otro anotado, por Hierro, en los estertores del partido. Aquel partido sirvió de venganza fría contra un tipo que quiso ponerse un país en contra y terminó siendo leyenda de un país que, gracias a él, alcanzó las cotas más altas de su historia. Un tipo que llegó hablando como un loro y terminó callando como una jirafa. Tanto España como Paraguay terminaron pasando de grupo, pero ninguno de las dos llegaron demasiado lejos. Los guaraníes cayeron ante Alemania en la siguiente ronda y España cayó en cuartos ante la anfitriona después de sufrir un arbitraje sibilino por parte de un egipcio llamado Al Ghandour. Curiosamente, el mismo árbitro que había pitado aquel España - Paraguay correspondiente a la segunda jornada de la fase de grupos.


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