lunes, 26 de octubre de 2020

Producto interior bruto

El valor monetario de un país se mide en base a su producto interior bruto, en base a la evolución en el

valor de mercado de sus bienes y productos, en base a una confianza externa sobre aquellos valores que te identifican como economía y te posicionan como posible potencia o variable aspirante. Del valor monetario de un país dependen sus evoluciones, sus salidas hacia adelante y, sobre todo, sus progresos.

El valor identitario de un equipo se mide también en base a su producto interior bruto, pero este se cimenta, exclusivamente, sobre una base de sentimiento y responsabilidad individual que tiene código genético en la cantera de cada club. Porque está muy bien que tu equipo esté lleno de grandes jugadores, pero está mucho mejor que tu equipo esté lleno de grandes jugadores de la casa porque con ellos sabes que puedes ir hasta el fin del mundo.

Hubo una época en la que el ampuloso lago azul se convirtió en un árido secarral sin expectativas de cosecha. Fueron los años de Rosattos, Lees o Bonillas. Años en los que la Real Sociedad miraba siempre hacia afuera y tendía a despreciar su producto interior bruto. Mientras las medianías llenaban las alineaciones, los tipos que estuvieron a punto de ganar una liga se fueron retirando o marchando y las nuevas generaciones se escapaban por el desagüe camino a una carrera en primera división o, lo que era más doloroso, al calor de la camiseta roja y blanca del Athletic de Bilbao.

Hubo de suceder lo peor para que la Real abriese los ojos y se diese cuenta de que, para crecer, debía mirar hacia adentro y obviar las medianías que invadían desde afuera. Libre de negacionistas como Astiazarán o populistas como Badiola, la Real Sociedad se encomendó al sentido común y comenzó a sacar frutos de aquel lugar dónde pertenecían los sueños cumplidos: Zubieta. De esta manera el equipo se asentó en Primera con jugadores como Carlos Martínez, Xabi Prieto, Griezmann o Agirretxe.

Con los deberes cumplidos y el sueño de la Champions conquistado, el club hubo de tomar una determinación para saber que, antes de crecer, había que saber vender. Las ventas de Griezmann e Illarramendi desposeyeron de calidad al equipo pero le sirvieron de trampolín de cara al futuro. En lugar de dispendiar, trabajaron para llegar a puerto con la mercancía que había en la bodega. Así fueron creciendo los Oyarzábal, Elustondo, Le Normand, Gorosábel o Zubeldía, así se fueron asentando otros como Guevara, Guridi, Zubimendi o, más recientemente, Roberto López. Tipos de pie fino, visión sensata y sentimiento irreprochable. Porque en esta Real que hoy va líder y ha vuelto a jugar en Europa se ven los valores que, antaño, hicieron del equipo Txuri Urdin, una guía de seguimiento. Porque nada da más réditos que el sentimiento; porque nada valoriza más la estructura interna de un equipo que el valor proporcional de su producto interior bruto.


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