viernes, 14 de septiembre de 2018

La banalización del milagro

La verdad sólo tiene un camino y las derivaciones siempre confluyen en lo cierto. Las exigencias, más allá del listón, tienen la condición de poner a cada uno en su sitio y de aclarar el camino de las dudas. Pero, más allá de la exigencia, el peligro es cuando existe un interés sibilino por la imposición. Un día te dicen que no vales y al día siguiente te dicen que has de estar a la altura de los mejores, y solamente porque has crecido unos centímetros o porque has perdido unos kilos.

La plantilla del Atlético de Madrid es excelente, nadie lo puede negar. Cuenta con dos jugadores por puesto, todos ellos de sobradas garantías y tiene, sobre todo, alternativas diversas en el eje de ataque. Griezmann es, sin duda, una de las estrellas del momento y, por detrás, aparecen nombres como Saúl, Costa o Lemar. Tipos de características dispares que enriquecen el juego y ofrecen alternativas. Todo ello conjugado con otra media docena de tipos que serían titulares en la gran mayoría de los grandes equipos europeos.

Pero aquí habríamos de detenernos ¿Cuántos futbolistas del Atlético serían titulares en el Real Madrid o en el Fútbol Club Barcelona? Viene la reflexión a colación para poner en su debido cauce las exigencias emitidas sobre el Atlético y, por encima de él, sobre su entrenador. Exigido por el sueldo, por el pasado y por la inversión, a Simeone le obligan estar a la altura del Real Madrid y el Barcelona. Seamos claros y concisos, el Atlético, como bien dijo Simeone, puede quedar tercero perfectamente y eso no debería ser considerado como un fracaso ya que, porque mucho y bien que se haya reforzado, sigue teniendo por delante a los dos mejores equipos del mundo.

Está bien exigir, está bien poner el listón alto y está bien hacer saber a la plantilla que, más allá de los hechos, existen unos objetivos y que estos deben ajustarse siempre a la realidad. Que el Atlético de Madrid es un equipazo es algo que nadie pone en duda, que ganarle la liga al Madrid y al Barça es un milagro, también. Y quien diga lo contrario, miente.

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