miércoles, 16 de enero de 2019

La exposición del error

La vida analizada desde un prisma clasista nos pone un objetivo demasiado desenfocado, porque más allá del ciego que no quiere ver, está el sordo que no quiere oir, y es que la verdad, por mucho que se pinte de gris, no será más que una verdad parda, pero una verdad al fin y al cabo.

Al Madrid no le gusta el VAR. Paren las máquinas, cambiemos el discurso, giremos la cabeza. Como consecuencia de ello, a nadie debería gustarle el VAR. O, como menos, no debería gustarnos el VAR tal y como se aplica; como si se aplicase de manera ecuánime para todos los equipos excepto para uno. Volvemos a lo de siempre; cuando el juego funciona, llorar es de envidiosos. Cuando el juego es un desastre, la culpa siempre es del empedrado.

Si existe un problema de falta de unificación de criterios, es global, y no particular. Tal es el poder mediático del Real Madrid, que bastó un desplante de Florentino Pérez en la Federación para que la cúpula arbitral saliese a la palestra. No imagino a Clos Gómez, mucho menos a Velasco Carballo, saliendo a dar la cara en público ante una protesta del Valladolid u otra del Eibar. Es el problema que nos encontramos cuando les hemos acostumbrado a los nobles a darles todo el diezmo; en cuando los jornaleros aspiran a convertirse en burguesía, gracias a su trabajo y tesón, todo son quejas al rey.

Este cruel sistema medieval en el que dos se reparten ligas y el resto se reparten migas, nos ha llevado a una sensación de seguridad, casi jurídica, de indefensión. Bastaron media docena de decisiones, vía VAR, que no favorecieron al equipo de todos para que el mundo se girara en contra. Atropello, indignación, protesta. Y no, es sólo fútbol. Simple y llanamente un juego donde se debe tratar el balón con la mayor precisión posible. El resto, factores externos, son todos mejorables, claro está, pero mientras sigamos estando en manos de hombres, seguiremos estando expuestos al error, a la duda y a la confusión de criterio. Y si algún día deja de estar en esas manos, entonces ya no será fútbol.

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