jueves, 1 de febrero de 2018

Profesionalidad al servicio del Celta

La profesionalidad, más que un don, es un deber que vive implícito en la conciencia de varios elegidos. Los hay con demasiado talento como para pararse a discutir por detalles y los hay con demasiada pasión como para pararse a discutir por nimiedades. Pero más allá de la furia y la sensibilidad, existe una cierta determinación necesaria para procurarse un hueco en la élite.

Ser profesional no solamente implica ser un simple metodista en la cadena de montaje. En fútbol, la profesión se liga a un sentimiento y el sentimiento se liga, siempre, a unos colores. A nadie es extraño que a todos los que nos gusta este deporte hinchamos, con menor o mayor pasión, por un equipo en particular o por varios en general. A nadie le es ajena la esperanza de una victoria porque el neutralismo se lo terminamos dejando a los simples observadores.

Es aburrido encontrar oficinistas sin talento al mismo tiempo que es asombroso darse de cara con fantasistas sonrientes. A medio camino entre el tedio y la fiesta existe un grupo de jugadores que han hecho carrera por el simple hecho de hacer muy bien las cosas. Si además, por ende, las cosas, los aciertos aplaudidos y los reproches consejeros, las realizas en el club de tu vida, es más que probable que tu afición, tarde o temprano, termine por convertirte en una leyenda.

En el Celta de Vigo sobresale, por encima de todo, el aura mágica de Iago Aspas. El chico tiene talento para aburrir y además entiende el juego a la perfección. Más allá de sus virtudes, se le puede reprochar cierta ausencia de carisma cuando el partido es espinoso o cierta pasión por la gloria cuando ha viajado fuera de su ámbito. Pero más allá de Aspas, el Celta está sujeto pasionalmente en los costados por el sentimiento de sus dos defensas laterales.

Hugo Mallo es un lateral de recorrido que gusta de jugar en el centro del campo. Defensivamente es una roca porque conoce los secretos de la posición. Es rápido al cruce y listo a la hora de anticipar. Es fuerte y, aunque no es demasiado rápido, sabe hacerse un hueco en ataque aprovechando los espacios que suelen dejar los interiores cuando mezclan en el centro para generar juego.

Johnny, por su parte, es más dado a pronunciarse en ataque. Tiene una pierna izquierda correcta y, aunque su pie es algo menos preciso para la combinación, suele dar más desahogo a la jugada cuando esta entra en la zona de tres cuartos. Es un buen socio para Sisto, a quien suele proteger la espalda cuando el danés se despista en sus tareas defensivas y cierra bien la zona izquierda de la defensa al cubrir, en ocasiones, las subidas de su central.

Pero más allá de las cualidades, queda el poso del sentimiento. La profesionalidad bien entendida es saber qué quieren de ti y qué les puedes ofrecer. El Celta, más allá de sus carencias defensivas por su querencia por el juego de ataque, es un equipo que raramente se descompone por los costados porque allí, mal que bien, sobreviven dos tipos nacidos para defender sus colores. No hacen demasiado ruido y no generan muchos titulares. Pero entre el talento de Aspas y la desaforada vistosidad de Maxi Gómez, sobreviven dos tipos que aportan, día a día, el equilibrio necesario para que el equipo, pase a pase, pueda seguir creciendo.

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