Ni Morata, Ighalo, Stuani, Giroud o Vela, el delantero
escogido por el Barça para complementar su delantera es Kevin-Prince Boateng.
La operación, cesión con opción de compra a final de temporada, recuerda mucho
a la de Murillo. La dirección deportiva
culé ha encontrado en el internacional ghanés al sustituto ideal de Munir y a
su Larsson particular. Sólo el tiempo dirá si Boateng, que viene para
ser suplente, aporta desde el banquillo del Camp Nou lo mismo que su homólogo
sueco hace ya más de una década. El fichaje, que ha pillado a todo el mundo por
sorpresa, no viene exento de dudas.
Boateng cumple con el perfil que se buscaba desde Can
Barça. Pese a haber jugado en el centro del ataque en los últimos años, puede
actuar indistintamente en ambas bandas. Su mayor especialidad es el juego de
espaldas a portería, aunque no es manco a la hora de asociarse. Tal vez su
principal defecto sea el trabajo defensivo. Al nuevo delantero del Barça no le
será desconocida ni La Liga ni el juego de asociación y toque. Boateng rayó a
gran nivel en la Unión Deportiva Las Palmas de Quique Setién durante la
temporada 2016-17. Jugó 28 encuentros y anotó diez tantos después de su
sorprendente llegada al fútbol español como agente libre. Bajo el sol de las
Canarias fue feliz y recuperó la ilusión por el balón. Los aficionados pío-pío
todavía recuerdan el vuelo chárter que pagó de su propio bolsillo para que el
resto de compañeros de equipo, presentes en Valencia por una gala de premios,
volaran directos a casa y no tuvieran que hacer escala en Madrid. Una parte de su corazón se quedó en las isla
cuando se marchó al Eintracht de Frankfurt al término de esa temporada para
estar más cerca de su hijo. El internacional ghanés ha pasado este
último medio año en el Sassuolo italiano. Ahora, firma por el Barça gracias en
gran parte a que Las Palmas apostó por él cuando el AC Milán le enseñó la
puerta de salida. Boateng hoy viste de azulgrana porque un día lo hizo de
amarillo.
Boateng nació y se crio en el barrio berlinés de
Wedding, uno de los más conflictivos de Alemania. En una entrevista a El País
de 2016, el entonces jugador de Las Palmas confesó que para él era habitual
comer en las casas de sus amigos cuando era niño “porque en la mía no había
comida ni dinero”. También reconoció lo duro que se le hizo gestionar la fama y
el dinero en sus comienzos en el mundo del fútbol. “Tiré mucho dinero y luego
aprendí que había que ahorrarlo porque el fútbol no es para toda la vida…
Coches, ropa, discotecas. Eso hacía. Gastaba dinero en tonterías que me hacían
feliz durante un par de horas, luego el efecto terminaba”. El punto de
inflexión le llegó la mañana de después de una fiesta, nada más despertarse,
cuando se miró frente al espejo. “Me
dije: ya, se acabó, esto no es lo que quieres, has luchado para llegar hasta
aquí y no lo vas a tirar todo. Ya. Me dije que tenía que empezar a portarme
como un profesional, comer bien y centrarme en el fútbol”.
Boateng es una figura muy comprometida en la lucha
contra el racismo. En enero de 2013, en un amistoso entre el Milán y el Pro
Patria, abandonó el campo de juego después de ser objeto de varios insultos
racistas por parte de las grada. El resto de sus compañeros de equipo hicieron
lo mismo. Un par de meses después, pronunció un emocionante discurso en la sede
de las Naciones Unidas. El jugador rossoneri fue invitado junto a Patrick
Vieira con motivo de las Jornadas Internacionales para la Eliminación de la
Discriminación de la ONU. “El racismo no es algo que pertenezca a la
historia o que sólo ocurra en países lejanos. El racismo es real, y existe aquí y ahora. El racismo puede ser encontrado en las
calles, en el trabajo y en los estadios de fútbol… No podemos permitir que el
racismo se extienda justo delante de nuestros ojos. Los estadios de
fútbol están llenos de gente joven y no podemos consentir que los jóvenes, que
aún están sanos, queden contaminados por uno de los virus más peligrosos de
nuestro tiempo”, reclamó.
