jueves, 29 de noviembre de 2018

Noche de Champions

La vida es un trasunto de sucesos marcados por momentos puntuales y elecciones controvertidas. Tú puedes acomodar la pelota con la mano y lograr que el árbitro no lo vea y tú puedes, una vez más, salvar los muebles en el descuento y poner los dos pies en los octavos de final de la Liga de Campeones. Porque la vida no son sólo expectativas, también, muchas veces, son promesas cumplidas.

Celebró Mourinho con la mediatización que se le exigía y volvió a la rueda de prensa para tirar dardos. Siempre con cuentas pendientes por cobrar, sabe que, como un héroe de videojuego, ha agotado una nueva vida, pero aún se siente con fuerzas para seguir pasando pantallas y buscar el rescate de la princesa prometida.

Quien le iba a decir que, a estas alturas y con un grupo, a priori, más complicado, iba a tener los mismos puntos que su vecino. Mientras el United se ha visto obligado a remar detrás de la intratable Juventus, el City se ha visto obligado a remar tras su propia estela. Después de una primera jornada donde se dejó en evidencia, hubo de reinventar su centro del campo para asentarse como uno de los firmes candidatos. En el camino hacia el primer puesto ha ido dejando momentos de preciosa lucidez en ataque pero, como siempre, se ha visto lastrado por ciertos errores puntuales en la defensa. Este talón de aquiles, seguramente, le termine lastrando más temprano que tarde.

Sin salir de Inglaterra, el Liverpool se ha metido en un lío considerable. Debe ganar al Nápoles, y debe hacerlo por más de un gol. No es tarea fácil si tenemos en cuenta que el italiano es el único equipo invicto del grupo y si tenemos en consideración que el equipo red se ha mostrado más inseguro que certero en esta fase de grupos. Con el PSG como invitado de piedra, el Liverpool se enfrenta a un match ball de características épicas. No es sólo el subcampeón, sino uno de los equipos que, en su liga, se está mostrando con la firmeza necesaria como para querer aspirar a todo.

Otro equipo que está como un tiro en su liga pero que ayer dejó pasar una oportunidad crucial es el Borussia Dortmund. Jugó conociendo el resultado del Atlético y no pudo con la responsabilidad. Acucidado por un Brujas que plantó su defensa muy atrás, encontró sus propias costuras al comprobar que, cuando no puede correr, no es un equipo tan feliz. Aún le queda un cartucho, sabe que el Atleti no es un equipo que se conceda grandes alegrías y debe confiar en que el Brujas le arranque algún punto en el último partido. Ser primero, en esta competición, no es un premio menor.

Bien lo sabe el Real Madrid. Nada mejor que certificar el pase como primero para alejar fantasmas e intentar centrarse en lo crucial. El equipo, el mismo que hace meses volvió a asombrar al mundo, es el mismo excepto un jugador. Claro, qué jugador. Pero si todos estábamos de acuerdo en que la plantilla era bouqué, no podemos desdeñar ahora el poder del buen futbolista. El Madrid los tiene a puñados y, frente a las dudas, nada mejor que fútbol para salir de la crisis. Como en una novela tremendista, cada capítulo volverá a agitar la escala de colores. Si gana, todo volverá a ser blanco. Si pierde, todo tornará, de nuevo, al negro más oscuro.

Si hay un equipo que ha vivido la comodidad del resultado en esta primera fase, ha sido el Oporto. Favorecido por un sorteo amable, ha sabido capacitar sus condiciones y calcular sus probabilidades. Conducido por la pareja mexicana formada por Herrera y Corona, y agarrado a los goles de Marega, paso a paso se ha ido conduciendo por la senda correcta. No tardará mucho en convertirse en el equipo que muchos segundos de grupo quieran para sí. Puede ser la cenicienta de los primeros, sí, pero que nadie olvide que pocos equipos se regeneran tan bien y en tan poco tiempo como lo hace el Oporto de Pinto da Costa.

Otro equipo obligado a regenerarse casi contínuamente es el Ajax de Amsterdam. Finalista, hace temporada y media, de la Europa League, parece que, esta vez sí, ha encontrado el grupo correcto con el que hacer soñar a su hinchada. No durará mucho, todos lo sabemos, pero los aficionados holandeses han aprendido que nada como disfrutar del momento para calibrar el sentido de sus sueños. Un grupo joven, comandado por De Jong, que ha rescatado el fútbol de salón. Transiciones rápidas, jugadas colectivas, diagonales desde la defensa. Algo parecido al Ajax de toda la vida.

Lo de, casi, toda la vida, le ocurrió al Inter en Wembley. Acuciado por su pasado más reciente (obviando el trienio mágico de Mourinho), el equipo interista volvió a conocer la fatalidad en forma de gol en los últimos minutos. Ya no depende de sí mismo, ya no le quedan más balas que gastar. Ni Icardi, ni Brozovic, ni Vecino, ni otro de sus buenos futbolistas, son capaces de solucionar el problema de base: el juego. Es un equipo demasiado irregular como para aspirar a algo y, sobre todo, es un equipo demasiado incrustrado en su propia leyenda fatalista. Nada mejor que abrir los ojos para conocer lo que hay fuera. Nada mejor que querer para, quizá, aspirar a poder.

No hay comentarios: