jueves, 8 de noviembre de 2018

Cosa de egos

En el juego de egos el talento suele promulgar su crédito, pero la suerte, en ocasiones, es un factor intrínseco que, caprichoso por naturaleza, termina de desvirtuar una balanza que, a priori, creíamos inclinada hacia el lado más lógico. Ocurre, en ocasiones, que la desesperanza, mezclada con la necesidad, convierte a los hombres en temerarios y es cuando no tienen nada que perder, en ese momento en el que dejan de temerle a derrota, cuando desarropan sus sentidos y aparcan el miedo para lanzarse hacia la gesta.

Durante ochenta minutos, los que fueron desde el pitido inicial hasta que la Juve concedió una falta innecesaria en el borde del área, los italianos fueron superiores a un United que se conformaba con que los minutos pasasen sin obtener ningún rasguño. Fueron varias las veces en las que la Juventus pudo haberse adelantado, pero los grandes escenarios siempre esperan los mejores goles. La Juve, con Cristiano, ha ganado en gol, pero con el regreso de Bonucci ha recuperado una jugada que, durante años, practicó a la perfección, la de los balones largos del defensor italiano a la espalda de la zaga contraria.

Huelga decir que el centro de Bonucci era excelente, pero que Cristiano lo convirtió en magistral. Bastó mirar la pelota un segundo en carrera, acomodar el cuerpo y saber el momento exacto en el que el balón iba a caer en sus pies. Fue un golazo en toda regla, de los mejores que le he visto marcar. Puro talento. El chico, como si estuviese en la oficina, lejos de volverse loco, corrió hacia el fondo para presumir de abdomen. Cosa de egos.

Cuando todo está perdido, la desesperación nos conduce al frenesí. No pensamos en el plausibe dolor que puede acontecer tras la derrota y, apretamos los dientes porque nos conduce la rabia y, ante todo, el orgullo. Sucedió que el United tenía un pie fuera de la competición y que la derrota le mandaba, un año más, al abismo de la duda. Sucedió que empató y se lo creyó y sucedió también, que la Juve, aparte del mejor goleador, ha perdido al mejor portero. Demasiados sucesos como para no tenerlos en cuenta. Demasiados análisis para un partido que debería haber tenido un sólo ganador y terminó con Mourinho celebrando su gesta particular con la mano en el oído. Pidiendo cuentas, una vez más, después de la victoria. Cosa de egos.

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