Hace dos años, Boateng concedió una entrevista a la
web alemana, jetzt.de, en la que cargó duramente contra las medidas que está
tomando el mundo del fútbol en la lucha contra el racismo: “Lo diré una y otra
vez. No es suficiente mostrar un vídeo de ‘No al racismo’ antes de los
partidos de Champions. Un aficionado del Eintracht Frankfurt de cinco años
quizás no vea este vídeo. No es suficiente usar una camiseta que ponga ‘No al
racismo’ o ‘Sacamos tarjeta roja el racismo’. Eso está muy bien, debe mantenerse, pero tienes que hacer más. Más
publicidad, más vídeos. Cada club también debería hacer algo en el apartado de
marketing”. Además, abogó por expulsar a los racistas de los estadios y
contó una anécdota que sufrió de joven: “Una vez fui al supermercado y me paré
junto a una mujer que no daba con el arroz en el estante. Le alcancé un paquete
y se lo di. Ella lo tomó, lo puso de nuevo en el estante y fue a buscar a un
empleado para que le diera un nuevo paquete. ¿Cómo tienes que sentirte ante
eso?”.
Boateng, de padre ghanés y madre alemana, siempre
pensó en jugar para el país de su madre y no de su padre. De hecho, hasta 2010,
pasó por todas las categorías inferiores de la mannschaft. Ese año, en
un encuentro de Carling Cup entre Chelsea y Portsmouth, su equipo de entonces,
su compatriota Michael Ballack, centrocampista blue, le propinó una
bofetada a la media de hora de juego. Unos minutos después, Boateng le
respondió con una entrada salvaje que privó al capitán de selección alemana de
acudir al Mundial de Sudáfrica. La DFB (Federación Alemana de Fútbol) sancionó
al joven delantero de 22 años expulsándolo de la sub 21. Aquel castigo
enfureció a Boateng, que tomó la decisión de renunciar a Alemania y jugar para
Ghana. “Si yo hubiera hecho lo de
Ballack me hubieran suspendido durante años. Con él, ni siquiera se habla del
tema. Por eso me fui de la DFB y voy a jugar por Ghana”, dijo en su
momento.
Kevin-Prince no es hijo único. Tiene un hermanastro de
nombre Jerome, de un año menos, que también es futbolista. Juega de defensa
central para el Bayern de Múnich y la selección alemana y es campeón de Europa
y del mundo. De los dos, podría decirse que es el Boateng bueno. Además de una
persona ideal para hablarle a su querido Kevin-Prince de las bondades de Leo
Messi… En la Copa del Mundo de
2010, Alemania y Ghana fueron encuadradas en el mismo grupo y ambos hermanos se
vieron las caras jugando para diferentes países. Uno para el de su padre y el
otro para el de su madre. Nunca antes había sucedido algo así en la
historia de los Mundiales. Cuatro años después, la diosa fortuna quiso que
Kevin-Prince y Jerome volviesen a enfrentarse con sus respectivas selecciones.
El internacional ghanés se marchó de Brasil a las primeras de cambio. La GHA
(Asociación de Fútbol de Ghana) le expulsó de la convocatoria por insultar al
seleccionador Kwesi Appiah.
La carrera de Boateng sería imposible de entender sin
lo que ha hecho, no sólo dentro del campo, sino también fuera. Siendo jugador
del Schalke 04, se presentó a un control antidoping cigarro en boca y cerveza
en mano. El director deportivo del conjunto alemán salió al paso de los ataques
reconociendo que fueron ellos quienes le dieron la cerveza para que orinara más
rápido. Eso sí, del cigarro no dijo nada. En 2012, coincidiendo con su etapa en
el Milán, Boateng comenzó a padecer una sucesión de lesiones que parecían no
tener fin. Su segunda y actual esposa, la modelo Melissa Satta, le contó al
mundo entero el porqué del mal fario de su marido. “Se lesiona porque tenemos sexo entre siete y diez veces a la semana”,
confesó. El internacional ghanés celebró el último Scudetto de la
historia del Milán con una performance en directo al ritmo de Billie Jean.
Boateng, disfrazado al más puro estilo Michael Jackson, calcó los movimientos
del mismísimo rey del pop en un improvisado stage en el centro del campo de un
San Siro abarrotado por 80.000 tifosi deseosos de fiesta.
La música se convirtió en la principal vía de escape
de Boateng cuando las cosas no le iban bien en el barrio. De hecho, el nuevo
jugador del Barça quería ganarse la vida con las canciones y no con el fútbol. Boateng siempre ha reconocido tener tres
ídolos: Michael Jackson, Muhammad Ali y Nelson Mandela. A este último lo
conoció en el Mundial de 2010. Seguro que de todas las cosas que hubiera podido
imaginarse que le diría el ex presidente de Sudáfrica, la última de ellas sería
que su hija quería casarse con él. El internacional ghanés, rojo como el tomate,
le contestó a Madiba, mientras le sostenía la mano, que “no podía porque tenía
novia”. La hija de Mandela no es la única de sus admiradoras. La cantante
Rihanna se declaró seguidora de la selección de Ghana por “lo guapo” que era su
delantero.
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